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¿Reemplazar la variable biológica “sexo” por el constructo social “género”?

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Hace diez años me prometí que si en algún estudio epidemiológico veía reemplazar la variable biológica “sexo” por el constructo social “género” mostraría mi indignación.

Lamentablemente, dicho término ya se ha tergiversado hasta en el ámbito científico, algo tan preocupante como la resignación con la que viene calando.

Me ha sucedido recientemente. Quería entrar en FORMAP, una plataforma del servicio madrileño de la salud donde accedemos para hacer cursos de actualización clínica. El sistema me pedía los datos habituales, pero al llegar a ese apartado donde hay que poner si eres hombre o mujer, me encuentro que ahora se llama “género” y ya no da dos, sino tres opciones: hombre, mujer o género no binario.

Llevo más de 20 años ejerciendo la medicina y confiando en un modelo “biopsicosocial”, según el cual las características biológicas (sexo, edad, etnia, aspectos genéticos…), las psicológicas y las circunstancias del entorno social constituyen una interrelación que hacen a cada ser humano único e irrepetible.

Si como viene sucediendo, se cambia un parámetro objetivo (sexo: tengo cromosoma xx ó xy) por uno subjetivo (“me siento lo que no soy”), los resultados del estudio van a ser erróneos. (Entiéndase: los varones tienen más probabilidad de desarrollar hipertensión arterial; pero si en la muestra consideramos varones a personas que nacieron mujeres, pero cambiaron su género, estamos cometiendo sesgos para obtener conclusiones).

Usé este ejemplo sencillo para desahogarme con mi familia ante lo sucedido.  Y entonces ocurrió algo aún más llamativo: mi hija de once años me sorprende con un: “¡Anda! A nosotros también nos mandan rellenar eso en los cuestionarios”. Al parecer en su colegio tienen una plataforma llamada socioescuela y al acceder a la misma les piden, entre otros, su género: Chico / Chica / Otro.

¿Otro? Si al menos pusieran “no quiero responder” lo disculparía, pero es que la naturaleza es binaria, binomial, dicotómica. El hermafroditismo es una excepción que afecta a menos de 1 de cada 20.000 nacimientos. No es algo que se tenga en cuenta en los estudios convencionales.

Sus hermanas me hablaron de dicha aplicación escolar, con la que ya llevan años trabajando y rellenando ese ítem. Se trata de una herramienta anti-bulling, paradójicamente. Define muy bien a esta sociedad que quiere proteger a los menores del sufrimiento y, sin embargo, les sirve en bandeja el principal germen de insatisfacción: el de hacerles creer que no tienen por qué aceptar lo que en realidad son.

La felicidad radica en agradecer lo que uno es. Leo en una entrevista a Michael J Fox: “Mi felicidad es directamente proporcional a mi aceptación e inversamente proporcional a mis expectativas”. Si depreciamos la propia esencia de lo que somos, entramos en una espiral de frustración y de anhelos imposibles que solo nos llevará a la desesperación. Tal vez sea ahí donde hay que buscar la explicación al creciente número de suicidios en nuestro entorno. Un verdadero drama al que se dedican muchos artículos de investigación, pero si se basan en un diseño inadecuado, con sesgos de selección y verdades relativas… ¿Qué nos pueden aportar?

Me escandaliza que se permita ese factor de confusión. En el doble sentido: Confusión para las criaturas que tienen compañeros masculinos y / o compañeras femeninas, sin necesidad de añadir una tercera opción ficticia. Y confusión porque metodológicamente es inadecuado cambiar esta variable, y, por tanto, muchos resultados habrá que ponerlos en entredicho.

El relativismo ha llegado a unos extremos incompresibles.  ¿Podremos también cambiar nuestra edad real por la deseada?  Me imagino participando en un estudio de investigación donde apunto que soy diez años más joven que mi edad biológica.  Quiero pensar que si el investigador está delante y ve la fecha de mi DNI y la del cuestionario me interpelará para que la cambie.  Pero también pensaba que nunca vería en un estudio serio admitir como mujer a alguien que ha nacido con cromosoma XY. Y tristemente está pasando.

No lo puedo entender.

¿Qué está llevando a la comunidad científica y a la comunidad educativa a pervertir la verdad?

¿Acaso las presiones sociales de un colectivo cada vez más fuerte justifican aberraciones en los estudios, y niños que no saben ni dónde ir porque no saben ni lo que son?

Mi reclamo para los políticos educadores, científicos… es que todos trabajemos en que cada persona se acepte y se quiera tal como es, y no en que cada día nos encontremos más confundidos.

¿Acaso las presiones sociales de un colectivo cada vez más fuerte justifican aberraciones en los estudios, y niños que no saben ni dónde ir porque no saben ni lo que son? Share on X

 

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