Cuentan que alguien preguntó un día al santo cura de Ars, San Juan María Vianney, si era verdad que vivía siempre inmerso en los misterios divinos.
-¡Ah! Pero, ¿existe otra cosa que los misterios divinos?
No, el santo -tan santo como torpe fue para los estudios- no vivía inmerso en la Santísima Trinidad. San Juan María sabía que TODO es un misterio divino: desde una palabra de Jesucristo hasta la sonrisa de un niño, una brizna de hierba, las galaxias y «La guerra de las galaxias», un atardecer, un dolor de muelas o un buen vino.
O, ahora, un mal virus.
Paz y Bien. Respeten el misterio, escuchen al misterio, admírenlo; si no lo hacen, se alejarán de esa Paz que les deseo sinceramente.