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Ataque a la familia en Italia a través de la fecundidad asistida

Familia

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En estos días, Italia se encuentra ante un debate crucial en torno a la fecundidad asistida para mujeres solteras, una decisión que podría marcar un antes y un después en la legislación sobre bioética en el país.

La Corte Constitucional debe pronunciarse sobre la posibilidad de que una mujer sin pareja acceda a la fecundación artificial, desafiando el marco de la Ley 40/2004 que reserva esta técnica a parejas heterosexuales casadas o convivientes.

El valor sagrado de la vida y la dignidad del niño

El Magisterio de la Iglesia ha sido claro en la defensa de la vida humana desde su concepción, pues cada ser humano es una criatura de Dios con un valor inherente y una dignidad inalienable. Como señala la Congregación para la Doctrina de la Fe en la instrucción Dignitas Personae, la fecundación in vitro frecuentemente implica la selección y eliminación de embriones considerados «no viables» o «no deseados», lo que constituye una grave injusticia.

En el año 2020, solo en Italia, de 94.865 embriones generados en laboratorio, sólo 15.813 llegaron a nacer, lo que implica que el 83% de ellos no tuvo la oportunidad de vivir.

Lo que está en juego no es una cuestión de discriminación hacia las mujeres solteras, sino de protección de los derechos del niño. Un hijo tiene derecho a crecer con la complementariedad de las figuras paterna y materna, que ofrecen modelos distintos pero complementarios de amor, autoridad y educación.

La Avvocatura dello Stato ha expresado que el legislador tiene la responsabilidad de garantizar que el niño nazca en las mejores condiciones posibles.

Permitir la fecundación asistida para mujeres solteras significaría privar deliberadamente al niño de la figura paterna desde su concepción, lo que puede generar consecuencias psicológicas y emocionales a largo plazo.

No es lo mismo enfrentar la vida sin un padre por circunstancias inevitables que ser concebido bajo una decisión que excluye esa figura desde el inicio.

Otro aspecto preocupante de esta decisión es la creciente instrumentalización de la procreación, que convierte el deseo de ser madre en un derecho absoluto, incluso a costa del bienestar del niño.

En este sentido, la bioética católica insiste en que un hijo es un don, no un derecho adquirido. La mentalidad que convierte la maternidad en un «capricho» individual sin considerar la estructura familiar es sintomática de una sociedad que prioriza los deseos personales sobre los principios morales.

Es importante recordar que el acceso a la fecundidad asistida para mujeres solteras, como se quiere imponer en Italia, también puede abrir la puerta a otras prácticas bioéticamente inaceptables, como la gestación subrogada o la manipulación genética de embriones. La constante erosión de la Ley 40 es una prueba de que cuando se cede en un principio fundamental, pronto se cae en una pendiente resbaladiza que termina relativizando la dignidad humana.

Defensa de la vida y la familia

Ante la inminente decisión de la Corte Constitucional italiana, es fundamental que los legisladores y la sociedad reflexionen sobre el impacto de esta medida no solo en el presente, sino en las futuras generaciones. Si la fecundación para mujeres solteras es aprobada, se abriría una nueva brecha en la concepción de la familia y del derecho del niño a tener un padre y una madre.

En lugar de promover una industria que se lucra con el dolor de quienes no pueden concebir, se deben fortalecer las políticas de apoyo a la familia, la investigación en tratamientos de fertilidad éticamente aceptables y la promoción de la adopción como una alternativa de fecundidad.

No podemos permitir que el deseo individual de un adulto prevalezca sobre el derecho fundamental de un niño a nacer en el seno de una familia que le brinde amor, estabilidad y seguridad.

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