Cuando pase el tiempo y algunos miren hacia atrás, hacia los días que estamos viviendo, y observe la vida de la Iglesia no podrá sino percibir una enorme confusión, una cacofonía de declaraciones discordantes en las que unos obispos dicen una cosa y otros la contraria. Si tienen suerte, se toparán con este El poder de la verdad, del cardenal Gerhard Müller, y constatarán que, en medio de tanta confusión, algunas voces se alzaron para hablar con claridad y ser fieles a las Escrituras, el Magisterio y la Tradición de la Iglesia.
El poder de la verdad recoge en 10 capítulos una serie de escritos e intervenciones del cardenal Müller que abordan cuestiones de la doctrina de la Iglesia que se han puesto recientemente en duda. Y lo hace sin aspavientos, sin palabras gruesas, argumentando siempre con esa precisión tan fina y alemana que encontramos en los escritos teológicos de Ratzinger y recurriendo abundantemente al Evangelio para fundamentar sus afirmaciones.
Encontramos una serie de artículos publicados en la revista First Things, auténticos tesoros pues la limitación en la extensión parece haber condensado la escritura de Müller, desnuda de florituras y siempre apuntando a lo esencial. A estos artículos se unen varias lecciones magistrales, un texto publicado en el Osservatore Romano y algún inédito.
Müller habla con fuerza, con la fuerza que le da ser un servidor de Cristo, alguien que no pretende ser original sino sencillamente transmitir el depósito de la fe. Su objetivo es explícito: “La meta de este libro es que podamos encontrar fortaleza en la fe; que podamos superar las presentes tentaciones de apostasía, cisma y denuncia, sin sucumbir al peligro de sobreestimarnos y apoyarnos en nuestra propia actividad en lugar de en la gracia”. No diremos que lo consigue, pero sí que puede resultar de gran ayuda en esa tarea.
Los temas abordados son clave. La autoridad en la Iglesia (“La obediencia de los fieles hacia sus superiores eclesiales no es la obediencia absoluta… obedecer a Dios antes que a los hombres tiene validez también y especialmente en la Iglesia… la obediencia como voto religioso es diferente de la obediencia de fe que todo católico debe a la Revelación y a su mediación eclesial), los “cambios de paradigma” (“un modo modernista y subjetivista de interpretar la fe católica”), la objetividad de la verdad, en polémica con Vattimo (“es la mentira la que necesariamente da lugar a la violencia o a la amenaza, puesto que no puede prevalecer por la fuerza del argumento”), el sentido del sacramento de la confesión, ¿quién puede recibir la comunión, desmontando lo que muchas veces se intenta presentar como un “enfoque pastoral” (“la preocupación de la Iglesia debe ser seguir a Cristo en la verdad de Dios, y no el poder del mundo”), la indisolubilidad del matrimonio, lo que significa la Humanae Vitae o una muy oportuna acotación de lo que supone el diálogo en la Iglesia y el ecumenismo y lo que no.
Nosotros tenemos la suerte de que para percibir la claridad de la doctrina de la Iglesia no tenemos que esperar a ningún futuro, sino que podemos disfrutar de este libro desde ya.
