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La Sociedad Desvinculada (31). Una verificación empírica de la función económica de la familia

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En relación a la función económica de la familia, existe literatura científica muy abundante que señala las disfunciones que se producen en aspectos determinados cuando la familia se aparta del modelo óptimo, y que más adelante presentaré en alguno de sus aspectos básicos. Pero no basta con señalar los efectos negativos del incumplimiento de las condiciones apuntadas, necesitamos más. Necesitamos responder a la pregunta de si el modelo así definido presenta buenos resultados.

Para responder a esta última cuestión, no es necesario apelar a una multitud de trabajos parciales por la existencia de un imprescindible trabajo realizado por Fernando Pliego Carrasco, de El Colegio de México, y publicado el año 2012 con el título Familias y Bienestar en Sociedades Democráticas. El estudio analiza 351 publicaciones que contienen a su vez 3.318 registros de datos que afectan a 13 países, de los que 4 son europeos, España, Gran Bretaña, Holanda y Noruega. Contempla también en Norte América a Estados Unidos, Canadá y México, tres países de América Latina, Chile, Perú y Colombia, además de Australia y Japón. Una tercera parte de los estudios hacen referencia a Estados Unidos, que es sin duda el lugar del mundo donde mayor atención se dedica a este tipo de investigaciones sociales.

De lo que en definitiva trata Familias y Bienestar en Sociedades Democráticas es de algo muy preciso: determinar si los adultos casados que permanecen juntos y viven con sus hijos tienen mejores niveles de bienestar que otros tipos de convivencia, lo cual exige establecer si existe una relación estadística significativa entre los indicadores de bienestar y aquel tipo de familia. El autor tiene un especial cuidado en definir exactamente el objeto de su investigación cuando habla de familia. Se refiere a un hombre y una mujer casados en primeras nupcias y con hijos propios viviendo en el hogar.

A diferencia de otros estudios que utilizan muestras muy pequeñas y no significativas, como es habitual en los estudios sobre los emparejamientos homosexuales, en este caso las muestras son muy grandes. Como mínimo parten de los 800 casos y, por lo tanto, poseen un nivel de significación importante. Hay 18 de estos trabajos que reúnen a más de 100.000 casos y otros 8 que reúnen a más de 50.000. El grupo más numeroso se sitúa entre los 4.000 y 14.999 casos.

El periodo temporal comprende desde 1995 hasta el 2010, lo que permite al autor presentar los resultados también en términos de evolución.

El estudio indaga sobre la relación que existe entre el modelo de familia definido y una serie de indicadores de bienestar. Concretamente analiza la educación en términos de rendimiento y nivel educativo, considerándose diversas variables como la repetición de curso, el abandono escolar, las habilidades en matemáticas, ciencias y lenguas, los logros académicos, incluso las habilidades intelectuales.

Un segundo epígrafe responde a la seguridad física, entendiendo como tal aquella que afecta a los componentes de una familia en una doble dimensión, la intrafamiliar (violencia entre sus componentes, de cualquier tipo demostrable o de cualquier tipo de las estudiadas, física, abusos sexuales contra menores o violencia emocional) y las de carácter externo, que comprometen a miembros de la familia, como puedan ser los robos, daños en la propiedad ajena, homicidios, suicidios y comportamientos agresivos en las escuelas; violencia en general.

Un tercer indicador es el de la relación entre padres e hijos, que incluye la cohesión familiar, la disponibilidad de tiempo para convivir, la participación de los padres en las actividades escolares, también a la inversa, el apoyo a los padres cuando estos son ancianos y los conflictos entre hermanos, como datos más significativos.

Igualmente se examina el funcionamiento de la pareja, cómo se organizan los ingresos y los gastos, las actitudes de control, los divorcios y separaciones, los conflictos, la vida sexual en términos de calidad y frecuencia, la fidelidad y las diversiones comunes.

La salud sexual y reproductiva es así mismo considerada en relación con dos componentes: los embarazos en las mujeres adolescentes y las enfermedades de transmisión sexual.

En el plano más general de la salud, se consideran la frecuencia y la aparición de la depresión, fenómenos de bajo rendimiento, la discapacidad intelectual, la ansiedad, el estrés, la hiperactividad, la anorexia, la bulimia, el sentido de la seguridad, el sentido de la vida, miedos, fobias y sentimientos de soledad. Se utiliza un grupo de indicadores que miden la salud física, tanto con carácter general como en aspectos específicos, como la desnutrición, las hospitalizaciones, la seguridad alimentaria y la bondad, las pautas alimenticias que siguen, el sobrepeso, la diabetes, el sedentarismo, las enfermedades, la esperanza de vida, la presencia de determinadas enfermedades, básicamente corazón, cáncer y enfermedades respiratorias, y también la prevención de enfermedades en general y la mortalidad materna. Asimismo, estudia el consumo de drogas en general, el consumo excesivo de alcohol, marihuana y tabaco.

Otro tipo de medida utilizada es la del bienestar subjetivo, es decir, lo que se declara en términos de satisfacción de la vida propia y familiar, de felicidad percibida o manifestada, como disfrutar de la escuela, la satisfacción con la economía familiar, con uno mismo, con el matrimonio, con la vida sexual, la vida social que se lleva y los logros alcanzados.

La situación económica y el trabajo también se estudian a partir de los ingresos monetarios, el empleo, la estabilidad laboral y en los ingresos, el prestigio profesional y en el mercado laboral, las pensiones y la autosuficiencia económica, en el sentido de no depender de ayudas gubernamentales; la vivienda en términos de acceso a la misma, propia o de alquiler, la participación en vivienda social de titularidad pública y el acceso a viviendas multifamiliares.

Los resultados presentan este signo tan positivo en cada uno de los indicadores establecidos sin ninguna excepción

En el resultado global los matrimonios estables consiguen un mayor bienestar en una relación del 84,7% frente al 2,1% que no lo consiguen. Sus hijos también lo alcanzan en una proporción que se sitúa en el 86%, con un porcentaje del 0,3% que no lo consigue. Los adultos casados y los hijos menores de edad que viven con sus dos padres biológicos tienen un bienestar muy superior a otros tipos de emparejamientos. Los resultados presentan este signo tan positivo en cada uno de los indicadores establecidos sin ninguna excepción.

Desde la felicidad subjetiva, que se sitúa prácticamente en el 70%, a la salud sexual y reproductiva o la vivienda, con resultados que casi llegan al 100%, podemos observar que las ventajas de la familia clásica son abrumadoras. Solamente disminuye algo en relación con la salud física, pero, así y todo, con un 65% de casos de bienestar mayor que otro tipo de hogares y solo un 3% de bienestar menor, tampoco ofrece demasiado espacio para la duda.

Dado que las fuentes cubren un amplio espectro de países, podemos concluir con razonable probabilidad de acierto que se trata de una constante global, porque es evidente que Perú poco tiene que ver con Australia, y Japón con Noruega, pero en todos los casos el resultado señala una única dirección. Existe una constante global de fondo del todo evidente.

Los hijos tienen una mejor disposición social y cultural para conseguir una inserción positiva en la sociedad y formar a su vez matrimonios estables. En la medida que esta función se rompe y su proporción en el seno de una sociedad disminuye, como sucede en Occidente, la sociedad tendrá cada vez más dificultades para obtener buenos niveles de bienestar y prosperidad. No tiene mucha lógica pensar que las estructuras familiares funcionarán en un sentido y que el conjunto de la sociedad funcionará en otro. Si la unidad familiar no genera bienestar y prosperidad, la sociedad carecerá de ella.

Puede afirmarse con rotundidad que en la familia clásica se produce menos violencia familiar contra mujeres, contra los hijos, que todos los indicadores de salud son mejores, que los ingresos son más elevados y el empleo más frecuente y estable, que las condiciones de la vivienda son más favorables. También los vínculos entre padres e hijos resultan más positivos y quizá, como derivado de este hecho, el consumo de drogas, alcohol y tabaco se presenta con menor frecuencia. Asimismo, los hijos presentan mejores niveles de cooperación y socialización y, como consecuencia de ello, un mejor desempeño escolar y menores actos delictivos.

En contraste con este modelo de familia, los otros tipos presentan una extraordinaria dificultad para procurar el bienestar a sus miembros.

En la medida en que se reduce el número de familias clásicas y aumentan otros tipos, es menor la capacidad de aquella sociedad para obtener el bienestar en igualdad de condiciones previas. Es evidente que la comparación debe establecerse entre países en estadios de desarrollo equivalentes, puesto que de lo contrario se estaría prescindiendo de la historia previa que ha facilitado una mejor productividad y mayor acumulación de capital de unos en relación con otros. Hay que recordar que todos los países europeos, igual que los de Norteamérica, han partido de orígenes donde el modelo clásico era prácticamente el único, y constituían excepciones las familias reconstituidas como fruto del divorcio, las monoparentales y, no digamos ya, porque continúan siendo un componente numéricamente marginal, las uniones homosexuales.

Es extraordinaria la diferencia entre las ventajas que proporciona la familia clásica con los otros tipos de convivencia. La cuestión de fondo es por qué se produce tal fenómeno social.

Se pueden alegar múltiples razones, sobre todo si se practican análisis parciales, pero lo importante es si existe una causa con capacidad explicativa global. En el trabajo de referencia, Fernando Pliego lo atribuye a lo que llama un vínculo especial de solidaridad donde las personas comprometen mutuamente aspectos importantes de su vida.

Se trata de la existencia del compromiso, que se manifiesta de dos maneras posibles. En su estadio superior, el amor, especialmente el amor de donación. Su otra expresión es el deber. El matrimonio entre un hombre y una mujer y su conversión en padres biológicos constituye el vínculo más potente, el compromiso más fuerte que puede existir con carácter general en la formación de hogares. Decir esto no significa nada nuevo, de hecho, toda la literatura universal se fundamenta precisamente en esta característica, y las grandes tragedias que han sido escritas o representadas en nuestra cultura, y también en otras distintas, surgen en la mayoría de los casos cuando este potente vínculo se rompe o traiciona.

Pues algo parecido sucede en el ámbito económico y social, porque es el vínculo, el factor clave de la prosperidad y bienestar de las familias.

La Sociedad Desvinculada (30). Las diferencias naturales

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