Los voluntarios de una ONG son personas que dedican su tiempo, habilidades y esfuerzo de manera desinteresada para contribuir a una causa social, ambiental, cultural o humanitaria.
Aquí tienes algunas de sus características principales:
Compromiso: Están motivados por el deseo de generar un impacto positivo.
Altruismo: Actúan de manera desinteresada, sin esperar una compensación económica a cambio, aunque pueden recibir formación.
Responsabilidad: Cumplen con las tareas asignadas de forma seria y puntual, respetando los valores y normas.
Capacidad de adaptación: Se enfrentan a entornos y situaciones diversas, por lo que es importante que sean flexibles y estén dispuestos a aprender.
Trabajo en equipo: Colaboran con otros voluntarios, empleados y beneficiarios, fomentando la cooperación y el respeto mutuo.
Empatía y sensibilidad social: Comprenden y respetan las realidades de las personas o comunidades con las que trabajan, mostrando comprensión y apoyo.
Proactividad: Suelen tomar la iniciativa para proponer soluciones o mejorar procesos dentro de la organización.
Formación continua: Aunque no siempre es un requisito tener experiencia previa, muchos voluntarios buscan capacitarse para desempeñar mejor su labor.
Comunicación efectiva: Saber escuchar y expresar ideas claramente es fundamental, especialmente cuando se trabaja con comunidades o en equipo.
Ética y confidencialidad: Respetan la privacidad de la información y actúan de acuerdo con principios éticos.
He buscado las características que comparten todos los voluntarios de cualquier ONG, porque quiero aplaudir y reconocer a unas personas que dedican la mayor y mejor parte de su vida a darse a los demás. Se entregan a los más necesitados de nuestra sociedad: los jóvenes, esos que llenan las listas de espera en psiquiatría.
Estos voluntarios se preocupan por llenar el tiempo de ocio de los jóvenes de manera constructiva, buscando formar sin aburrir, escudriñando la mejor forma de que reflexionen, se conozcan a sí mismos, sean buenos estudiantes, buenos hijos, deportistas con señorío. Trabajan para que se conviertan en hombres y mujeres con criterio, capaces de resistir la presión de las modas, las drogas y otras adicciones que podrían hacerles perder el rumbo.
A veces, estos voluntarios acuden a su encuentro con entusiasmo, con la energía renovada por la ilusión de marcar una diferencia en la vida de esos jóvenes. Otras veces, sin embargo, llegan sin ganas, agotados por sus propios problemas, el cansancio acumulado de la semana o las responsabilidades personales que también arrastran. Pero, pese a todo, siempre están ahí. Con una constancia admirable, se plantan frente a grupos de adolescentes que, muchas veces, los reciben con indiferencia, desinterés o incluso rebeldía. Y aún así, ellos no se rinden.
Con paciencia y cariño, soportan al adolescente díscolo, al que desafía, al que parece no escuchar, al que llega tarde o no muestra el más mínimo interés. Pero no solo lidian con ellos; muchas veces también tienen que enfrentarse a nosotros, los padres, esos que no siempre valoramos su entrega ni reconocemos la generosidad de la persona que tenemos delante. Pretendemos que estos voluntarios lleguen a donde nosotros no hemos llegado, que consigan abrir puertas que en casa permanecen cerradas, que siembren valores que quizás nosotros no supimos transmitir. Y lo hacen, sin reproches ni quejas, sabiendo que su labor es un complemento, no un reemplazo, y que su impacto puede ser silencioso pero profundo.
Estoy hablando de los monitores que sacan adelante los clubes del Opus Dei: Jorge en Valladolid, Raquel e Inés en La Coruña, Jaime en Valencia, Fran… y todos aquellos que no conozco. A todos vosotros: gracias, gracias, gracias. Gracias por ofrecer vuestro minuto heroico por mi hijo.
He buscado las características que comparten todos los voluntarios de cualquier ONG, porque quiero aplaudir y reconocer a unas personas que dedican la mayor y mejor parte de su vida a darse a los demás Share on X