En un momento especialmente delicado para la vida política e institucional de España, la Corriente Social Cristiana ha hecho pública una declaración contundente y clara: elecciones y regeneración política ya.
Puedes leer la declaración completa aquí.
Lejos de tratarse de una proclama partidista, el documento refleja una profunda preocupación moral, cívica y espiritual por el rumbo de nuestro país, haciendo un llamamiento a todos los ciudadanos —especialmente a los cristianos— a asumir su responsabilidad ante una crisis que amenaza las bases mismas de la democracia.
Una crisis institucional sin precedentes
La declaración comienza con un diagnóstico firme:
España atraviesa una crisis institucional sistémica, que no puede considerarse una más entre tantas.
No es un simple cambio de ciclo político o una turbulencia mediática. Se trata de una erosión profunda que afecta a los pilares esenciales del sistema democrático: el Parlamento, el Gobierno, los partidos políticos y, por extensión, la legitimidad de las instituciones.
El actual Gobierno y sus socios de investidura han bloqueado de facto la alternancia democrática, imponiendo una lógica de poder absoluto que niega la posibilidad misma de oposición efectiva. Esta situación genera una partitocracia que, lejos de resolver los problemas del país, los agrava. El Parlamento deja de ser un espacio de deliberación y control, convirtiéndose en un mero instrumento de validación del Ejecutivo.
Corrupción e impunidad: síntomas de una enfermedad más profunda
Uno de los aspectos más graves que denuncia la declaración es la presencia de corrupción en diversas estructuras del Estado: ministerios, empresas públicas y otros órganos relevantes están bajo sospecha. Más allá de casos puntuales, se habla de una corrupción estructural, que no encuentra contención ni vigilancia adecuada desde el propio Gobierno.
En este contexto, se cuestiona la capacidad del presidente Pedro Sánchez para ejercer su función como garante del interés público. No se le acusa directamente de corrupción, pero sí de una ceguera política inaceptable en alguien que ostenta la jefatura del Ejecutivo. Gobernar exige conocer, prever, vigilar y actuar. No basta con decir «no lo sabía». Esa ignorancia —voluntaria o no— constituye un fallo ético y político grave.
La Constitución necesita reforma: una concentración de poder peligrosa
Otro aspecto destacado es la crítica al diseño constitucional vigente, que si bien fue eficaz en su momento, hoy presenta deficiencias evidentes. La moción de censura, la moción de confianza, e incluso las funciones simbólicas del jefe del Estado no constituyen auténticos mecanismos de control ni de equilibrio de poderes.
En la práctica, el presidente del Gobierno concentra un poder excesivo, dejando al ciudadano desprotegido ante posibles abusos o negligencias.
Este análisis coincide con una creciente percepción ciudadana: según numerosas encuestas, los españoles desconfían cada vez más de los partidos políticos, percibidos como estructuras alejadas del bien común y demasiado centradas en el interés propio.
La declaración también pone el foco en la situación en Cataluña, donde el autogobierno ha quedado subordinado de forma inédita a los intereses del PSOE y del presidente del Gobierno. Esta dependencia compromete la autonomía institucional que otros presidentes socialistas supieron preservar, agravando la parálisis política y el distanciamiento entre las instituciones y los ciudadanos.
Regeneración política y moral
Más allá de la exigencia de convocar elecciones generales inmediatas, el documento propone una regeneración moral profunda.
No se trata únicamente de cambiar nombres o siglas, sino de repensar las bases éticas de nuestra vida política. Y aquí, el papel de los cristianos resulta esencial.
La Doctrina Social de la Iglesia afirma con claridad: “La corrupción es uno de los signos más graves de la decadencia moral” (Compendio, n.º 411). El Catecismo también lo recoge: el fraude, los sobornos y el enriquecimiento ilícito violan el séptimo mandamiento. Y recuerda que toda autoridad solo es legítima si se orienta al bien común (n.º 1903). Por tanto, los católicos —tanto de fe como de cultura— no pueden permanecer indiferentes. El Evangelio exige compromiso, vigilancia, responsabilidad y acción.
Una insumisión cívica organizada y pacífica
Frente al colapso institucional, la Corriente Social Cristiana propone algo más que un cambio electoral: una respuesta cívica organizada, incluso con actos de insumisión civil si fuera necesario, como herramienta legítima frente a la corrupción y la degeneración del sistema político. Este planteamiento, que recuerda a las grandes movilizaciones por los derechos civiles, se fundamenta en la convicción de que el sistema actual ya no sirve adecuadamente al ciudadano.
Lejos del populismo o la demagogia, la Corriente llama a una acción ciudadana pacífica, legal y moralmente fundada.
Se trata de recuperar el alma de la política, ese servicio noble al bien común que ha quedado sepultado por la lógica del poder, el clientelismo y el cortoplacismo.
No hay tiempo que perder
En definitiva, la declaración de la Corriente Social Cristiana es una llamada urgente a la conciencia nacional. España necesita elecciones y regeneración política ya.
Pero también necesita un despertar moral, una ciudadanía comprometida y una acción clara desde los cristianos, que no pueden aceptar la corrupción, la mentira y la deslegitimación del poder como parte del paisaje cotidiano.
Como comunidad de fe y cultura, como ciudadanos responsables y como herederos de una tradición que ha contribuido decisivamente a la democracia, los cristianos deben responder en medio de esta oscuridad institucional.