La viralidad de la reciente charla de un profesor de Murcia con larga experiencia docente, ha puesto sobre la mesa algo que desde este medio y en muchos otros foros, vengo denunciando desde hace años: en España —y no solo en España— llevamos décadas sustituyendo la enseñanza por un mecanismo burocrático y emotivista que maquilla el fracaso y degrada el conocimiento. No se trata de consignas ni mucho menos de trincheras políticas; se trata de mirar a las aulas con honestidad y preguntarnos si allí ocurre todavía lo esencial: transmitir saber, formar razón y elevar el espíritu.
Lo que este profesor denuncia es, en el fondo, lo mismo que yo he señalado en otras ocasiones: el igualitarismo mal entendido ha rebajado contenidos y exigencias en nombre de una falsa equidad.
El resultado no es más justicia, sino más mediocridad.
Dije hace tiempo que pretendemos “aprender sin saber” y “aprobar sin evaluar”: una educación orwelliana donde las palabras camuflan la realidad.
Tres clavos en el ataúd de la enseñanza
La viralidad del video, es la prueba de que lo que representa es la radiografía de un sistema que el gran público reconoce como cierto. Aunque los que son más ajenos al sistema de enseñanza desconocen los detalles del sistema, reconocen los desastrosos resultados.
La enseñanza se ha ido vaciando de contenido, de exigencia y de autoridad, hasta el punto de que muchos docentes sienten que ya no enseñan, sino que gestionan trámites.
Tres factores explican esta decadencia, tres clavos que están sellando el ataúd de la enseñanza tal como la conocimos y debería seguir siendo:
1) Rebaja de contenidos y exigencia.
Cuando el sistema se obsesiona con las tasas de aprobados, termina por premiar el no esfuerzo y castigar al buen profesor. Se confunden “competencias” con vaguedades que no demuestran nada. La competencia matemática se demuestra con matemáticas, no con rúbricas gaseosas. La historia se aprende en secuencia; sin cronología no hay memoria, solo relato, sin verdad, sólo hay relativismo pedagógico.
Gregorio Luri, Premio Educatio 2025 a la enseñanza, se expresaba muy recientemente de esta manera: “hay que respetar la dignidad del Alumno, no poniéndole actividades imposibles, pero tampoco actividades tan fáciles que no le supongan ningún progreso personal en su entrenamiento”
2) Colonización ideológica y neolengua.
Manuales, guías y “perspectivas” entran por las rendijas del currículo hasta confundir juicio con consigna. No es casual la pérdida del lenguaje preciso: donde el lenguaje se empobrece, muere el logos, se apaga el pensamiento crítico y se abre paso el adoctrinamiento blando. No hay neutralidad aséptica: todo educa; la pregunta es en qué dirección (La trampa de la neutralidad).
3) Burocracia que expulsa al maestro del aula.
El profesor se vuelve burócrata-activista: reuniones inacabables, plantillas interminables, “planes” y “programaciones” que casi nadie lee, protocolos para todo . Esa hipertrofia administrativa roba tiempo a lo único que importa: explicar, preguntar, corregir, exigir. La autoridad del docente nace de su competencia y ejemplo, no de un formulario.
Pedagogismo: el gran malentendido
Se ha dado en llamar “pedagogismo” a la ideología que idolatra el método y desprecia el contenido. Bajo su hechizo, se ha degradado la disciplina del estudio, el silencio fecundo y la memoria —condiciones básicas para aprender—, sustituyéndolas por una retórica emocional que convierte la escuela en un espacio terapéutico. El resultado es una generación más frágil, menos atenta y con menor criterio para orientarse en tiempos de polarización.
Igualitarismo: cuando la equidad se convierte en injusticia
Lo justo no es que todos obtengan el mismo resultado, sino que cada uno reciba lo necesario para alcanzar la verdad y el bien. Si negamos la exigencia, traicionamos a los que más ayuda necesitan. Aprobar por decreto envía un mensaje devastador: “tu esfuerzo no importa”. La verdadera inclusión eleva; la falsa inclusión aplana.
Igualdad para que todos puedan acceder al inicio de una prueba, digamos de 100 metros vallas, sí. Igualitarismo para que todos los atletas lleguen a la meta, en las mismas condiciones y tiempos, sin tener en cuenta al que más se ha esforzado, al que más entrenó para la prueba, al que más dotado esté para esa competición deportiva, y a los que nunca sudaron para llegar a ella para que estos últimos no se frustren, no. El mantra del igualitarismo impone la mediocridad matando el esfuerzo.
Volver a empezar: una propuesta sencilla y audaz
- Restaurar el currículo con secuencias claras, contenidos exigentes y evaluación objetiva.
- Desburocratizar: menos papeles, más pizarra; menos comités, más clases.
- Reforzar la autoridad del profesor mediante carrera docente seria: mérito, conocimiento y ejemplo.
- Cuidar el lenguaje: leer, escribir a mano, memorizar, argumentar. Sin lenguaje no hay pensamiento.
- Familia y escuela en alianza: educar es ante todo tarea de los padres; la enseñanza se delega en el centro. Sin esta claridad, todo se confunde.
No necesito que una charla se haga viral para suscribir estas verdades; la experiencia cotidiana de miles de docentes y familias las respalda. La escuela no es un laboratorio de ingeniería social ni un parque temático de emociones; es el lugar donde un maestro transmite un legado y enciende el deseo de conocer. Si renunciamos a eso, no quedará nada que defender.
5 consejos prácticos para padres (criterio y decisiones)
- Pregunta por el “qué” y el “cómo”: secuencia de contenidos, pruebas, correcciones y lecturas. Pida evidencias de aprendizaje, no solo rúbricas.
- Revisa los materiales: detecta los posibles sesgos en los manuales y libros de texto que tienen tus hijos y solicita alternativas al centro si es necesario.
- Apoya al profesor exigente: el buen maestro no regala aprobados a tu hijo, le regala futuro. Es el hijo el que suspende no el profesor. Recupera la actitud de tus padres cuando tú suspendías.
- Haz dieta de pantallas en casa: fomenta la lectura diaria, la escritura manuscrita y el cálculo.
- Elije centro de enseñanza por proyecto y autoridad: ideario claro, esfuerzo y disciplina formativa, deben ser criterios prioritarios a tipo y cantidad de servicio, instalaciones y modernidades deslumbrantes pero vacías.
Si la escuela deja de enseñar la verdad, otros enseñarán la mentira.
Educar no es adiestrar ni entretener: es introducir en la verdad para que el hombre pueda amar y servir. Solo esa educación —exigente, verdadera y libre— merece llamarse humana.












