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Sinceridad de vida para la revolución del amor

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Como cada vez más desde el inicio de su pontificado, los nuevos y no tan nuevos acontecimientos eclesiales en torno al Papa huelen a vida e indican caminos nuevos e insospechados. Con mano amorosamente firme, Francisco nos habla de conversión. Pareciera como si la tan anunciada “civilización del amor” de san Juan Pablo II estuviera ya manifestándose entre nosotros con nuestro crecimiento espiritual. Muy a pesar de los puntos negros de nuestra cultura.

Efectivamente, es esta de Papa Bergoglio una revolución pacífica desde el amor, dentro y fuera de la Iglesia. “¡Qué líder tenéis!”, exclamó a uno de los organizadores un congresista en el encuentro del Cabeza de la Iglesia con el Congreso de Estados Unidos. Lo hizo cuando Francisco habló en él al acercarse brevemente a ese país durante su viaje a Cuba, en septiembre de 2015. Ese político anónimo se refería al Papa, y lo hizo después de que éste interpelara a los congresistas. Pues habían sido palabras firmes e incisivas reforzadas por su actitud, ansiosas de respuesta ante el hambre y la guerra en el mundo. Pero recordemos que a un líder hay que seguirlo, no solo aplaudirlo. Para eso estamos viviendo esta Cuaresma. Nos lo insiste el Papa. Asumiendo que, aunque seamos menos, todo irá mejor.

Sea como fuere, se constata un crecimiento espectacular de cristianos, católicos en concreto, en países emergentes, incluso en aquellos con mayoría musulmana. No obstante la disminución constante que sufre en Estados Unidos, centro económico de nuestro idólatra Primer Mundo. Desencanto al que se le suma ese 30% de habitantes del país que están pensando dejar la Iglesia a causa del escándalo de los abusos a menores. De la misma manera que el mensaje cristiano se está erradicando de España. Sin embargo, esos datos en tinta roja esconden que crece día a día el compromiso y la práctica sincera de los que “se quedan”. Esto se consigue gracias a la santidad de nuevos movimientos con nuevas formas, fenómeno que también observamos con la recepción de las intervenciones del Papa. Muchos vuelven o se renuevan con una mayor entrega a la Iglesia, protagonizando conversiones que suelen ser intensas. Serán fermento en la masa.

Así que, pese a los innegables dolores de barriga, poco a poco y silenciosamente, la Iglesia se está fidelizando, puliendo sus aristas para ser más fiel a su Fundador, Jesucristo, Dios y Señor nuestro. Hasta Raúl Castro lo valoró, siendo presidente sustituto de su hermano Fidel en Cuba, cuando aseguró, hace ya años: “Si el Papa sigue así, yo quizás volveré a la iglesia”. Debemos ayudar a renovar la Iglesia, que es renovarnos nosotros. Y así renovaremos el mundo.

En esta ruta bien enfocada, frente a esos que cuando las cosas no van bien calumnian al Señor o a los hermanos, el Papa nos pidió sinceridad de corazón. Fue en su misa cotidiana en Casa Santa Marta del último jueves de este marzo. Recordó que el mismo Jesús nos avisó: “Quien no está conmigo, está contra mí”. O eres obediente, o eres un traidor. Eso suele suceder porque, como advirtió Francisco, cuando no escuchamos la voz del Señor durante “días, meses y años, nuestro corazón se endurece”, “como la tierra sin agua”. De ahí al crimen falta poco, pues de esa manera empieza una degeneración del pensamiento que, como es lógico, lleva a otras degeneraciones más visibles.

El Papa recordó que la salida de ese galimatías es la conversión del corazón, aprovechando, al menos ahora en Cuaresma, esa propuesta cristiana. La Cuaresma nos “sirve para esto, para reexaminar nuestro corazón”. De ahí nos será más fácil entrar en la senda del amor (por Amor). Y ya será el momento, si pedimos perdón y rectificamos, de que el Señor nos acoja en su seno. Porque Él olvida todo si nos arrepentimos. Pero nos advirtió el Papa de aquello con lo que se autoengañan tantos: “Yo ya voy a misa los domingos, doy mi ofrenda…”, cumplo y miento (el célebre “cumpli-miento”). Y nos pide fidelidad a Jesucristo, que es seguirle en su camino, amando a los hermanos con hechos concretos, y no solo de palabra.

El primer hecho en que hemos de incidir es el amor a Dios. No tributar a Dios la consideración que le es debida provoca “la cólera divina”, como avisó Raniero Cantalamessa en su tercera predicación de la Cuaresma de 2019 al Papa y a la Curia romana. No debemos olvidar que el pecado personal conlleva un castigo personal, como el pecado público y colectivo conlleva un castigo público y colectivo. Y más si no es solo ignoramiento: el ir más allá, el pecado de calumnia es abominable. La primera cosa a hacer para tributarle honor a Dios es cumplir su voluntad, hacerle caso. Lo cual significa que primero debemos conocer cuál es su voluntad. Esta revelación nos viene dada por la ley natural, anunciada por el Evangelio y propuesta y custodiada por la Iglesia: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18).

Cuando nos desviamos de nuestro camino podemos retornar a él con una buena confesión. Teniendo presente que “la confesión sacramental es una vía de santificación tanto para el penitente como para el confesor”. Lo recordó el Papa con ocasión de las 24 horas para el Señor, celebración penitencial cuaresmal celebrada en el Vaticano por sexto año consecutivo.

En esa dirección caminó el 266 sucesor de san Pedro en la entrevista del periodista Jordi Évole en el programa Salvados del canal de televisión español La Sexta. Lo hizo para confirmar su convicción expresada en otras intervenciones. Esta emitida el 31 de marzo de 2019 fue una entrevista que algunos ven floja e infructuosa periodísticamente (¡pobre periodista!). No obstante, en ella el Papa, sencillo como siempre, resultó determinante. Lo hizo en un tono y un entorno relajados para recordar que cuando te encierras en tu verdad y no en la Verdad te sales con la tuya, sí, “pero te quedas solo como un hongo”. Y que si para salirte con la tuya haces la guerra, sufrirás “la teoría del bumerán. La vida se las cobra, por uno u otro camino. Si vos armas la guerra allá, la vas a tener en tu casa, quieras o no quieras”. Y, además de poner la vida humana por delante de todo, destacó la malicia de la maledicencia, en la línea en que otras veces ha afirmado que es “terrorismo” y “un asesinato”. Aseguró que “el chismorreo es lo peor que puede haber. El chismorreo denigra a una persona (…). Vivir de cuentos. Eso te baja, te tira abajo la dignidad. Es de terror eso, vivir juzgando a los demás”.

En su encuentro del mismo 31 de marzo en la catedral de Rabat con 300 sacerdotes, religiosos y religiosas, consagrados y consagradas el Papa señaló hacia esa cima. Es una exposición en que podemos ver cómo va marcando la dirección desde el timón contra el mal, para la defensa de la paz dentro y fuera de la Iglesia. El Papa defendió la fuerza del diálogo. En esa línea, recomendó el diálogo interreligioso y personal, un diálogo como el de Jesús. “Manso y humilde de corazón (…), respetando la libertad de las personas”. “Un diálogo que se convierta en oración”. Así, aseguraremos consolidar la Iglesia en países de misión, que ya son todos. ”Por nuestra capacidad (de) generar transformación, estupor y compasión; por el modo en el que vivamos como discípulos de Jesús”. “El problema no es ser pocos, sino ser insignificantes, convertirse en una sal que ya no tiene sabor de Evangelio o en una luz que ya no ilumina”.

Ya dejó hace años un mensaje cifrado el Papa Francisco al despedirse de los jóvenes de Polonia organizadores de la Jornada Mundial de la Juventud de 2016. Aseguró: “No sé si estaré yo en Panamá [en la Jornada de 2019], pero seguramente Pedro estará y os preguntará si habéis hablado con vuestros abuelos y ancianos, si habéis tenido coraje y sembrado para el futuro. Gracias a todos. Os pido que recéis por mí”. Así se despidió, después de haber afirmado: “[Vosotros, jóvenes] sois la esperanza del futuro, pero a dos condiciones: tener memoria del pasado y coraje en el presente”.

El Papa lo sabe. Tenemos delante un gran reto, ahora que eso de los retos está de moda. Pero es un reto no menor como tantos de esos que se limitan a favorecer el consumismo o la aventura desmedida que desafía la vida. De que nos salgamos airosos de este reto nos va eso: la vida. Porque, no lo olvidemos, Dios es Vida. Nuestro reto es la vida. Y el hombre, por más que intenten acecharla, también. Está en nuestras manos. En Panamá, aquí y acullá.

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