Es hora ya, todos a Madrid porque empieza la gran regeneración al servicio de la vida, la dignidad y la justicia. La condición necesaria de esta gran transformación es que la manifestación sea un éxito. La condición suficiente es que las energías desplegadas cuajen en más y mejores coordinaciones, objetivos y caminares conjuntos. No es suficiente con ir reaccionando mejor o peor ante toda nueva violación del gobierno. Se trata de tomar la iniciativa. Un ejemplo claro de esta estrategia es el recurso al constitucional solicitando el amparo y las medidas cautelares ante el acuerdo del Congreso de encargar al Defensor del Pueblo que constituya una comisión con el objetivo de indagar la pederastia, pero solo en el ámbito católico, sin presentar razones que justifiquen esta aplicación en una comunidad religiosa, que por otra parte y por los datos sobradamente conocidos, tiene una incidencia marginal en este tipo de delito. Esto es tomar la iniciativa, salir de los ámbitos que nos son propios y concurrir en el espacio público político, donde el déficit católico es escandaloso.
Hay que decir a los que se ponen de perfil, o se mueven por mínimos, que esta tibieza no es evangélica, hay que olvidar a los que sufren el síndrome de Estocolmo y se interponen con sus razones mundanas; a lo que se lamentan y permanecen pasivos, hay que decirles que la fe mueve montañas, y que por tanto empiecen a moverse.
Para que la tarea no sea solo reactiva es necesario construir la alternativa, definir en términos concretos qué entendemos por una sociedad que acoja acompañe y cuide toda vida humana, desde el nacimiento hasta la muerte natural. No basta con proclamar principios porque la acción necesita objetivos intermedios, cuya consecución significa un avance. Esto no representa olvidar los grandes principios, sino servirlos a través de una estrategia que va más allá de la gran declaración seguida de la gran lamentación, porque no se ha conseguido nada.
Hemos de ponernos de acuerdo en estos objetivos iniciales. Es evidente hay que conseguir un plan de cuidados paliativos que garantice la atención al cien por cien de la población. Este es un objetivo político, mediático, cultural y de movilización. Pero, ¿Cuál es la batalla inicial que hemos de dar sobre el aborto a partir de ahora mismo? Algunos aspectos son claros.
Hay un que urgir al Tribunal Constitucional para que resuelva el recurso, y esto afecta a muchas instancias que deben moverse. En este sentido, se debe hablar con los partidos del Congreso para que se opongan a la ley en su totalidad y después procedan a enmendarla punto por punto. Una cuestión estratégica decisiva es que se presenten enmiendas que consideren la naturaleza jurídica del nasciturus, que recuperen la jurisprudencia del Tribunal Constitucional sobre la primera sentencia del aborto, y que en base a ella desarrollen enmiendas a la ley. Esta sería una primera y gran batalla. La del reconocimiento de la naturaleza humana portadora de derechos del que ha de nacer.
También, obviamente, casi lo damos por descontado, todo aquello que se refiere al aborto sin autorización de los padres, el periodo de reflexión, la mejora de los contenidos alternativos. Todo ello enmarcado por un principio: no aceptamos el aborto, lo rechazamos, pero una vez afirmado esto, si la citada opción ahora no prospera, vamos a crearle las máximas dificultades, vamos a aprovechar la ley para poner de relieve sus defectos y contradicciones, porque si solo nos contentamos con la negativa absoluta, y les dejamos el campo libre de lo concreto en el espacio público político para que lo llenen de acuerdo con sus criterios, nunca progresaremos, porque solo se oirá una voz. Las cuestiones parciales han de servir para postular el carácter negativo, malo, del aborto. También es decisivo defender el derecho a la objeción de conciencia, y para ello hay que cambiar las tornas. Que se identifiquen los voluntarios del personal sanitario dispuestos a practicar los abortos, y que no exista un registro de quienes se oponen, porque esto representa quedar señalado ante el régimen
Significa también construir en el seno de la sociedad la alternativa cultural, es decir el relato de cómo es la sociedad de la vida y de por qué esto es mejor, y propagarla t difundirla. Y la institución eclesial don todos sus medios se han de implicar en esta tarea.
En definitiva, hay mucho que hablar después del 26, para concordar objetivos, para establecer relatos, ganar en capacidad movilizadora, penetrar mucho más en la opinión pública, concretar los mejores caminos. Ahora todos a Madrid para empezar después en un punto y seguido la gran regeneración.