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Es sencillo: la solución se llama familia y escuela concertada

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Hace más de cien años, en 1920, la Universidad de Harvard puso a punto un método de estudio, inicialmente en el ámbito de las leyes, por parte del profesor de derecho Christopher Columbus Langdel. Empezaba lo que ahora conocemos como “método del caso” y que pronto se extendió a otras disciplinas. Fue en la Harvard Business School donde prosperó en mayor medida aplicado a las empresas hasta convertirse en una metodología usada en todo el mundo. En esencia, en el método del caso, los estudiantes se enfrentan a situaciones empresariales del mundo real que presentan desafíos y decisiones complejas. Estos casos son descripciones detalladas de situaciones empresariales específicas y a menudo incluyen información financiera, datos de mercado y otros detalles relevantes. La disponibilidad de datos y la comparación entre lo que funciona y lo que no en una o entre diversas empresas permite encontrar el mejor camino.

El pésimo estado de la educación española requiere no solo las medidas más adecuadas, sino que además una parte de ellas son necesariamente urgentes por la magnitud de la catástrofe, aunque con diferencias importantes, porque no existe tal cosa en Castilla-León, mientras que es aguda en Cataluña.

El análisis de casos permite constatar muchas de estas diferencias evidentes y una de ellas de carácter global es la que se desprende de la relación entre escuela pública y concertada.

Según el reciente informe PISA, en lectura, los alumnos de centros concertados obtuvieron una puntuación media de 504, mientras que los de centros públicos obtuvieron 483.  La diferencia de 21 puntos es estadísticamente significativa y equivale a más de medio año de escolarización.

En matemáticas, los centros concertados obtuvieron una puntuación media de 510, mientras que los de centros públicos obtuvieron 495.  La diferencia equivale a casi medio año de escolarización.

En ciencias, los alumnos de la escuela concertada obtuvieron una puntuación media de 507, mientras que los de centros públicos obtuvieron 491. Y se repite, por tanto, el orden de magnitud de la diferencia.

En los tres dominios, la proporción de alumnos con bajo rendimiento (nivel 1 o inferior) fue mayor en los centros públicos que en los concertados. En lectura, el 23,4% de los alumnos de centros públicos y el 15,9% de los de centros concertados. En matemáticas, el 24,4% de los alumnos de centros públicos y el 16,9% de los de centros concertados, respectivamente, y en ciencias, el 22,6% de los alumnos de centros públicos y el 15,4% de los de centros concertados se situaron en el nivel 1 o inferior.  Esto señala otro grave problema. No solo la media es baja, sino que además uno de cada cuatro alumnos tiene un nivel radicalmente insuficiente.

Por el otro extremo, el de los niveles máximos, la diferencia también existe, si bien no tan acentuada. En la enseñanza concertada, en torno al 11%  se sitúan en los niveles máximos (5 o superior), mientras que en la escuela pública solo los alcanzan en torno al 8%.

Bajo otra perspectiva, los mismos datos nos dicen que la diferencia entre nivel más bajo y más alto es de solo 4 puntos porcentuales en la escuela concertada, mientras que en la pública ¡es de 15 puntos!

Naturalmente en estos datos influye la situación de alumnos que parten de peores condiciones a causa de los niveles de renta y educación de sus familias y por la proporción de inmigrantes, pero incluso homogeneizando estas referencias las diferencias existen.

Todo esto nos señala que sin un sistema general de ayudas económicas a las familias, digno de este calificativo, y de reducción sustancial de pobreza infantil, es difícil darle la vuelta a la situación. Pero, los gobiernos de España se olvidan de que la familia es clave para la educación, o sencillamente la menosprecian, y encima de no ayudarla la ningunean, caso de Sánchez y su visión estatista de la enseñanza. ¡Qué dislate más brutal!: el Estado que dejó de fabricar coches y tantas otras cosas porque lo hacía mal, resulta que ha de hacerlo bien manejando algo más difícil como son personas, ¡alumnos!

Y volviendo al análisis de casos, lo evidente es que la situación cambiaría radicalmente si la llamada escuela pública se asemejara a la concertada, máxima autonomía, conexión con la familia, profesores no funcionarios, mayor facilidad, ideario de centro y propuesta educativa, mismas horas de clase y de trabajo que la escuela concertada, y al mismo tiempo se equipararan los recursos de esta con los de la pública, para facilitar el acceso a todo el mundo, sin problemas de cuotas. Todo esto debe matizarse, pero “grosso modo” la respuesta discurre por ahí: modelo concertado, política familiar y contra la pobreza infantil. A partir de esta base, bienvenidas todo tipo de mejoras. Pero sin ellas, volverá a ser construir castillos en el aire.

También el análisis de casos permitiría establecer una comparación entre la enseñanza y la sanidad pública, que funciona mucho mejor. Por ejemplo, cómo se accede a la plaza de médico o de profesor y cómo se promociona dentro de la profesión.

La escuela, sobre todo la pública, no va mal por fatalismos, sino por causas ideológicas traducidas en políticas concretas. Para darle la vuelta solo hace falta observar la realidad.

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