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Sabemos cuál es el modelo de éxito para vivir bien, pero está censurado

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En términos estadísticos, de probabilidades, sabemos perfectamente cuál es el modelo de éxito para las personas y la sociedad. El modelo que responde mejor al cumplimiento del bien común: conjunto de condiciones que permiten a todos los miembros de una comunidad alcanzar un nivel de vida satisfactorio, promoviendo la justicia, la equidad y la prosperidad colectiva.

La fórmula no tiene secreto, aunque generalmente no forma parte de los millones, como mínimo, de libros de autoayuda: el matrimonio, los hijos y la estabilidad familiar. Esta ha sido y es la base del progreso.

Todo lo contrario de lo que proclama la cultura de la desvinculación y sus poderes estatales, que sostiene que todos los modelos familiares son iguales, cuanto más variopinto mejor, a rebufo de la autodeterminación del sexo. Una entelequia biológica, porque lo máximo que se consigue es una variación de la apariencia, es decir, de determinados caracteres sexuales secundarios.

Pero, no me desvío. Volvamos al modelo. The Atlantic una revista de Estados Unidos, constituida en 1857, caracterizada por su independencia, el rigor intelectual, la profundidad, la pluralidad de voces y el compromiso con la verdad, publica un llamativo artículo de   Brad Wilcox “El horror de la hipocresía de la élite sobre el matrimonio”, adaptación de su nuevo libro “Get Married.”, que empieza con apuntamiento bien afilado: “A las clases privilegiadas nunca se les ocurriría decir que una forma de vida familiar es mejor que otra. Entonces, ¿por qué siempre están casados?”

El autor del artículo constata que alrededor del 80 por ciento de sus estudiantes, informan que provienen de una familia intacta con padres casados. (el 73 por ciento de los estudiantes de colegios y universidades de élite nacieron de padres casados que desde entonces han permanecido casados, en comparación con el 51 por ciento de los estudiantes de último año de secundaria en todo el país). Al mismo tiempo, la mayoría de sus estudiantes son liberales o progresistas en muchos temas sociales: como mínimo, no juzgan estilos de vida diferentes a los suyos.

Investigaciones voluminosas muestran que nacer en un hogar casado y estable confiere enormes beneficios a los niños, ya sea que los padres sean ricos o pobres.

Investigaciones voluminosas muestran que nacer en un hogar casado y estable confiere enormes beneficios a los niños, ya sea que los padres sean ricos o pobres. “La pregunta que les hago a mis estudiantes sobre sus planes de vida involucra una variante de lo que los científicos sociales llaman la «secuencia del éxito». Las investigaciones muestran claramente que tomar tres pasos: (1) obtener al menos un título de escuela secundaria, (2) trabajar a tiempo completo a los 20 años y (3) casarse antes de tener hijos, aumenta drásticamente sus probabilidades de llegar a la clase media o superior y minimiza las posibilidades de que sus hijos crezcan en la pobreza.

Sin embargo, muchas élites de hoy en día, en asuntos familiares, «hablan a la izquierda» pero «caminan a la derecha», una forma inusual de hipocresía que, por muy bien intencionada que sea, contribuye a la desigualdad estadounidense, aumenta la miseria y raya en lo inmoral.

Esta negativa a afirmar lo evidente, la superioridad de un modelo surge de la idea de que todas las formas de familia son igualmente válidas y valiosas para los niños, y que la diversidad de modelos y su “igualdad” en cuanto a los beneficios que aportan, es una marca de progreso moral en la sociedad. Como se ha forjado esta falsedad que castiga a la gente de menores recursos con un engaño, está por identificar, aunque tiene mucho que ver con el voluntarismo ideológico de negar el pan y la sal a la familia en su concepción clásica.

Algunos católicos se acogen a aquella irracional deriva por aquello de asemejarse al mundo como vía de (¿?) perfección católica. Y se extrañan de que el mejor modelo coincida con la propuesta católica por excelencia y el conjunto de virtudes y valores que deben acompañarla para hacerla realidad. El matrimonio para siempre y los hijos dentro de él.

Que un tipo de alimentación sea mejor, el modelo de dieta mediterránea, no entraña que estemos obligados a comerla, pero sí que sea conocida y accesible.

Se confunden dos cosas: el conocimiento de la bondad del modelo y su afianzamiento en las políticas públicas, con la libertad de elegir el estilo de vida, que en algunos casos en realidad es fruto de las circunstancias. Que un tipo de alimentación sea mejor, el modelo de dieta mediterránea, no entraña que estemos obligados a comerla, pero sí que sea conocida y accesible. Pues lo mismo sirve para algo tan decisivo como el emparejamiento, la maternidad y la paternidad.

Una encuesta de 2019, citada en el artículo, señala que el ochenta y cinco por ciento de los californianos con un título universitario o de posgrado, de entre 18 y 50 años, estuvieron de acuerdo en que la diversidad familiar, «donde los niños crecen en diferentes tipos de familias” hoy en día, debería celebrarse públicamente (en comparación con el 69 por ciento de los californianos sin educación universitaria). Pero, una clara mayoría de los californianos con educación universitaria, el 68 por ciento, informaron que era personalmente importante para ellos tener sus propios hijos en el matrimonio. Entre los que ya eran padres, el 80 por ciento estaban en matrimonios intactos, en comparación con solo el 61 por ciento que no tenían un título universitario.

Según la encuesta de la Familia estadounidense de 2022, entre los liberales con educación universitaria, de 18 a 55 años, solo el 30 por ciento estuvo de acuerdo en que «los niños están mejor si tienen padres casados». Sin embargo, el 69 por ciento de los padres dentro de este mismo grupo estaban casados de manera estable.

Leamos los datos desde otra perspectiva: se trata de la constatación, una más, de que el estilo cristiano de vida, fruto de una cultura cristiana, es una vía mejor hacia la vida buena. ¿Por qué debería extrañarnos? Es lo lógico porque es seguir la vía de Dios, o si se quiere, de la ley natural. Lo que sí debe causar extrañeza es como se ha extendido la idea de lo contrario.

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