Para elevarse hacia el Cielo, ir hacia Dios, hay que actuar como si se viajara en globo: pesar poco, estar desprendido de las cosas y de uno mismo. Esta es una de las ideas del libro “Dios no pide el currículum”, de Daniel Arasa, un canto al amor de Dios y a la vida.
A partir de vivencias, inspiraciones y pensamientos expuestos sin pretensión de aparecer como maestro sino con el deseo de que sean útiles a otros, Daniel Arasa hace un repaso en profundidad con visión espiritual a multitud de aspectos de la vida cotidiana, no entendiendo aquella como un conjunto de reglas y prohibiciones, y ni siquiera considerar que lo más importante sea el premio o el castigo, sino el amor. Lo señala el subtítulo “Testimonios y reflexiones espirituales de un periodista”.
Personas que leyeron el manuscrito manifestaron que el lector se encontrará ante un libro de teología profunda redactado en un lenguaje periodístico y cuyo contenido brota más de las experiencias de la vida ordinaria que de la especulación. Uno lo calificó de “una revolución” en la forma de explicar muchos aspectos del cristianismo, y un anciano sacerdote ha dicho: “Ojalá nosotros hubiéramos tenido a mano algo tan asequible para los fieles”.
El libro tiene unidad, pero cada capítulo puede ser entendido independientemente sin seguir el orden. La primera parte surge de la observación de la vida cotidiana, desarrollando aspectos como “aprender a perder peso y no en la báscula”; evidencia el despropósito de quienes manifiestan hasta en los medios de comunicación que no se arrepienten de nada de cuanto han hecho en su vida; el tener claro el sentido de la existencia; el valor del dolor acerca del cuál no hay que preguntar el “por qué” sino el “para qué”; el desear morir exprimido como un limón tras haber dado todo en bien de los demás; el autoanalizarse e indignarse contra sí mismo antes de hacerlo con los otros; se afirma que formarse de verdad consiste más en adquirir virtudes que en saber muchas cosas; etc.
Recuerda que no hay que confundir santidad con perfección, sentencia que los santos son los grandes revolucionarios y, que, además, no son personajes raros, porque se puede alcanzar la santidad “por lo civil”, en medio de la calle, a través de la vida ordinaria y participando en las instituciones y los quehaceres humanos. Basta con que la mirada interna se dirija al Cielo.
Muestra el valor de la oración como sustrato sustancial de toda vida interior y apostolado, afirmando, además, que ser apóstol no exige estudiados métodos ni disponer de grandes medios, sino que brota con espontaneidad en todo cristiano que vive su fe.
Otros apartados hacen referencia a la secularización de la sociedad y la ausencia de los cristianos de la vida pública. Mete el dedo en la llaga en el capítulo “Católicos muy aplaudidos? ¡Huele mal!”, recordando que Cristo fue signo de contradicción, y lo mismo les ocurre a quienes siguen sus pasos y no hay cristianismo sin cruz.
Daniel Arasa pone sobre la mesa el peligro de que, por adaptarse al mundo, se aboque a un catolicismo “de agua destilada”, por ser incoloro, inodoro e insípido, así como la probabilidad de que se caiga en una espiritualidad que no compromete.
En el libro se aplaude y se hace un explícito reconocimiento a la ingente labor social de la Iglesia, alertando a la vez de que una acción tan positiva puede hacer caer inconscientemente en la trampa de convertirla en una gran ONG en la que casi se olvida la evangelización. Y, además, llevarla a que permanezca callada ante aberraciones, porque a menudo depende del soporte público.
A través del capítulo “El Papa siempre es el Papa” el autor expresa el amor al Santo Padre y sale al paso de los cristianos que juzgan solo humanamente al Romano Pontífice y critican sus actuaciones. Ve muy legítimo que un católico pueda preferir un Papa a otro, pero sin dejar de estar siempre junto al Papa reinante.
Frente a lo que ocurre en una sociedad superficial e infantilizada, señala que la realidad de la muerte no se debe esconder. “La muerte nunca pilla desprevenido al sabio”, escribe el autor parafraseando a Jean de la Fontaine. Recuerda la importancia de llegar “ligero de equipaje” al final de la vida, desprendido de muchas cosas, y, a la
vez, conocedor de que Dios es un padre amoroso y no un cazador a la espera de su presa.
Alude también al Cielo, el Infierno y el Purgatorio. Siguiendo a Cristo y con Él la doctrina de la Iglesia, se recuerda que el Infierno existe, aunque resulte difícil de entender para la pobre inteligencia humana, pero el autor añade que nadie va a parar allí “por un mal cuarto de hora”.
No falta una reflexión en torno a la vertiente final de la vida. Descarta que uno alcanzará el Cielo por méritos propios, por llevar consigo una mochila llena de buenas obras. Aunque estas sean positivas e incluso inspiradas por Dios, lo central es haberle dejado obrar en cada uno de nosotros. Por ello es un libro de acción de gracias. En
consecuencia, el texto contiene una elevada dosis de autocrítica, porque el autor reconoce que en no pocos aspectos ha equivocado el objetivo, e incluso en algunos ha fracasado.
El rector de la Universitat Abat Oliba-CEU, Rafael Rodríguez Ponga, escribió el prólogo en el que, entre otras cosas, dice: “En cierto modo, estamos ante un libro de autoayuda para conseguir la felicidad, porque reflexiona ampliamente sobre cómo conseguirla: ‘Para ser feliz hay que meterse en líos […]. Solo llega a través de hacer
felices a los demás, lo cual obliga a implicarse de una u otra manera en acciones a su favor. Por tanto, en tener líos. […] Tampoco radica la felicidad en evitar las dificultades, sino en encontrar el sentido. […] ¿De dónde entonces viene la felicidad? De Dios”. Al final, todo acaba como había empezado. Con la primera palabra del título”.
“’Meterse en líos’, ‘tener líos’. Todo un programa para desarrollar una amplia actividad que nos lleve a la felicidad. Todo un consejo para personas comprometidas».
Sobre el autor:
Daniel Arasa ha publicado más de treinta libros, una gran parte de historia y varios de ellos relacionados con aspectos religiosos, como “Entre la Cruz y la República”, “Católicos del bando rojo”, “Drets humans i religió a Catalunya“ y “Cristianos entre la persecución y el mobbing”, así como otros relacionados con la familia y la educación. Asimismo, colabora en las páginas religiosas de varios medios de comunicación.
El lector se encontrará ante un libro de teología profunda redactado en un lenguaje periodístico y cuyo contenido brota más de las experiencias de la vida ordinaria que de la especulación Share on X
2 Comentarios. Dejar nuevo
Quizás sea cierto, pero algunas instituciones que se erigen como representantes de Dios (léase entre otros el Opus Dei) sí piden el CV, el detallado, no les vale el resumido.
Puedo confirmar que es así en honor a la verdad por experiencia propia y ajena.
La razón la ignoro, pero voy a leer dicho libro para intentar ver dónde està la contradicción. El autor lo vale y precisamente por su vinculación con el Opus Dei quizá encuentre alguna pista útil.