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Una advocación para nuestro tiempo: La Virgen del Abrazo

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La Virgen del Abrazo, una imagen de la Virgen María tallada en un tocón en el Parque Forestal Felipe VI, en Valdebebas, Madrid. Se trata de una escultura fruto de una oración viva, una experiencia profunda de fe, y el impulso valiente de una mujer creyente, Macu.

Macu, vecina del barrio, no pensó nunca que se vería involucrada en una iniciativa que llegaría a tener tanto alcance espiritual y social.

Todo comenzó un Sábado Santo, ese día silencioso en que los cristianos acompañamos a María en su soledad tras la muerte de su Hijo. Aquel día, Macu rezó el rosario en medio del pinar centenario del parque. Fue un momento de recogimiento y de silencio. Y en medio de ese ambiente sagrado, sintió que la Virgen estaba allí presente.

Movida por ese primer toque de gracia, Macu soñó con dejar un signo visible de esa presencia: una imagen de María. No una figura traída de fuera, sino algo enraizado, encarnado en el mismo paisaje. Lo compartió con pocas personas, oró intensamente, y solicitó al Ayuntamiento la posibilidad de colocar una imagen mariana en el parque.

La respuesta no tardó en llegar: “¿Dónde quiere usted la Virgen?”

Fue entonces cuando surgió la oportunidad providencial de tallar la imagen en un tocón herido, remanente de un pino que tuvo que ser cortado por seguridad. Aquel tocón, que parecía no tener más utilidad, se transformó en en abrazo.

El escultor Jesús Arévalo, guiado por la oración fue dando forma a María con el Niño en brazos, mirando hacia el oriente. Su actitud corporal expresa exactamente lo que su nombre indica: abrazo, refugio, consuelo.

Un abrazo

El proceso no estuvo exento de dificultades. Al poco tiempo de comenzar la talla, surgieron voces contrarias que cuestionaban la presencia de una imagen religiosa en un espacio público.

Se organizaron debates, se presentaron escritos, y hasta se propusieron alternativas satíricas para provocar.

Sin embargo, lejos de entrar en confrontaciones, Macu respondió con serenidad, oración y diálogo. Incluso llegó a invitar a tomar un café a una periodista crítica con la iniciativa, para poder compartir desde la cercanía lo que verdaderamente movía este proyecto: el deseo de consolar, de unir, de ofrecer un lugar de paz.

En medio del ruido, la Virgen seguía abrazando. Personas de todos los trasfondos se acercaban al lugar atraídas por una paz difícil de explicar.

Niños, mayores, creyentes y no creyentes, todos encontraban en ella un punto de conexión, de consuelo, de esperanza.

La imagen despertaba lo mejor del alma humana. Era, y es, un testimonio vivo de que lo trascendente no está reñido con lo público, sino que puede dignificarlo y sanarlo.

Una ciudadana y una misión

Lo más impresionante de esta historia es que no hay una gran institución detrás. No hay una campaña millonaria, ni un respaldo eclesial estructurado. Solo hay una mujer que ama a la Virgen, un escultor obediente a la inspiración, y una comunidad que fue acogiendo y defendiendo la presencia materna de María en su barrio.

Cuando se presentó el proyecto al Pleno de la Junta Municipal, se le intentó negar la palabra por no representar a ninguna asociación.

Lejos de rendirse, fundó una asociación para poder hablar «de tú a tú». También organizó una recogida de firmas, que en pocos días alcanzó más de 25.000 apoyos, demostrando que la Virgen del Abrazo no era un capricho, sino una necesidad.

Y como si Dios tuviera sentido del humor y de la providencia, el día en que se celebró la permanencia oficial de la Virgen en el parque fue el 21 de enero, nada menos que el Día Internacional del Abrazo. ¿Casualidad?

Una nueva advocación para un nuevo tiempo

La Virgen del Abrazo se ha convertido, sin quererlo, en una advocación del siglo XXI. En una sociedad cada vez más polarizada, donde muchos se sienten solos, sin consuelo, sin raíces, sin esperanza, esta Virgen nos recuerda que hay una Madre que nos espera con los brazos abiertos.

Podemos llevar la fe a la calle, al parque, a lo público desde el testimonio, el amor y la belleza.

Porque la fe, cuando es auténtica, se convierte en abrazo.

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