La parroquia arciprestal de Sant Jaume de Vila-real en Castelló, uno de los templos más emblemáticos y concurridos de la ciudad, ha decidido establecer un límite en las inscripciones para la catequesis de primera comunión.
La decisión responde a una situación de saturación generada por el elevado número de solicitudes, muchas de ellas procedentes de otras parroquias, lo que ha provocado un auténtico overbooking en las instalaciones y ha puesto en aprietos a la estructura organizativa y pastoral de la comunidad.
El proceso de inscripción para la catequesis del curso 2025-2026 arrancó semanas atrás, como es habitual cada primavera. En esta ocasión, sin embargo, el volumen de peticiones superó con creces las expectativas, lo que obligó a los responsables pastorales a tomar medidas excepcionales.
Así lo explica mosén Javier Aparici, párroco de la arciprestal, en declaraciones al diario Mediterráneo:
Nos vimos desbordados, tanto por el número de niños como por las limitaciones del espacio y del personal disponible. Era necesario garantizar un acompañamiento adecuado para todos y preservar la calidad del proceso catequético».
Para ello, se aplicó con rigor el criterio territorial que tradicionalmente marca la pertenencia a cada parroquia. De este modo, solo se han aceptado solicitudes de niños que residan dentro del ámbito geográfico correspondiente a la parroquia de Sant Jaume.
En casos excepcionales, también se ha considerado a aquellos cuya familia mantiene un vínculo estrecho y duradero con la comunidad parroquial, previa solicitud razonada. Como resultado, el número de niños admitidos se ha reducido de 108, el año pasado, a 81 en el presente curso, lo que representa un descenso del 25%.
«Un beneficio para todos»
Aunque pueda parecer una restricción excluyente, desde la parroquia se insiste en que se trata de una medida pensada para el bien común. «Reducir el número de alumnos nos permitirá trabajar mejor, con más atención personalizada y con más profundidad en los contenidos de la fe que se transmiten», asegura Aparici.
«Además, al haber menos niños en cada grupo, los catequistas podrán interactuar más directamente con cada uno, conocer mejor a sus familias y acompañarlos de manera más efectiva en su camino de preparación hacia la Eucaristía».
El problema del espacio también ha sido un factor determinante.
Los salones parroquiales han resultado insuficientes para acoger al creciente número de grupos y actividades que se desarrollan en paralelo.
Actualmente, entre los niños que cursan primero y segundo de catequesis, así como los que participan en los grupos de poscomunión, la parroquia acoge cada domingo cerca de 250 menores. Esta afluencia masiva complica incluso la asistencia a la misa dominical, en la que, según el párroco, «los más pequeños no siempre pueden ver bien el altar ni seguir con atención la liturgia».
Compromiso parroquial
La situación vivida este año en la arciprestal de Vila-real pone de manifiesto una realidad que no es nueva pero que se ha intensificado en los últimos tiempos: el deseo de muchas familias de celebrar la primera comunión de sus hijos en parroquias concretas, a menudo por razones estéticas, tradiciones familiares o mayor visibilidad social.
Sin embargo, desde la diócesis y las parroquias locales se recuerda que la preparación para este sacramento no debe ser entendida como un simple trámite, sino como una verdadera iniciación en la vida cristiana, que requiere implicación, continuidad y sentido de comunidad.
En este sentido, la limitación de plazas puede verse también como una oportunidad para fortalecer el tejido parroquial, animando a las familias a comprometerse con sus parroquias de referencia y no solo con aquellas que, por su tamaño o ubicación, resultan más atractivas.