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Hay algo mejor que ser madre, ser padres

Familia

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El mundo actual ha relegado la maternidad a un producto «de alta gama», un lujo para algunos, un simple deseo para otros.  Pero, en cualquier caso, siempre está sujeto al amplio repertorio de opciones que ofrece la sociedad y el mercado. Se ha ido perdiendo el verdadero lujo, el don de la maternidad.

Hace unas semanas Lavinia Mennuni, parlamentaria de Fratelli d’Italia, instó a las madres a recordar a sus hijas que su «primera aspiración debe ser ser madre» y abogó porque la maternidad vuelva a ser «cool». Esta afirmación generó reacciones diversas, pero también abrió un espacio valioso para un debate más profundo sobre la maternidad. Debate muy necesario.

Maternidad y paternidad

Antes de nada, es importante reconocer que poner el foco exclusivamente en la maternidad no aborda la totalidad del panorama. La falta de atención a la paternidad y a la importancia de las relaciones estables revela un vacío en nuestras discusiones sobre la familia y sobre la apertura a la posibilidad de tener hijos. Nadie se embarca en el gran viaje si duda de su compañero de fatigas. El papel del padre, a menudo arrinconado, se convierte en una pieza clave del rompecabezas y es crucial explorar más a fondo cómo la falta de paternidad afecta a nuestra sociedad y a la curva demográfica. Tener o no hijos es algo que se discierne dentro del matrimonio. Tener hijos convierte en “padres”.

¿Es la maternidad un invento del patriarcado o es que erróneamente su autenticidad se ha desvirtuado hacia una expresión más individualizada y selectiva?

La narrativa pública sobre la maternidad a menudo se enfoca de manera, radicalmente feminista,  simplista  en los desafíos y las dificultades económicas asociadas, dejando de lado las experiencias positivas y significativas de aquellos matrimonios que contra viento y marea han acogido en el matrimonio el regalo de ser padres. Es crucial equilibrar el discurso, a un discurso de dos, para reflejar una verdad completa en lo que se refiere a la formación de una familia.

La familia, lugar a proteger

Es una realidad que la sociedad y la política deben hacer frente a los obstáculos que dificultan la elección de tener hijos. Pero es aún más urgente promover un cambio cultural, pues se ha vinculado erróneamente la realización personal con la ausencia de compromisos familiares.

El verdadero problema no está en  la maternidad o la paternidad, sino en que la sociedad actual ha perdido la esperanza. Ante un mundo que bucea en el individualismo, es imprescindible recordar la esencia del amor conyugal, que perdura en el tiempo y que tiende a ser exclusivo, punto fundamental para la dignidad humana.

Así que, más allá de la moda y las tendencias, la sociedad debería explorar y valorar «el camino del amor», reconociendo que el amor maduro y la formación de familias sólidas pueden no estar en el centro de las conversaciones actuales, pero es una travesía valiosa hacia la plenitud de la existencia y de la sociedad.

Un fenómeno turbador está ya afectando a España, donde una proporción significativa de jóvenes, especialmente aquellos entre 30 y 44 años, parece rechazar la idea de tener hijos en los próximos cinco años. Esta tendencia plantea preguntas fundamentales sobre las aspiraciones y preocupaciones de la juventud española en relación con la formación de una familia. No hace falta nada más que ver los datos del INE de los últimos años, en la primera mitad del 2023 hubo en España 155.629 nacimientos. Se trata de la  cifra más baja registrada.

¿Cómo sociedad, dónde ponemos el foco? Casi nadie pregunta a una pareja por qué quiere tener hijos o por qué es feliz con la familia que Dios le ha regalado. ¡Cómo cambiaría el panorama si no nos centrásemos en las circunstancias meramente humanas y el miedo abundante (cargas sociales, desarrollo profesional, crisis económica, anticoncepción, aborto…)!

Mucho más que un dato estadístico

A veces, sólo bastaría con decir “Enhorabuena” por encima de cualquier coyuntura personal, para reconocer que el nacimiento de un ser humano es mucho más que un simple dato estadístico.

¿Es realmente verdad que el hijo no aporta nada a la familia y a la sociedad, salvo ocupar un espacio y traernos de cabeza? No olvidemos que el bien común de toda la sociedad está en el hombre. Ante los grandes desafíos que hoy nos presenta la sociedad, la familia no es el problema. La familia es la solución.

Tal y como afirmaba san Ireneo: «La gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios».  Está claro, el problema demográfico es un problema trascendental. Sin esperanza, la vida no merece la pena.

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