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La Joya más preciada

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Es hora de darle fuerte al mazo. Hora ya sonada de extraer los filones de oro que tenemos ahí delante incrustados en la roca, tan al alcance de la vista y de la pica, a esas profundidades que “a oscuras y en celada” (Canción 2 del poema “En una noche oscura”, de san Juan de la Cruz) los arqueólogos espeleólogos que nos han precedido nos los han dejado tan bien delimitados. Parecían cavidades remotas e insondables, y ya ves, ¡los tenemos delante! ¿Te atreves a darle fuerte? Basta la fuerza de la voluntad, porque el resto lo pone el Creador. Es cuestión de “sí” o “no”, no hay más.

No es fácil, pero es necesario. Es cierto que no todos son capaces de aguantar esas inclemencias del tiempo resaltadas sobre el terreno, pero van surgiendo por aquí y por allá obreros valientes y abnegados dispuestos a darlo todo por servir de enlace entre la voluntad de Dios y la voluntad del ser humano: ellos serán los hombres y las mujeres de “una multitud que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, […] vestidos con túnicas blancas y con palmas en las manos” (Apc 7,9). Aquí, en la “Gran Tribulación” (Apc 7,14), se ganarán la bienaventuranza eterna. ¡Bienaventurados sean!

¿Te vienes? Cuantas más personas haya que se sumen entusiasmadas, mejor y con menor contratiempo llegaremos a extraer el preciado mineral que desde tiempo inmemorial marca al precio del quilate la riqueza de los pueblos. Con él combinan a la perfección otros minerales, y juntos conforman joyas de valor “más preciado que el oro”, como señala el refrán, cuna de la sabiduría del pueblo. Si me permites el atrevimiento, te confesaré que, sin mirada de eternidad, el poseer una de esas joyas en las manos quema el corazón de ardua complacencia. ¡Sea para Dios todo lo creado! ¡A Él retorne todo lo vivido! Él es –sin tacha- Principio y Fin, Alfa y Omega (Apc 21,6), la Luz que alumbra, arrasa y limpia la Ciénaga del estiércol y de la corrupción. Así sentida, la complacencia muda de vana en celestial, pues en Él –el Creador– se replegará la Creación entera… cuando hayan sonado todas las trompetas (Cfr. Apc).

Cierto que a día de hoy es extraña esa especial vocación de extractor de joyas. Porque el desvelador de almas tiene mucho de extractor de joyas. No porque sea una llamada rara, sino porque es sutil, exigente y a simple vista poco agradecida. Pero determinante. Ten en cuenta que –para ponerle poesía con palabras del zorro al Principito de Saint-Exupéry– “No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”. ¿Acaso no hay cosas que valen más que lo que cuestan?

Te susurro al oído lo que gritan mis palabras: hay cosas que solo puedes decir y hacer tú. ¿Te decides a “liberarlas” dándoles vida? Toma mi mano, alcánzale la tuya al hermano y formemos hermanados la cadena del Espíritu que da la Vida. ¿Deseas sentir esa sensación r-e-a-l que llena el corazón de aire puro a cada bocanada? ¿Te atreves a probar de darlo todo para sentir el alma inflamarse de Bien y de Sentido? ¡Ánimo! ¡Siéntete libre de soltar las amarras de la mundanidad y remar con ímpetu en busca del horizonte de la Verdad y de la Vida! Ellas son las únicas que dan a todas las joyas su auténtico valor, mucho más que lo que cuestan: la Santidad.

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