En un discurso tan firme como cercano, el Papa León XIV dirigió por primera vez la palabra al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede.
Un encuentro histórico en el que el Pontífice reafirmó con claridad la misión de la Iglesia en el mundo: defender la dignidad de toda persona humana, desde el no nacido hasta el anciano, y reconstruir el tejido social a partir de su célula más profunda y vital: la familia.
Una visión cristiana del mundo
León XIV no comenzó con teorías abstractas ni con lisonjas protocolares. Fue directo: “Es responsabilidad de los líderes construir sociedades civiles armoniosas y pacíficas. Esto puede realizarse sobre todo invirtiendo en la familia, fundada sobre la unión estable entre un hombre y una mujer”.
Una afirmación muy adecuada para el contexto internacional actual.
La familia, según el Papa, es “una pequeña pero verdadera sociedad, y más antigua que cualquier otra”, retomando así palabras de su homónimo León XIII y su encíclica Rerum Novarum.
Esta referencia no es casual: León XIV ha declarado abiertamente su inspiración en el gran pontífice social del siglo XIX. Y su intención es clara: reconstruir la sociedad desde abajo, desde la base familiar, hoy tan cuestionada y atacada en muchos rincones del mundo.
Defender a los más vulnerables: no nacidos, ancianos, migrantes
En su mensaje al cuerpo diplomático, el Papa reafirmó sin titubeos una de las verdades centrales de la doctrina cristiana: la dignidad del ser humano no depende de su utilidad, salud, edad o situación jurídica.
Nadie puede eximirse de favorecer contextos en los que se tutele la dignidad de cada persona, especialmente de aquellas más frágiles e indefensas, desde el niño por nacer hasta el anciano, desde el enfermo al desocupado, sean estos ciudadanos o inmigrantes”.
Estas palabras son Evangelio encarnado. Y frente a legislaciones que permiten el aborto, la eutanasia o la marginación de los ancianos, el Papa fue contundente para recordar el valor sagrado de cada vida.
La paz nace del corazón
León XIV también insistió en que la paz no puede limitarse a la “ausencia de conflicto”. En sus propias palabras:
La paz se construye en el corazón y a partir del corazón, arrancando el orgullo y las reivindicaciones, y midiendo el lenguaje, porque también se puede herir y matar con las palabras, no sólo con las armas”.
Desde esa raíz espiritual, el Papa propuso una renovación de la diplomacia multilateral, alejada del mero cálculo político y orientada a la construcción real de relaciones de fraternidad entre los pueblos. Subrayó además la importancia de la libertad religiosa, como dimensión esencial del ser humano y motor de reconciliación.
Verdad: el rostro de Cristo, no una ideología
Una parte fundamental del discurso fue dedicada a la verdad como pilar del orden internacional. Para León XIV, la verdad no es un concepto frío ni una herramienta política: es una persona, Cristo mismo, vivo y presente en la comunidad de los creyentes.
La verdad no crea división, sino que permite afrontar con mayor vigor los desafíos de nuestro tiempo”
Desde las migraciones, hasta el uso ético de la inteligencia artificial y la protección de nuestra amada tierra, son desafíos que exigen colaboración de todos”.
León XIV defendió la necesidad de un lenguaje claro, franco y caritativo, que ayude a iluminar la realidad sin manipularla.
La familia de los pueblos y el año de la esperanza
El Papa concluyó su intervención recordando que su ministerio comienza en el marco del Año Jubilar dedicado a la esperanza, una ocasión única para comenzar de nuevo, para que las naciones abandonen el conflicto y trabajen juntas por un futuro más humano.
El Jubileo es una oportunidad para dejar atrás las contiendas y comenzar un camino nuevo, confiando en que, trabajando juntos, cada uno según su responsabilidad, podemos construir un mundo en el que cada ser humano viva en verdad, justicia y paz”, afirmó, aludiendo especialmente a los sufrimientos de Ucrania y Tierra Santa.
Y concluyó con una bendición que no fue formal, sino profundamente humana:
Les agradezco todo el trabajo que hacen para construir puentes entre sus países y la Santa Sede, y de todo corazón los bendigo, bendigo a sus familias y a sus pueblos”.
Un Papa con corazón de padre y voz de profeta
El discurso de León XIV ante el Cuerpo Diplomático del Vaticano fue un manifiesto espiritual, social y político que reafirma a la Iglesia como constructora de paz, defensora del ser humano y madre de todos los pueblos.
El Papa no titubea al recordar que la persona es sagrada, que la familia es fundamento, y que la verdad no se negocia.
No hay paz sin dignidad. No hay justicia sin verdad. No hay futuro sin familia.