En sus inicios precristianos, Sant Joan conectaba “con la tierra, los ciclos de las estaciones y las cosechas”. Esta celebración de la vida se situaba en el día en que más horas había de sol, ya que el sol es “el astro de la vida”. Lo que subyacía era “el ansia de vida que despierta el inicio del verano”.
De la intención de evidenciar el triunfo de la luz, que representa la fuerza de lo vital, frente a la oscuridad, procede la tradición de las hogueras. Como explica Boronat, para “hacer que el día venza a la noche” las hogueras han de permanecer encendidas y el alba del día 24 encontrar a todo el mundo despierto.
Pervivencias en la tradición cristiana de san Juan
El cristianismo supo atraer a su cosmovisión esta celebración prerromana del solsticio de verano. Como subraya el profesor de la UAO CEU, el cristianismo aprecia “una semilla de verdad” en las inclinaciones religiosas de las civilizaciones antiguas, lo que explica la pervivencia de los elementos esenciales de la fiesta pagana.
La versión pagana y la cristiana también comparten el espíritu de renovación. La llegada del verano implica la renovación de la naturaleza. “Se recogía todo lo viejo y caduco para echarlo al fuego, así como muere el invierno, también se queman las cosas viejas”. En el fondo, es el mismo mensaje de renovación que contiene “el anuncio del Mesías”, y el encargado de transmitir esta noticia no fue otro que San Juan el Bautista, apunta el profesor de la UAO CEU.
Paralelismo con la Navidad
En la tradición cristiana, Sant Joan se convierte en una “exaltación de la fuente de la vida, que es Cristo”. No en vano, fue San Juan quien anunció la llegada de Jesús La importancia que el cristianismo concede a la festividad del Bautista deriva, precisamente de la trascendencia de este anuncio. Algo que explica, también su ubicación en el calendario, donde guarda una perfecta simetría con el nacimiento de Jesús. “San Juan es el precursor, el que anuncia que aquél que se dispone a bautizar es el Mesías”. Y, como precursor que es, “nace antes”. Concretamente, seis meses antes. “Si dividimos el año en dos mitades de seis meses, vemos que un nacimiento, el de Jesús, coincide con el solsticio de invierno y, si miramos el del Bautista, coincide que con el solsticio de verano”.
Por estas razones, desde muy pronto la fiesta litúrgica de San Juan Bautista se establece con letras mayúsculas en el calendario cristiano. Su inclusión como festividad fue “prácticamente al mismo tiempo que la Pascua y la Navidad. Al margen de estas dos fiestas, el nacimiento de San Juan el Bautista fue la primera que adquirió un carácter solemne”, subraya Boronat.
Ligada a Barcelona y al mundo rural
La celebración de ‘Sant Joan’ está largamente documentada en la ciudad de Barcelona. Los testimonios de la fiesta en la ciudad condal se remontan al siglo XV, con documentos en los que ya se describe la utilización de la pólvora y los petardos.
Sin embargo, como se ha dicho, el festejo está simbólicamente ligado al campo, a lo rural, a una sociedad que baila y celebra antes de acometer las tareas agrarias más duras: la cosecha, la vendimia o la siega. De este origen agrario viene la costumbre de recoger, en torno a San Juan, las hierbas aromáticas. “Todos sabemos que hay muy pocos días para coger la tila, porque la flor del tilo se cierra y ya no sirve para hacer la infusión”.
