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El dilema de la adopción de embriones congelados

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La adopción de embriones congelados, fruto de las técnicas de fecundación in vitro (FIV), se presenta como un tema complejo y profundamente debatido en la bioética católica.

El dilema de los embriones sobrantes

Actualmente, miles de embriones humanos permanecen congelados en clínicas alrededor del mundo.

Son el resultado excedente de procesos de reproducción asistida, concebidos artificialmente y suspendidos en nitrógeno líquido, esperando una decisión sobre su destino.

La Iglesia Católica sostiene que estos embriones, seres humanos en estado inicial, deben ser considerados personas con dignidad intrínseca, merecedores de respeto y protección.

La crioconservación misma, según la instrucción «Dignitas Personae», constituye una práctica incompatible con esta dignidad, dado que expone al embrión a riesgos de daño o muerte y lo mantiene en una situación injusta y vulnerable.

La adopción prenatal como propuesta

Ante esta dramática realidad, surge la propuesta de la adopción prenatal, conocida también como adopción por nacimiento (APN).

La idea central es que parejas sin relación genética con estos embriones puedan adoptarlos, implantarlos y darles la posibilidad de nacer y crecer en una familia.

La intención es positiva: permitir la vida y dignificar al embrión. Sin embargo, la ejecución plantea numerosos conflictos éticos y antropológicos.

Entre las voces favorables, el argumento principal es la diferenciación moral entre provocar directamente un mal (la producción y congelación de embriones) y buscar soluciones paliativas ante un mal ya cometido, que consiste en adoptar para permitir que estos seres humanos puedan nacer. La adopción prenatal sería, desde este enfoque, un acto éticamente válido porque prioriza la vida y el bien del embrión sobre otras consideraciones.

Objeciones morales desde el personalismo cristiano

No obstante, desde el pensamiento bioético católico y personalista, existen importantes objeciones. Se argumenta que la adopción prenatal, aunque bien intencionada, podría generar confusión antropológica sobre el origen y dignidad humana, acercándose en ciertos aspectos a la gestación subrogada, una práctica claramente rechazada por la doctrina católica.

También existe preocupación sobre la posibilidad de que esta adopción incentive indirectamente la continuidad y expansión de la fecundación artificial, alimentando una lógica contractualista sobre la familia.

En este sentido, es crucial destacar lo indicado en la instrucción «Dignitas Personae».

Este documento doctrinal explica que, aunque el objetivo de la adopción prenatal sea noble, dicha propuesta sigue siendo problemática. La solución ideal, recalca la Iglesia, no es paliar consecuencias éticas gravísimas, sino prevenirlas mediante la reconsideración y rechazo explícito de la fecundación asistida.

Retornar a la raíz del problema

Es imprescindible retomar el debate ético sobre la legitimidad moral de la fecundación in vitro desde el enfoque personalista cristiano y la teología moral. Una solución real al problema de los embriones congelados debe partir de un cuestionamiento profundo sobre la raíz tecnológica y ética del problema: la propia práctica de la fecundación asistida.

Juan Pablo II realizó en su tiempo un claro llamado a la conciencia científica y médica, exhortando a detener la producción artificial de embriones humanos. Según el Papa, no existe una salida moralmente aceptable para el destino de estos embriones congelados, quienes, sin embargo, mantienen intactos sus derechos esenciales como personas humanas.

Una cuestión abierta al debate ético

En conclusión, la adopción de embriones congelados continúa siendo una cuestión abierta y sensible en la bioética.

Aunque pretende ser una respuesta a una tragedia ética y humana existente, genera importantes dilemas morales que merecen reflexión constante. La Iglesia invita a abordar el problema desde su raíz, priorizando la dignidad del ser humano desde el inicio de la vida, evitando recurrir a soluciones éticamente ambiguas que, aunque bien intencionadas, podrían perpetuar o agravar la crisis moral subyacente.

Desde la fe católica, por tanto, la prioridad sigue siendo clara: dignificar y respetar la vida desde su concepción natural, rechazando prácticas que convierten la vida humana en un producto sujeto a decisiones tecnocráticas y contractualistas.

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • Fernando Pascual
    1 mayo, 2025 12:00

    Podría ofrecer un horizonte enriquecedor en este tema tan complejo pensar en quienes acogen a bebés abandonados en la calle. Acogerlos no implica promover el abandono, sino acudir en la situación de emergencia. Debe quedar claro que toda acogida no significa exculpar a quienes lo abandonaron, sino reconocer la emergencia de la situación. Ciertamente, el embrión congelado no está en emergencia (puede vivir congelado por muchos años), pero tampoco está en una situación ideal.

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