fbpx

Las políticas de la cancelación y la sociedad desvinculada

COMPARTIR EN REDES

Las políticas de la cancelación que se extienden en España y tienen su origen un una parte del progresismo de Estados Unidos, surgidas de lo políticamente correcto, son la consecuencia necesaria de las grandes rupturas de la cultura desvinculada.

La desvinculación, la cultura hegemónica de nuestra sociedad, ha generado grandes rupturas en relación con Dios y en la concepción y la naturaleza del ser humano; es decir, la ruptura antropológica, la cultural y educativa, la de la injusticia social manifiesta, la ruptura de la solidad generacional y la desvinculación política y de las elites.

Estas disgregaciones dan lugar a enormes fuerzas centrifugas que hacen inviable la cohesión mínima de la sociedad, y surge la polarización y el conflicto y enfrentamiento como sucedáneo de la política, además de otras patologías. La reacción a todo ello es una nueva forma de autoritarismo, la de lo políticamente correcto, porque el autoritarismo y el totalitarismo son la respuesta a la falta natural de cohesión y de acuerdos compartidos de una sociedad, Cuando desaparece la confianza mutua surge el control, por decirlo en términos leninistas. Y uno de sus frutos es la censura y la represión, que en términos coetáneos es lo que significan las políticas de la cancelación: que se reza en las proximidades de las clínicas abortistas, pues hagamos una ley que los asuste con la cárcel, sin importar que cuestione derechos fundamentales.

Cancelar significa prohibir actos y palabras de toda la vida que, de un día para otro, se convierten en términos prohibidos que pueden arruinar tu carrera o incluso tu vida… Palabras canceladas. Estatuas canceladas. Libros cancelados… e incluso personas canceladas. ¿Qué está sucediendo?

Un excelente libro de Jorge Soley, aporta una excelente respuesta

La  idea primitiva de ser políticamente correcto es totalitaria, como apunta Soley, concretamente estalinista, «politicheskaya pravil’nost». Su origen  y desarrollo conceptual se deben a la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt: Max Horkheimer, Theodor Adorno, Herbert Marcuse o Erich Fromm, primero en Alemania y luego en Estados Unidos, inspirándose en Hegel, Marx y Freud, desarrollaron la influyente Teoría Crítica. Esta parte de la visión a priori de lo que considera que debería ser la sociedad para, tras detectar los elementos que no encajan en esa visión, organizar la movilización y el activismo que lleven a subvertir, desmantelar o transformar esos elementos. No les interesa la comprensión de la realidad o la verdad, lo que les importa es la transformación social.

En Europa a finales de  los años 80, lo que Jacques Derrida bautizó como «deconstrucción», un modo de análisis filosófico y literario, que antes que un método es un fin, que  parte del criterio de que  las creaciones fundamentales de nuestra civilización eran obras perversas destinadas a perpetuar terribles injusticias. Retengamos uno de sus rasgos más significativos que era el denunciar lo que consideran artificiales oposiciones binarias: ya no tiene sentido hablar de verdad y ficción, cultura y barbarie o masculino y femenino. Aplicando un escepticismo radical, el enfoque deconstruccionista niega por principio la existencia de nada, verdadero o falso, lo único que importa es si sirve para subvertir de raíz nuestra cultura y civilización. De este modo, las categorías estables de sexo masculino y femenino son consideradas como opresivas, y las relaciones interraciales se supone que siempre significan que un grupo dominante está usándolas para oprimir a grupos marginalizados. De ahí surgen  diversas «teorías críticas», auténtica pseudociencia, como Judith Butler y la teoría queer, el feminismo interseccional. A su vez, la Teoría Crítica permea numerosas  disciplinas, como los estudios culturales, los estudios de género, sobre sexualidad/LGTBI/trans, los estudios decoloniales y un largo etc.

La base de la Teoría Crítica, como apunta Soley, es la problematización: hay que retorcer la realidad como sea con el fin de hacerla «problemática». Es necesario que exista un problema a priori, el problema tiene un culpable, el culpable debe ser cancelado, la solución del problema está en el enunciado de la denuncia y no puede ser cuestionado. Herbert Marcuse, en 1965 apunta que «la realización del objetivo de la tolerancia exigiría la intolerancia hacia las políticas, actitudes y opiniones imperantes, y la extensión de la tolerancia a las políticas, actitudes y opiniones proscritas y reprimidas»

De ahí surge también el poder de la víctima. La lucha por pasar a ser víctima en el imaginario colectivo, que con maestría ejerce el feminismo de genero y el homosexualismo político.

Todo esto a su vez exige un culpable, el chivo expiatorio y esto enlaza con Rene Girard.  El chivo expiatorio se refiere a un proceso por el cual se culpa injustamente a una persona o grupo de algo que no hicieron y, como resultado, la fuente real del problema nunca se ve o se ignora a propósito.

Una característica común es el autoodio hacia la cultura Occidental.  Esto comporta la descalificación de las propias raíces y fuentes de tradición y cultura, exige el borrado y reinterpretación de la propia historia. La directora de opinión de El País, Mariam Martínez-Bascuñán califica la defensa de las propia s raíces y la pertenencia a nuestra civilización de peligrosa y todo un ataque al liberalismo ( El País 23-1-22). Se trata de ser abiertos al mundo cosmopolita, con una promesa de posibilidades infinitas, pero sin un destino y sin comunidades dotadas de certezas, que recuerden nuestro lugar de nacimiento y a “religiones viejas”. Eso es malo porque nos sitúan frente a los valores y derechos, los grandes abstractos universales, que Marx ya denunció porque están en función de quien posee los medios de producción, de nuestro papel en el modo de producción. Quieren individuos aislados, sin raíces, tradición, horizonte de sentido, familia, comunidad, sin vínculos, ni deberes y compromisos hacia ellos. Solo el individuo ante el gran estado etiquetado de liberal y los grandes poderes del dinero y la comunicación, los únicos que pueden ser interlocutores reales del poderoso estado.

Existen enormes paralelismos entre lo políticamente correcto y las políticas de cancelación con la revolución cultural maoísta. La diferencia es de grado en el uso de la violencia, pero no de concepción y método. Transformar radicalmente al ser humano, crear ese «hombre nuevo». La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, anunció en julio de 2021 la creación de un «Centro de Nuevas Masculinidades» para reeducar a los Hombres, una escuela sobre los «imaginarios de lo que significa ser hombre», en definitiva, para reeducarlos.

En fin, estas acotaciones tienen el doble fin de mostrar que la consecuencia de la cultura de la desvinculación, la del deseo individual como hiperbién, sin atender a nada más tiene un correlato con las políticas de la cancelación. La oleada que nos viene encima es brutal, y este libro de Jordi Soley ayuda a manejarnos en ella. Nos ayuda a lo que es la fase inicial, resistir, con  la atención puesta en la construcción de la respuesta: la construcción de las alternativas; estratégicas, organizativas, culturales y políticas, y ese es el camino que toma ForumLibertas, y e- Cristians, y sus asambleas

¿Te ha gustado el artículo?

Ayúdanos con 1€ para seguir haciendo noticias como esta

Donar 1€
NOTICIAS RELACIONADAS

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.