La Iglesia no se alinea políticamente con nadie porque su mensaje no puede quedar reducido a un partido. Esto es una evidencia. Pero también es evidente que no puede renunciar, y mucho menos evitar que algunos partidos asuman el cristianismo como fuente, base o inspiración de su proyecto político.
La Iglesia no puede incurrir en un partidismo divisivo del Pueblo de Dios, y por ello no se inscribe en ninguna lógica de partido. Incluso puede suceder que ninguno de los sujetos políticos presentes en la contienda política merezca su aprobación.
Pero todo esto no puede desembocar en una no-presencia, no debe justificar el silencio eclesial ante la política practicada expresada en hechos concretos y en proyectos colectivos. Porque entonces esta omisión pastoral es grave porque afecta a la dimensión colectiva del cristianismo, fragmenta al Pueblo de Dios, lo desconcierta y lo deja al albur de las ideologías. El silencio no incuba el legítimo pluralismo sino la diáspora, al quedar los fieles en manos de la ideología, que incluso pueden instrumentalizar la fe.
No puede seguir de perfil porque los problemas y riesgos de la España actual son demasiado grandes, ni limitarse a aparecer en momentos muy concretos en temas muy tasados, porque estas apariciones singulares debilitan más que refuerzan sus razones.
Es posible que la exigencia de esta acción se vea entorpecida por la diferencia de criterios internos. Si así fuera quiere decir que falta un trabajo espiritual y sacramental que es urgente realizar a través de la práctica. Porque por principio la unión en los mandatos de Jesucristo debería bastar para iluminar la mayoría de los hechos, y si ello no sucediera, expresaría la dificultad de mirar la realidad, tal y como Dios la mira. Cuanto más exigente es el tema más se desarrolla el músculo pastoral al desbrozar el camino.
La Iglesia tiene el deber de evangelizar la política. Esto no es un dato académico, sino una gran tarea pastoral que hoy no existe, simple y llanamente. Una tarea permanente y una práctica dirigida a guiar al Pueblo de Dios a la luz de la fe en quien es camino, verdad, y vida: Jesucristo.
7 Comentarios. Dejar nuevo
Valga decir que las aportaciones que han hecho algunos sacerdotes, tratando de defender valientemente el Evangelio, en el ámbito político, ha sido virulentamente rechazado por la «corrección política», como el caso, la defensa de la Vida o la unidad de los españoles.
Completamente de acuerdo. Hay omisiones culpables. No pretendo juzgar a nadie, pero hay silencios clamorosos. Los obispos (algunos) pasarán por la iglesita cobarde. Por lo menos podrían citar a Pio XI en su famosa frase: «Socialismo religioso y socialismo cristiano son términos contradictorios; nadie puede al mismo tiempo ser buen católico y socialista verdadero.»
Si acaso el socialismo, como todos los errores, tiene una parte de verdad (lo cual nunca han negado los Sumos Pontifices), el concepto de la sociedad que le es característico y sobre el cual descansa, es inconciliable con el verdadero cristianismo.
[…] La Iglesia no se alinea políticamente con nadie porque su mensaje no puede quedar reducido a un partido. Esto es una evidencia. Pero también es evidente que no puede renunciar, y mucho menos evitar que algunos partidos asuman el cristianismo como fuente, base o inspiración de su proyecto político. Leer más. […]
[…] L’Església no s’alinea políticament amb ningú perquè el seu missatge no pot quedar reduït a un partit. Això és una evidència. Però també és evident que no pot renunciar, i molt menys evitar que alguns partits assumeixin el cristianisme com a font, base o inspiració del seu projecte polític. Llegir més. […]
El «silencio» de la Iglesia en España probablemente tenga algo que ver con la falta de libertad que se ha impuesto en la Iglesia desde hace seis años con el «pontificado» de Francico.
Ese silencio viene de mucho más atrás, y tiene que ver con la «corrección política», con el laicismo desatado y con los ataques a la Iglesia, tanto del Gobierno como de ciertos «intelectuales» y algunos sectores de la sociedad.
«El silencio no incuba el legítimo pluralismo sino la diáspora, al quedar los fieles en manos de la ideología, que incluso pueden instrumentalizar la fe.» O incluso sustituir la fe. Muchas ideologías se viven como religiones de sustitución. Desgraciadamente casi es preferible que callen a que hablen, pues cuando lo hacen más confunden que aclaran, salvo alguna excepción.