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Fallece Alasdair MacIntyre: conversión al catolicismo y aportaciones tomistas

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El pasado 21 de mayo de 2025 falleció, a los 96 años, Alasdair MacIntyre, filósofo escocés-estadounidense considerado uno de los más grandes pensadores éticos del siglo XX y comienzos del XXI. Su partida representa una gran pérdida para el mundo académico y para todos aquellos preocupados por la crisis moral contemporánea. Su extensa obra marcó profundamente la filosofía moral, reintroduciendo al debate actual perspectivas clásicas, particularmente la aristotélico-tomista, en diálogo constante con la modernidad.

Nacido en Glasgow en 1929, MacIntyre tuvo una trayectoria intelectual notablemente compleja y diversa. Sus primeros años estuvieron marcados por un intento de conciliar el marxismo con el cristianismo. Llegó incluso a formar parte brevemente del Partido Comunista Británico, atraído por su crítica a las injusticias del liberalismo capitalista, aunque lo abandonó rápidamente al constatar las contradicciones y atrocidades del régimen soviético. Durante las décadas siguientes, vivió un profundo desengaño tanto con el marxismo como con el cristianismo de corte liberal, llevándolo a un periodo de escepticismo intelectual y personal profundo.

Este escepticismo, sin embargo, no fue el fin, sino el comienzo de un camino decisivo.

A partir de los años setenta, MacIntyre se trasladó a los Estados Unidos, periodo en que se dedicó intensamente a repensar las bases mismas de la filosofía moral. Fruto de esta reflexión crítica, publicó en 1981 su obra más influyente, After Virtue (Tras la virtud), en la cual realiza un diagnóstico devastador del estado moral del mundo moderno. Según MacIntyre, la Ilustración fracasó rotundamente al intentar fundamentar una moral racional autónoma, separada de cualquier finalidad trascendente o teleológica. El resultado fue un emotivismo ético que reduce las discusiones morales a meras preferencias personales o luchas de poder, incapaces de ofrecer soluciones genuinas a los dilemas morales contemporáneos.

En medio de esta intensa actividad filosófica, MacIntyre experimentó un giro personal y filosófico decisivo al redescubrir la tradición de Santo Tomás de Aquino.

De hecho, fue al intentar enseñar a sus estudiantes las supuestas limitaciones del tomismo cuando, paradójicamente, encontró en este sistema filosófico la coherencia y solidez intelectual que no había hallado en otras filosofías modernas. Este proceso llevó a MacIntyre en 1983 a su conversión al catolicismo. No fue un acto exclusivamente espiritual o religioso, sino profundamente intelectual, sustentado en la convicción racional y ética que encontró en el tomismo como filosofía integral que daba respuesta a los problemas morales modernos.

La influencia de Santo Tomás es especialmente palpable en su posterior obra, Tres versiones rivales de la ética (1990).

Aquí MacIntyre analiza y confronta tres modos radicalmente distintos de entender la ética:

La tradición ilustrada o enciclopédica, que busca una racionalidad neutra y universal.

La tradición genealógica de Nietzsche, que reduce la moral a expresiones de poder.

La tradición tomista-aristotélica, que él adopta y defiende. MacIntyre sostiene que solo la tradición tomista ofrece una comprensión racionalmente sólida y existencialmente coherente de la vida moral. Según esta tradición, la ética no puede desvincularse del contexto narrativo e histórico en el que se inserta, ni puede entenderse separada de la comunidad y los fines últimos del ser humano.

Para MacIntyre, la tradición tomista-aristotélica establece claramente que la virtud no es una mera abstracción filosófica, sino que surge de la vida comunitaria y las prácticas sociales compartidas. Las virtudes son hábitos cultivados dentro de comunidades que comparten una narrativa común sobre el bien y la vida humana. Es precisamente esta perspectiva la que permite superar la fragmentación y relativismo moral que aqueja al mundo contemporáneo.

Desde la perspectiva tomista, MacIntyre insiste en que la ética debe incorporar una dimensión esencialmente teleológica, es decir, orientada hacia un fin último y trascendente. El ser humano posee una naturaleza racional que apunta hacia ciertos bienes objetivos, y la moral consiste en alcanzar dichos bienes mediante el desarrollo de las virtudes, especialmente la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. Este retorno a Tomás de Aquino y Aristóteles no es simplemente un acto nostálgico o académico, sino una propuesta práctica para reconstruir las bases éticas necesarias en un mundo moderno que ha perdido su rumbo moral.

Además, MacIntyre enfatiza que ninguna tradición ética se encuentra aislada o es inmune al diálogo crítico con otras tradiciones. La fortaleza de la tradición tomista, según argumenta, reside en su capacidad de someterse a constantes revisiones internas, resolver crisis epistemológicas y dialogar racionalmente con otras perspectivas éticas, mostrando su superioridad al ofrecer respuestas sólidas a los problemas morales del presente.

En su obra posterior, Animales Racionales Dependientes  (1999), MacIntyre amplía esta perspectiva tomista, subrayando que el florecimiento humano está profundamente conectado con nuestra naturaleza interdependiente y vulnerable, resaltando virtudes como la humildad y la compasión, esenciales para reconocer nuestra dependencia mutua. De este modo, MacIntyre no solo recupera el legado clásico, sino que lo actualiza para enfrentar problemas éticos contemporáneos.

Alasdair MacIntyre deja así un legado filosófico extraordinario.

No solo diagnosticó agudamente la crisis moral moderna, sino que proporcionó una solución clara y racional a través de la recuperación y actualización de la tradición aristotélico-tomista. Su filosofía reivindica la importancia fundamental de la virtud, la comunidad y la tradición, contrarrestando el relativismo moral y la fragmentación de la vida moderna.

La relevancia de su aporte radica en haber logrado unir rigor filosófico con un profundo compromiso ético y espiritual, demostrando que una vida racional auténtica conduce, inevitablemente, hacia horizontes trascendentes. Su muerte deja una profunda huella, pero también un legado rico y vivo, que seguirá inspirando a quienes busquen respuestas sólidas y profundas frente a la crisis moral contemporánea.

Con Alasdair MacIntyre desaparece una de las voces más lúcidas y convincentes de nuestro tiempo, pero su pensamiento permanece vivo como una invitación permanente a redescubrir las raíces clásicas y cristianas de la ética, no solo como recuerdo histórico, sino como una urgente necesidad para enfrentar con coherencia y esperanza los desafíos morales de nuestro tiempo.

Su muerte deja una profunda huella, pero también un legado rico y vivo, que seguirá inspirando a quienes busquen respuestas sólidas y profundas frente a la crisis moral contemporánea Compartir en X

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • Santo Tomás.

    Como dicen: «el más sabio de todos los santos; el más santo de todos los sabios».

    Hasta al problema del mal, un problema que desafía mentes prodigiosas, un problema rompecráneos, le dio respuestas satisfactorias.

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