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Gaza y las lecciones no aprendidas

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23 de marzo de 1944

El 23 de marzo de 1944 una bomba hizo explosión en el centro de Roma. Murieron 35 personas, algunas inmediatamente, otras más tarde en el hospital.

Los hechos se produjeron de la siguiente manera:

Un grupo de partisanos colocó en una acera de Via Rasella un carro de mano en el que estaba escondido el explosivo y lo hizo estallar cuando pasaban por la calle vehículos militares alemanes que transportaban a soldados del Regimiento de Policía de Bozen. Dos de los fallecidos fueron civiles italianos, uno de ellos un niño de doce años, los restantes soldados.

Inmediatamente, las fuerzas alemanas destacadas en la ciudad detuvieron de forma muy indiscriminada a numerosos romanos, presuntamente sospechosos por hallarse en las cercanías de la Via Rasella o por otros motivos. El atentado provocó la indignación del gobierno alemán y de su mando militar en Italia. Se decidió escenificar un escarmiento ejemplar.

Los 335 hombres fueron trasladados a las afueras de la ciudad. Cerca de las catacumbas, en las cavernosas Fosas Ardeatinas, fueron ejecutados al día siguiente del atentado.

Por cada soldado alemán muerto, debían caer diez italianos. A los ya mencionados detenidos se añadió precipitadamente un grupo de presos sacados de la cárcel romana de Regina Coeli. Algunos tenían relación con los partisanos, muchos nada que ver con ellos. Los 335 hombres fueron trasladados a las afueras de la ciudad. Cerca de las catacumbas, en las cavernosas Fosas Ardeatinas, fueron ejecutados al día siguiente del atentado.

Los cadáveres fueron depositados en las Fosas Ardeatinas y la entrada de éstas fue volada con una carga explosiva, de modo que el interior quedara inaccesible. Según el mando alemán, los ejecutados eran terroristas.

Se ha acusado a los partisanos, y no sin razón, de haber calculado de antemano la reacción alemana y de haber querido usarla para exacerbar los sentimientos antigermanos y así poner en marcha una espiral de violencia contra los ocupantes.

Por otra parte, no se puede ignorar el hecho de que la ocupación alemana se había convertido en una tiranía insoportable, sangrienta, opresiva y abocada al desastre, de la cual los partisanos querían liberar a Italia a cualquier precio y sin reparar en los medios: por inescrupulosa que fuera la acción partisana, tiene la atenuante de la desesperación.

El Papa Pío XII condenó tanto el atentado como la represalia y llamó a la serenidad y a renunciar a la violencia. No se le hizo caso, la Segunda Guerra Mundial siguió adelante y en su último año causó unos cuantos millones de muertos más.

7 de octubre de 2023

El 7 de octubre de 2023 se produjo un ataque en masa de las milicias de Hamás contra diversos objetivos en Israel.

Murieron 1.400 israelíes, en su gran mayoría civiles y de todas las edades. Las fuerzas armadas de Israel respondieron y al cabo de 19 días siguen respondiendo con un ataque aún más violento contra la Franja de Gaza, cuyo fin es, según el gobierno israelí, «exterminar a todos los terroristas de Hamás».

En el momento en que escribo estas líneas hay ya más de 5.700 palestinos muertos, de los cuales, según UNICEF, 2.360 son niños; es decir, casi dos niños palestinos muertos por cada israelí (incluidos adultos y militares) o en conjunto más de cuatro palestinos de toda edad por cada israelí caído.

Pero según el gobierno israelí, la represalia no ha hecho más que empezar. Sin ninguna duda, los milicianos de Hamás podían contar con represalias extremadamente mortíferas y también con una exacerbación de los ánimos en el conflicto. Pero, por otra parte, no se puede olvidar el sufrimiento, las matanzas, el despojo y la humillación que los palestinos sufren desde hace 75 años por parte de Israel, así como tampoco el sistemático e impune desprecio israelí por el derecho internacional y las resoluciones de la ONU.

Así pues, la actuación de Hamás puede ser considerada criminal, pero la culpa puede también ser atenuada (¡sólo atenuada!) por la desesperación.

Hamás calla y el gobierno de Israel incluso protesta contra el Papa por sus palabras.

La Iglesia Católica, por medio del Papa Francisco I, ha condenado el ataque de Hamás y las represalias israelíes y ha llamado a la calma y a renunciar al uso de la fuerza. El Patriarca Latino de Jerusalén se ha ofrecido como rehén a cambio de la libertad de los prisioneros israelíes de Hamás. Nadie parece hacerles caso: Hamás calla y el gobierno de Israel incluso protesta contra el Papa por sus palabras.

Como hemos visto, entre el atentado de Via Rasella y la represalia de las Fosas Ardeatinas, por una parte, y el ataque de Hamás y el bloqueo y bombardeo de Gaza, por otra, hay notables similitudes. Pero también hay diferencias. Las víctimas de los partisanos fueron en su mayoría militares, las de Hamás civiles, incluso niños. Los nazis mataron en las Fosas Ardeatinas sólo a varones adultos, mientras el ejército israelí no hace diferencias de edad ni de sexo.

La inmediata venganza alemana tuvo casi la apariencia de un crimen pasional en masa; pero las represalias israelíes, pasada la primera e inevitable cólera, continúan de manera sistemática y muy intensa al cabo de casi tres semanas. Lo más trágico es la diferencia de dimensiones entre ambos hechos históricos: los famosos acontecimientos de 1944 son casi una bagatela comparados con las atrocidades que están acaeciendo desde este 7 de octubre.

Tampoco sabemos si alguna vez habrá algo así como unos tribunales de Nuremberg para juzgar los crímenes cometidos en esta guerra

Ahora bien, tal vez la diferencia políticamente más grave sea que en 1944 las represalias provenían de un régimen que actuaba con absoluta coherencia con sus principios totalitarios. En 2023, en cambio, las represalias vienen de un régimen parlamentario que paradójicamente pretende actuar en nombre de la democracia y del derecho. No sabemos si por cada israelí caído se matará a diez palestinos (o a más o a menos…). Tampoco sabemos si alguna vez habrá algo así como unos tribunales de Núremberg para juzgar los crímenes cometidos en esta guerra, aunque no lo parece.

Cicerón afirmaba que la historia es maestra de vida y luz de la verdad (historia magistra vitae lux veritatis). Es evidente que de las lecciones que nos da la historia aprendemos poco o nada. Somos muy malos alumnos.

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