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Disforia ¿un viaje a lo absurdo? El caso del niño lobo 

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Estamos inmersos en una transformación cultural que parece desdibujar las fronteras de la realidad. Se nos ha robado nuestra verdadera identidad para tratar de convertirla en un concepto fluido y, en ocasiones, absurdo, donde el «soy» ha dejado un espacio turbador al «me siento».

Esta provocada transición, destructiva y absurda, permite que las disforias, que en los inicios del circo se centraban en la identidad de género, ahora se amplíen a una variedad de categorías delirantes.

El caso del niño lobo

Un caso reciente es el del niño lobo en Escocia, quien ha sido oficialmente reconocido por su escuela como un «lobo». Puedes leer un estrato de su historia aquí.

Se ha diagnosticado al estudiante escocés bajo lo que se ha denominado «disforia de especie», un término que no tiene ningún respaldo en la literatura científica, pero que ha sido aceptado por el sistema educativo escocés. Este preocupante fenómeno no es un hecho anecdótico sino que refleja a la perfección una tendencia actual más amplia en la que la percepción personal se convierte en el núcleo de la identidad, independientemente del sentido común de la antropología o de la razón.

Los docentes escoceses, en su afán irracional de ser tolerantes y de seguir las pautas del gobierno, han optado por respaldar este comportamiento. Pues según las guías del gobierno conocidas como «Getting It Right For Every Child» (Girfec), se sugiere que los deseos y percepciones del niño deben ser validados, incluso si esto implica identificarse como un animal.

Aquí es donde comienza la espiral de absurdidad: si un niño puede ser un lobo, ¿por qué no podría considerarse cualquier otra cosa?

Consecuencias 

La historia del niño lobo pone sobre la mesa el desvarío sobre el significado de lo real, validando sin escrúpulos a una sociedad que valora la entelequia por encima de la razón. La aceptación de la «disforia de especie» abre la puerta a un universo casi ilimitado de identificaciones ¿hasta dónde llegará la absurdez humana?

Algunos críticos han comenzado a advertir sobre este fenómeno. Pues es un suicidio creer que la realidad puede ser moldeada simplemente por la percepción, sin un ancla en la antropología y la razón. La persona queda naufragando a la deriva. En verdad es mucho más fácil decir «¡Qué bonito es el traje del emperador!» que tratar de ir a la raíz del problema e identificar las heridas y necesidades que atraviesa una persona afectada de disforia. Pero no hay que olvidar que lo primero sería dar la razón como a los tontos excluyendo a la persona de la realidad, mientras que lo segundo es tomar en serio su existencia y acoger todo lo que es.

La pregunta que nos queda es la siguiente: ¿estamos dispuestos a seguir alimentando esta espiral de absurdidad hasta sus últimas consecuencias?

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2 Comentarios. Dejar nuevo

  • Si sentirse es ser, la creatura que se siente lobo es lobo, es animal, no es niño, no es humano.

    Están abusando de la creatura. Respétenle su derecho y trátenlo como animal, no como niño.

    Así que hay que sacarlo de la escuela de niños y meterlo a una escuela de animales.

    Responder
  • Lo que ahora les ha dado en llamar “disforia de especie”, por supuesto que existe, no solo en niños sino en cualquier edad. Es un trastorno mental más, como la disforia de género, entre los muchos que se dan. El problema surge cuando, en vez de diagnosticarlo como una patología que requiere tratamiento, se considera una variedad que hay que respetar porque enriquece la diversidad, y porque el individualismo totalitario que impera ha sentado el principio de que no hay diferencia objetiva alguna entre sentirse a sí mismo y ser uno mismo. El imaginario del individuo posmoderno no solo ha logrado sustraerse a cualquier realidad comunitaria, sino también extraerse de su propia realidad corporal.
    Con actitudes como la que describe el artículo se perjudica gravemente a la persona afectada, ya que socialmente se da carta de normalidad a su patología y se deja de lado el recurso a un tratamiento psicológico que podría liberar a la persona afectada de tamaña aberración. T además se obliga a su entorno a participar en la mascarada, bajo la amenaza de imputación por transfobia, que es este caso no sería de género sino de especie.
    Y mejor no pensar en las barbaridades que se pueden llegar a perpetrar sobre el cuerpo del niño-lobo para adecuarle su apariencia corporal a su fantasmada mental.
    Estamos a cuatro días de que se implante la censura de la palabra “humanidad”, puesto que hay seres humanos que no se sienten humanos.
    El viejo humanismo ha sido desplazado por la ideología de género, la ideología de especie, el transhumanismo, el animalismo, el antiespecismo… variedades todas que emanan de la estupidez humana, una cualidad, esta sí, que solo se da en el ser humano, justamente porque está dotado de razón y de libertad.

    Responder

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