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¿Qué es 40 Días por la Vida? ¿Por qué la oración?

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Recuerdo que, en una reunión con los líderes europeos, Robert Colquhoun, director de las campañas internacionales de 40 Días por la Vida, exclamó con sorpresa: “¡es alucinante que en Estados Unidos se hable del aborto en tiempo pasado!”

Y efectivamente, han pasado ya cuatro meses desde que ocurriera este milagro en un país que promovió tanto el aborto dentro y fuera de sus fronteras. Quién diría que Estados Unidos, donde creció la mala hierba, es hoy germen de la esperanza para el resto del mundo.

Como dijo Mons. Munilla en nuestro congreso celebrado en septiembre, “El aborto se ha convertido en ‘piedra de toque’ para desenmascarar la mala conciencia y el relativismo moral, porque entre matar o respetar la vida no puede existir punto intermedio”.

Ante la amenaza de liberarse las conciencias hasta ahora controladas desde una somnolencia casi voluntaria, se han aprobado dos leyes destinadas a promover el aborto tan solo en esta última legislatura: una reforma de la ley del aborto aún más agresiva y la ley de criminalización de los provida. No os quepa duda; la diana a la que atacan ambas leyes en primer lugar no somos nosotros ni los sanitarios, sino la mujer que ya es madre; esa maternidad tan despreciada hoy en día por suponer un gasto, una inconveniencia, un parón en la cadena de producción, naturaleza que nos distingue del varón imposible de soportar.

Probablemente en el ’85, cuando se despenalizó el aborto en España con la ley de los supuestos, muchos dijeron que no era para tanto, que quizá en esos supuestos era justificable, que de otra forma la mujer sería incapaz de seguir con su vida… Quizá cuando en 2010 el aborto pasó a considerarse un derecho, muchos pensaron que era solo una palabra, que no significaba mucho; quizás hoy muchos no son todavía conscientes de que los impuestos que pagan todos los años contribuyen al pago de esos abortos independientemente de tu posición al respecto. Espero que ahora, que el Estado considera “amenaza” el derecho a pensar y a objetar, resulte evidente que cuando nosotros callamos, la injusticia y la muerte avanzan sin límite.

Desde 40 Días por la Vida hemos asumido esta persecución como parte ineludible de nuestra responsabilidad como cristianos y por eso seguimos rezando con un silencio ensordecedor para muchos. Ciudades como Vitoria o Barcelona se han enfrentado a la injusticia por la que un Estado omnipotente con las fuerzas de seguridad a su servicio ejerce su poder y fuerza contra el humilde orante que acude a rezar con rosario en mano.

Desde mi posición como coordinadora nacional, Dios me concede la gracia de contemplar verdaderos testimonios de valentía y entrega de personas auténticas frente a un Estado sometido a los caprichos de un negocio privado de abortos, con además los medios de comunicación a su merced. Y más allá de los litigios en los tribunales de los que ya se están encargando nuestros abogados y en los que confío plenamente, están las personas a las que Satanás tienta y el mundo acosa, en sus esferas personal y profesional. Aunque pocos ven sus rostros y su dolor, para mí son un verdadero ejemplo de confianza en este camino de prueba. Sé que si Dios lo permite es porque nos está preparando para hacernos partícipes de la alegría de su victoria.

¿Sufrimos persecución por rezar? Sí, pero tengo la certeza de que si al Estado le corre tanta prisa e ímpetu por aplastar a los disidentes es porque Satanás sabe que pronto le llegará su hora, pues no hay razón más aborrecible para el demonio que la fe de un humilde orante que se sabe pequeño ante la inmensidad de su Señor.

Por eso quiero animar al lector a reflexionar sobre la cuestión provida y a posicionarse en esta batalla ya ganada. Lo que hace meses parecía un “debate superado” o “socialmente aceptado”, hoy vemos cómo se convierte poco a poco en lo que probablemente fue sustrato del cambio en Estados Unidos. Es la evidencia de que, por muy difíciles que sean, las batallas se pueden ganar cuando son justas. Y vale la pena.

¿Qué es 40 Días por la Vida? ¿Por qué la oración?

A quien todavía tenga dudas lo animo a reflexionar sobre el nerviosismo de nuestros gobernantes, quienes probablemente se consideran a sí mismos ateos: si ellos tiemblan con 40 Días por la Vida es porque la oración les resulta un peligro real; de alguna manera intuyen el poder de la oración de forma inconsciente. Acaso nosotros, creyentes, ¿no vamos a creer?

La oración es la mejor arma porque va a la raíz del problema, pues una batalla sin Dios está condenada a extinguirse con el tiempo. Solo Dios conoce nuestro corazón; el corazón de aquella madre sola, la conciencia del médico abortista… y tan bien nos conoce que solo Él sabe transformar con su amor y salvar las almas y vidas de sus hijos.

Rezar salva vidas, no os quepa duda, pero hace mucho más: transforma desde el amor y la súplica.

Por eso rezamos, porque nos sabemos pequeños frente al mundo, pero confiamos en la grandeza de un Padre que nos escucha. Por eso ayunamos, porque nos sabemos débiles ante las comodidades y la carne. Por eso estamos allí, porque allí es donde ocurre el incendio, porque nos sabemos intercesores para la misericordia de Dios y nos sabemos también pecadores sedientos de redención; somos testigos del sufrimiento invisibilizado y testimonio público de la fe y confianza de la Iglesia. Porque no podemos permanecer indiferentes ante el dolor de nuestros hermanos y porque es nuestra responsabilidad con los demás y con el más débil. Rezar salva vidas, no os quepa duda, pero hace mucho más: transforma desde el amor y la súplica.

“No tengáis miedo”, dijo una vez San Juan Pablo II ante una multitud de jóvenes y creo que es una frase que debemos de tener hoy muy presente. El futuro que queremos solo está en manos de los valientes. Seamos testimonio de esperanza y sobre todo no olvidemos nunca que Cristo venció a la muerte hace casi 2000 años, que está vivo, que está con nosotros hombro con hombro en esta lucha y que no nos deja solos. Si no confiamos en esto, ¿no vivimos acaso una fe de papel? Nosotros, a quienes ni siquiera se nos pide más que confiar en una batalla ya ganada, ¿no vamos a responder a esta oportunidad de salvación?

Si algo me ha enseñado la coordinación en 40 Días por la Vida es la confianza en Dios; la confianza en quien todo lo puede, en quien me ama y me sostiene, en quien no me abandona. Ya pueden caerse cielo y tierra, no hay amor más fiel que el suyo.

Creo verdaderamente que nuestra oración conjunta con creyentes de tantos países está cambiando el mundo y que un día el aborto será no solo ilegal sino impensable, como empezamos a atisbar en Estados Unidos. Lo que se ha movido estos últimos dos años es solo el principio, el principio del fin del aborto.

Nayeli Rodríguez, Coordinadora de 40 Días por la Vida España

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