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Sublime ocaso a considerar (I)

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Sublime título el de Se hace tarde y anochece para este libro del Cardenal Robert Sarah. El autor nos revela su porqué. Lo hace en las páginas 118-120 de su libro. Toma prestado como título el versículo 29 del capítulo 24 del Evangelio según San Lucas. Este capítulo nos refiere lo acontecido en el camino de Emaús. Los discípulos de Emaús vuelven a este su lugar, procedentes de Jerusalén, una vez Nuestro Señor Jesucristo crucificado, resucitado y aparecido a María Magdalena. Ellos lo saben y vuelven abatidos. Vuelven caminando con Él y no lo reconocen. Vuelven escuchando de Él lo que las Sagradas Escrituras dicen de Él.

Una vez llegados a Emaús le dicen “Quédate con nosotros pues el día ya declina” según mi Biblia Nácar-Colunga. “Se hace tarde y anochece” según la traducción española del título original francés del libro del Cardenal Sarah. Libro que toma como título estas palabras evangélicas de unos discípulos abatidos en su esperanza. No reconocen al “forastero” que camina con ellos. ¡Lo reconocen en la fracción del pan una vez alojados! ¡Y a oscuras vuelven zumbando hacia Jerusalén para notificar lo acontecido! ¡De golpe se les cura el cansancio!

El Cardenal Sarah reproduce a lo largo de su libro muchas afirmaciones del Cardenal Ratzinger. Muchas afirmaciones de Benedicto XVI antes de ser Papa. Casi al final del capítulo III nos habla de la vida contemplativa. Les reproduzco ahora unos fragmentos de las páginas 132 y 133. <<Hay otro espacio en el que podemos hacer la experiencia de Dios que se entrega a la Iglesia, y son los monasterios. En ellos encontramos una realización concreta de lo que debería ser toda la Iglesia. Lo he dicho muchas veces y no me da ningún reparo repetirlo. La renovación vendrá de los monasterios. Invito a todos los cristianos a compartir durante unos días la experiencia de la vida en un monasterio… Frente a un mundo de fealdad y tristeza, estos lugares sagrados son auténticos oasis de belleza, de sencillez, de humildad y de alegría>>

<<La contemplación es el corazón del cristianismo. Así se ha proclamado en los monasterios ayer, hoy y siempre, y no se extinguirá jamás… En los monasterios se hace también experiencia de la Iglesia primitiva, cuyos fieles poseían todo en común… Cristo no ha fundado una Iglesia con tanta discordancia de voces. La vida en los monasterios nos permite vivir la experiencia de una unidad recobrada>> A partir de la frase subrayada en la página 73 en mi ejemplar y que motivó mi primer escrito, he subrayado y sigo subrayando. Si Vd. lee el libro, con el lápiz a mano, seguramente subrayará de modo distinto.

Lo importante es que un libro como éste interpele. La interpelación es personal. ¡Continuaré!

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