Julio está que arde. Las temperaturas suben, las redes sociales se llenan de memes del calor. Se dispara con el termómetro: el catastrofismo climático en los medios.
Desde el fin de la pandemia, el cambio climático se ha convertido en el nuevo protagonista de la narrativa alarmista. Ya no se trata solo de informar sobre el calor, sino de presentarlo con titulares dramáticos, imágenes apocalípticas, y un tono de emergencia mundial. ¿Estamos exagerando? Muy probablemente.
Verano, calor… y miedo
Durante generaciones, el calor del verano fue eso: calor de verano. Algo esperado, incluso bienvenido por quienes lo asocian con vacaciones, playa y helados.
Hoy, sin embargo, cada ola de calor se presenta como si estuviéramos ante un colapso planetario inminente.
Este fenómeno responde a lo que muchos llaman ya “catastrofismo mediático”. Ahora todo apunta al clima.
¿De verdad todo es culpa del cambio climático?
Uno de los problemas más graves de esta narrativa es la asociación automática entre altas temperaturas y muertes, sin evidencia concreta ni espera de informes médicos. ¿Falleció alguien en plena ola de calor? Titular: “Víctima del cambio climático”. Pero muchas veces, las causas reales están en condiciones previas, fragilidad física o factores no relacionados con el clima.
Este enfoque no solo distorsiona la realidad, sino que genera ansiedad innecesaria en la población. Cuando cada evento meteorológico se convierte en una tragedia anunciada, se pierde la capacidad de distinguir entre lo serio y lo sensacionalista.
¿Y la política? También entra en escena
La narrativa alarmista no queda solo en el ámbito periodístico. Muchas instituciones —como la Unión Europea— aprovechan este “estado de emergencia climática” para justificar medidas ambientales radicales, sin pasar por el filtro del debate racional y técnico.
Esto no significa que la transición ecológica no sea necesaria. Lo es. Pero cuando se plantea desde una lógica ideológica y apresurada, puede acabar afectando gravemente al empleo, la economía y la calidad de vida.
El ecologismo, si no va acompañado de realismo, corre el riesgo de convertirse en un nuevo dogma.
Aquí entra en juego la responsabilidad de los medios. Informar sobre temas climáticos exige rigor, contexto y una clara diferenciación entre hechos comprobados y opiniones alarmistas.
Por eso, en países como Italia, ya se han aprobado códigos éticos que obligan a los periodistas a verificar la información científica, evitar generar pánico innecesario y corregir errores rápidamente. El nuevo código periodístico italiano, vigente desde junio de 2025, dedica un artículo entero a la información ambiental responsable.
El artículo 26 dice con claridad: “El periodista debe evitar despertar temores infundados y corregir las noticias que resulten ser falsas”. Este principio debería aplicarse en todo el mundo, especialmente ahora que el clima se ha vuelto un tema tan emocional como ideológico.
Sin histeria
Sí, hay que cuidar el medio ambiente. Pero convertir cada ola de calor en una profecía apocalíptica no ayuda a la causa ambiental, más bien la desacredita. La gente se cansa del miedo constante y comienza a desconfiar.
Necesitamos una nueva forma de informar: más equilibrada y más útil. Porque si todo es una emergencia, nada lo es realmente.










