Infinidad de veces se privó de su alimento para socorrer a los necesitados

En Monzón, según recuerda el decreto de martirio firmado el 10 de diciembre de 2010 por el prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, el 19 de julio de 1936, el así llamado Comité antifascista, unido a anarquistas y comunistas, tomó las riendas del gobierno. [Los sacerdotes] rechazaron todas las propuestas que se les hicieron a fin de conseguir la libertad, y de palabra y de obra se mostraron felices de entregar su vida por amor a Cristo y a su Iglesia, perdonando a sus perseguidores y ofreciéndose como víctimas a Jesús Sacerdote. Antes de que fueran ejecutados, se escucharon mutuamente en confesión y se mantuvieron en humilde y constante oración. [Tras matarlos], los verdugos, trataron de quemar los cuerpos, cosa que lograron solamente en parte; y así, rápidamente los enterraron en el mismo lugar del martirio. Pero sucedió algo conmovedor mientras sepultaban sus cuerpos; ésos, parcialmente quemados, quedaron fusionados entre sí, de modo que, aunque habían traído dos cajas para su sepultura, determinaron ponerlos en una sola.
Según afirma este estudio sin firma publicado en La Nueva España, el asesinato de los curetas de Monzón y de un total de 24 personas entre las cuales debía haber otros dos sacerdotes -solo sobrevivió a la guerra uno de los seis que vivían en el pueblo, Mosén Manuel Jaime, vicario de la Iglesia de San Juan-, fue obra del POUM catalán, plegándose al afán de venganzas de su sección local.
Entre los testimonios sobre los curetas, el párroco José Luis Pueyo, cita tres sobre Mosén Jordán. El de Consuelo Turón, viuda de Faustino Rufas administrador local de Correos, también asesinado: «Se destacaba por la caridad hacia los necesitados, siendo sus preferidos los niños, pobres y enfermos; gustando estar con ellos, no escatimando ni sacrificios ni limosnas, privándose de lo superfino para darlo a los demás. Cuando familiarmente le preguntábamos qué tal iban sus ahorros, nos contestaba que el sacerdote debe ser pobre». El de Irene Subías: «He visto su gran sentimiento y piedad hacia los pobres y cómo infinidad de veces se privó de su alimento para socorrer a los necesitados«. Y el de la Hermana Faustina, de la comunidad de Santa Ana: «Era extraordinaria su caridad, pudiendo decirse con todo acierto que no tenía un céntimo suyo. ¡Cuántas veces, al reconocer que tenía que pedir dinero a su familia para pagar el hospedaje, le reprendíamos cariñosamente: ‘Pero ¿qué hace usted de su dinero?’ Nunca quiso decírnoslo, contentándose con evadir la respuesta; pero nosotras sabíamos muy bien adónde iban a parar sus monedas».
De la carta con que Mosén Jordán se despidió de su padre, se ha destacado esta frase:
«Estoy muy contento de padecer este martirio por la causa de Cristo … sentiría mucho no poder morir por El».

Jaime, inolvidable en Cristo Jesús, hermano mío: Estas son seguramente mis últimas letras que te escribo en esta Tierra: te llevo en mi corazón, hermano mío. El primero que llegó al sacerdocio se ha trocado en hostia del sacerdote Jesús en vez de ser sacerdote del Jesús hostia. Hermano de mi corazón, me ha pedido Dios durante estos días muchos sacrificios pero se ve que me quiere arriba en la cruz. Yo me ofrezco totalmente a Él como siempre me he ofrecido y conmigo todas mis cosas. Recibe la última bendición de mis manos consagradas, que era tu sueño podérmelas besar y que juntamente contigo la envíes también a los míos. Hasta el cielo. Allí te espero.
A sus padres, el mismo día les escribió:
Inolvidables papás, tíos y hermanitos en Cristo Jesús. Dos letras de despido acá en la tierra. Me parece haber llegado a la hora destinada por la Divina Providencia de dar nuestra vida por Cristo, después de haber esperado este dichoso momento veinte o más días. Estad tranquilos porque me truecan este destierro en vida mejor, el cielo. Oh, el cielo, quién no suspira y quién no anhela por él. Había pedido a Dios durante toda mi vida seminarística que me dejara llegar al sacerdocio y cuando llegué a él no le pedí otra cosa a Dios que ser pastor de almas y hasta el martirio. No me resta sino pediros perdón a vosotros (···) por las faltas que he podido cometer de caridad con vosotros.
Y añadía una post-data: Perdono a todos.
Sobre Mosén Nadal diría el futuro párroco de posguerra Mosén Macarulla: «Tuvo especial interés por que las jóvenes aprendiesen a bautizar, diciéndoles que pronto se verían precisadas a actuar, por ausencia de los sacerdotes. Me llamó poderosamente la atención que, habiendo conocido al Rvdo. Nadal en el Seminario como alumno de corta inteligencia, alabasen los feligreses de Monzón sus sermones y conferencias como cosa extraordinaria, así como que le tuviesen por un gran director de conciencias». El mártir escribió: «Tengo miedo que no me vuelva adocenado. Que no vea otra cosa que almas para llevarlas a Dios. Que no intente nunca en mi ministerio sacerdotal ningún fin torcido ni mundano. Dios, mi alma y almas, nada más, nada más».
Un patrono para el Misterio de Elche y la acción social católica


Misionero paúl en China

Hacia el 25 o 26 de julio de 1936, el Comité marxista de Totana expulsó al P. Acosta del colegio y hospital. Al no poder regresar a Madrid, porque su comunidad ya estaba perseguida y la casa incautada, lo recibió en su casa un pariente llamado Evaristo Martínez García que lo atendió y lo defendió hasta el último momento. De su casa lo sacaron a golpes y empujones, a primeros de agosto del mismo año.
Estuvo algún tiempo en la cárcel de la ciudad, más tarde lo dejaron en libertad, pero para volver a prenderlo y repetir en la calle la escena de vejaciones y atropellos. Le rompieron las gafas, al no ver, se cayó en la escalera de la cárcel y en el suelo le pegaban con los fusiles y le hacían rodar a patadas. Esto fue a primeros de septiembre. En la cárcel se encontró con dos santos sacerdotes: D. Juan José Martínez Romero y D. Pedro José Rodríguez Cabrera. Con ellos se preparó para el martirio. Fusilaron a los tres sacerdotes juntos dentro de la cárcel el 31 de enero de 1937.
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