Detrás de la polémica de Fiducia Supplicans sin lugar a dudas hay un punto central que es la fe. Su publicación ha sembrado una atribulada división entre los católicos a causa de la posible confusión y ambigüedad de la aplicación del documento y ha puesto en cuestión hasta qué punto nos atrevemos o no a ser fieles a la palabra de Dios.
El Cardenal Robert Sarah, prefecto emérito del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, ha apoyado la oposición de algunos episcopados en África al documento Fiducia Supplicans destacando la confusión, la falta de claridad y de verdad:“No sólo lo traicionamos a Él, sino que también traicionamos a aquellos con quienes hablamos”.
En el meollo de la Declaración Fiducia Supplicans, lo que está en juego es la fe. Tal y como escribía el cardenal Sarah al delatar el desacierto del documento “no nos oponemos al Papa Francisco, pero nos oponemos firme y radicalmente a una herejía que socava gravemente a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, porque es contraria a la fe y la Tradición católicas”.
También es cuestión de fe el ser capaz de asimilar provechosamente la supuesta virtud de un documento que merma gravemente la fidelidad a un asunto de tanta relevancia magisterial como es la doctrina católica sobre el matrimonio y la sexualidad. La Declaración Fiducia Supplicans pone sobre la mesa un deseo inherente en el hombre: la necesidad clara de Verdad.
En su mensaje de Navidad, Robert Sarah nos recordaba: “A nosotros nos corresponde ser fieles a aquel que nos dijo: “Para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz” (Juan 18:37). Nos corresponde a nosotros, como obispos, como sacerdotes y como bautizados, dar testimonio a nuestra vez de la verdad […].”
Ya son numerosos los obispos y conferencias episcopales a nivel mundial que han denunciado la indeterminación del texto, alegando que deja un resquicio a la libre interpretación de las bendiciones a parejas homosexuales o en situación irregular, a pesar de tratar de apoyarse en la doctrina católica y en el Magisterio de la Iglesia.
Monseñor Jesús Sanz, obispo de Oviedo, manifiesta en sus redes sociales “una prisa poco sinodal y una pretensión ambigua en un documento que confunde y defrauda”.
Asimismo, Monseñor Jose Ignacio Munilla destaca lo siguiente en una entrevista de su propio medio ”tratándose de una cuestión especialmente discutida y delicada, sorprende que no se haya procedido de forma sinodal”.
El Cardenal Müller en un comunicado emitido el 20 de diciembre hace un análisis exhaustivo de la Declaración y expone que no se trata simplemente de una evolución de la doctrina, sino de “un salto doctrinal”, que entra en conflicto con el relativamente reciente Responsum de Monseñor Ladaria.
Por su parte, Francisco Cerro, primado de España, valora la Declaración en los siguientes términos: «[…] Es cierto que el elemento más problemático, que ha suscitado ciertas reacciones, es la introducción de ese nuevo género de ‘bendiciones pastorales’ en situaciones irregulares. En nuestro humilde entender, esta nueva indicación parece querer responder, por una parte, a la multiplicación de situaciones complejas y alejadas de la vida en Cristo que se dan en nuestros días […]”.
Numerosas son las voces dentro de la Iglesia que muestran su desacuerdo con la publicación de la Declaración, destacando el peligro de la ambigüedad del texto. Pues carece de sentido que dos años y medio después del Responsum de la Congregación para la Doctrina de la Fe a un dubium sobre las bendiciones de las uniones de personas del mismo sexo, la misma institución de la Curia Romana, que ahora ha cambiado denominación a Dicasterio para la doctrina de la Fe, haya emitido una declaración sobre el mismo tema firmada por el Cardenal Fernández.
En el documento de 2021, firmado por el Cardenal Ladaria, se afirma que “no es lícito impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio”, es decir, niega que la Iglesia tenga el poder de dar una bendición tanto a las relaciones entre las personas que conforman una pareja, como a las mismas parejas en caso de implicar tales praxis.
Más adelante se dice que la “respuesta al dubium propuesto no excluye que se impartan bendiciones a las personas individuales con inclinaciones homosexuales, que manifiesten la voluntad de vivir en fidelidad a los designios revelados por Dios, así como los propuestos por la enseñanza eclesial, pero declara ilícita toda forma de bendición que tienda a reconocer sus uniones”.
Por tanto, las controversias generadas a raíz de Fiducia Supplicans presentan una forma de situarse de modo inmutable ante la realidad: la fe como sustentadora de lo auténticamente humano. Por ello, la Declaración Fiducia Supplicans no puede ser un loco salto al vacío; tiene que ser la certeza de andar sobre seguro. Tiene que haber algo más que una confianza elemental: es la promesa de un contenido que permite confiar.
3 Comentarios. Dejar nuevo
Es un gran error querer modernizar a la Iglesia introduciendo estas normas ridículas que solo se ve claramente que sirven para apaciguar los ánimos de los clérigos de Alemania. El primer paso urgente que debería haberse dado es la ordenación de hombres casados «viriprobati» para solventar la falta de sacerdotes en el Primer Mundo. Y luego el celibato opcional claro. De que sirve bendecir parejas no convencionales si a los mismos clérigos les prohíben tener una pareja que sea convencional, es absurdo.
Juan el «rígido» declaró a Herodes que no le gustaba su relación con la mujer de su hermano y perdió su cabeza bajo el alfange del verdugo. Con un poco de imaginación podemos suponer que Herodes buscaba la aprobación de Juan porque este Juan era tenido por un profeta, y su aprobación equivalia a una bendición. A este Juan Bautista y al mismo Jesucristo que lo ensalzó como el nacido de mujer más sublime, a bien seguro la teologia actual los corregirá por «rígidos».
Sobresaliente Munilla, notable Sanz Montes, suspenso Cerro Chaves