El pasado domingo se celebró en Madrid la manifestación por la vida y en contra del aborto y la eutanasia, convocada por la plataforma «Sí a la vida», que congrega a centenares de asociaciones que postulan la sociedad de la vida y rechazan que la muerte deliberada del ser humano sea solución para los problemas humanos y «en contra de la cultura de la muerte». Una sociedad que respete, acoja, cuide y valore a todo ser humano, desde la concepción hasta su muerte natural, con independencia de la condición en que se encuentre.
La marcha conmemora el Día Internacional de la Vida, que tradicionalmente se celebra el 25 de marzo, pero que este año se ha adelantado, ya que coincide con la Semana Santa.
El aborto, a diferencia de la eutanasia, parecía un tema “superado” en nuestra sociedad, se daba ya por descontado y no formaba parte de la agenda mediática, y menos, política.
Esto ha cambiado en grado extremo. Primero en Estados Unidos, convertido en factor de posicionamiento político de primer orden, y después en Europa, también en menor medida, pero creciendo en España.
El aborto es el ídolo de la progresía y eso ya dice mucho de lo maltrecho que está su proyecto, sumido en una policrisis que se acrecienta y que, en el caso de España, también de Francia, amenaza con descuajaringar a la sociedad y, en el caso español, además, llevarse por delante las instituciones.
Macron, el centrista liberal y moderado, ha convertido el aborto en tema de campaña para las próximas elecciones europeas, al asumir la iniciativa de la extrema izquierda de convertirlo en un derecho constitucional. Pero este camino ha quedado en buena parte frustrado porque la extrema derecha de Le Pen, también por razones políticas, se adhirió al mismo bando. Esto expresa la aceptación de la sociedad francesa, un dato que deberá verificarse en las próximas elecciones europeas, en la medida en que crezca o no el voto a los partidos, que pocos y pequeños, han estado en contra.
Ahora Macron quiere llevar su campaña a la Unión Europea para que el aborto forme parte de sus derechos fundamentales. Esta es su campaña electoral y la de los liberales, veremos como queda este grupo después de las elecciones de junio. Pero, en todo caso, es necesario construir una respuesta a la misma escala. Por eso cobra importancia el acto convocado para el 29 de abril en Madrid, porque forma parte de la construcción de dicha respuesta, que encabeza la Asamblea de las Asociaciones por la Vida, la dignidad y la libertad.
Hay que mostrar el aborto como lo que racionalmente conlleva:
- El tótem de la cultura de la desvinculación en su grado extremo.
- La ruptura de una cuestión central de la antropología humana, que tiene su pieza fundamental en el amor, y su paradigma en el amor de madre.
- La supeditación del primer valor de todos, el de vivir de la concupiscencia sexual. Es inexplicable que con la panoplia de medios anticonceptivos, el aborto sea tan masivo, sin aquel ingrediente de avidez sexual. Pero una sociedad que se construye sobre este principio queda liquidada.
- El retorno de la eutanasia, tan presente en los abortos y tan silenciada.
- El coste colectivo demográfico y económico a largo plazo. Una sociedad que se hunde económica y culturalmente por la falta de hijos, y el fomento mediante políticas públicas del aborto.
- El desequilibrio brutal, en el caso de España, entre apoyo a la familia con hijos y a la maternidad, y el que se otorga al aborto y a su cultura, raíz del feminismo de la guerra de géneros, y bandera del feminismo queer.
Y para el cristiano, aún queda una razón determinante: La vida humana es sagrada porque es de Dios.
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