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Publicado en La Vanguardia el 20-6-2022

El presidente Sánchez puede presentar algunos resultados parciales positivos, pero sumado y restado todo, el balance es malo y, además, en su valoración debe incluirse el dopaje de nuestra economía por tres vías. La del Banco Central Europeo con el dinero “gratis total” y la compra de deuda, los fondos europeos ordinarios y los adicionales de Next Generation (NG), tan faltos de transparencia como el uso del avión Falcon del presidente. Vivimos inmersos en un super plan Marshall, pero en nosotros no se percibe que se estén configurando unos nuevos “30 gloriosos años”, como sí sucedió en la Europa de 1947. Solo en fondos NG, España recibe un poco menos en euros constantes que entonces el Reino Unido, Francia y Alemania. Si con este dineral no se alza el vuelo y todavía confiamos en el turismo como salvación, un clásico del franquismo, algo muy grave falla en la dirección del país.

España registró la mayor reducción del PIB de la UE, un 10,8%, en el 2020, por las medidas aplicadas para luchar contra la covid. Dado que en el 2021 crecimos un 5,1%, con las previsiones de la OCDE en mano, resulta que no recuperaremos lo perdido hasta el segundo semestre del 2023. Será una de las peores recuperaciones de Europa. Y como el empleo crece mucho más, de lo cual se enorgullece Sánchez, esto significa que la productividad y los salarios se han reducido.

Junto con Grecia, somos líderes en la OCDE en pérdida del poder adquisitivo. Y es que en relación con el 2019, los asalariados ingresan 2.200 millones de euros menos, pero pagamos 7.700 millones de euros más por IRPF por efecto de la inflación. Resultado: las rentas inferiores y buena parte de las medias están sufriendo. Según una encuesta de Ipsos, el 60% de la población teme no poder pagar el gas y la electricidad, y más del 50% afirma que vive con el mínimo.

Los problemas crónicos siguen sin abordarse, como el caso del sector agrario, ¡que sufre una crisis terminal en tiempos de escasez y carestía de alimentos! O la factura de una sociedad cada vez más envejecida, que subvenciona y apuesta por el aborto y mantiene en quiebra la Seguridad Social. El Estado dedica tanto dinero como para subvencionar 100.000 abortos, 32 millones, y solo 3,3 millones a la ayuda a las mujeres embarazadas.

La policía solo resuelve el 20% de los robos, y solo conoce a un tercio de los autores de los asaltos violentos. Las ocupaciones se han convertido en una amenaza para los ciudadanos de a pie, mientras decenas de miles de pisos duermen en el limbo de la Sareb, cuya gestión castiga los presupuestos públicos: 35.000 millones de deuda y 14.000 de déficit. A pesar de la palabrería oficial, España comete más infracciones ambientales que nadie en la UE. Grandes inversiones convertidas en poco menos que inútiles porque no se completan; son ejemplo de ello el corredor mediterráneo y el canal Segarra-Garrigues.

La burocracia de la Administración simplemente no funciona, y los juzgados siguen instalados en el colapso. La nueva y enésima reforma educativa no pretende mejorar nuestro pésimo rendimiento escolar, sino maquillar las estadísticas y adoctrinar a los alumnos. La sanidad pública sigue estrangulada, mientras somos el país donde más se ha reducido la esperanza de vida; se implanta la eutanasia, al tiempo que se niegan recursos para los cuidados paliativos.

La crisis de las instituciones es rampante: sobre 10, la valoración del Congreso es de 4,06, y quedan lejos del cuatro Gobierno, sindicatos y partidos políticos. La valoración de Sánchez es un suspenso rotundo. Solo un cinismo desmesurado puede combinar la “Memoria Democrática” con el uso de una ley franquista por excelencia: la de Secretos Oficiales de 1968. Vivimos en un creciente déficit democrático, en el que se abusa del decreto ley y las propuestas de ley, para reducir al mínimo el debate parlamentario y la consulta externa.

Sánchez vive instalado en la po­larización y la deslegitimación de la oposición. No procura una cierta cohesión de la sociedad, sino que promueve leyes de conflicto y ruptura, hasta violentar la propia Constitución. Mantiene una práctica autoritaria negando el diálogo con las instituciones de la sociedad que no le sean afines, y a la vez es débil con su Gobierno cabeza de hidra.

El 18 de octubre del 2020, Mas de Xaxàs titulaba: “Europa ve una España fracasada”. Casi dos años después, el diagnóstico es peor porque la esperanza ha sido devorada.

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