Resulta que quienes nunca han pedido perdón por el asesinato de cerca de mil españoles, quienes apadrinaron el éxodo forzoso de casi doscientos mil vascos, quienes pusieron bombas bajo los coches y dispararon en la nuca, ahora se visten de guardianes de la «memoria democrática».
Y es que EH Bildu, con la complacencia de Podemos-Elkarrekin, ha decidido que el monumento del Sagrado Corazón de Urgull (San Sebastián) debe desaparecer de nuestra historia y de nuestro paisaje. Eso sí, por nuestro bien.
No lo pueden remediar, les ofende. ¿Por qué? Porque representa todo aquello de lo que ellos abominan: la fe católica, la civilización cristiana, el orden natural y el alma de España.
Hemos llegado, en tiempo record y forzado, a que el zorro de lecciones de seguridad al gallinero. Tremendo.
Bildu tiene la desvergüenza de dictar qué memoria es aceptable y cuál no. Y Podemos-Elkarrekin, como buenos palmeros de la ultraizquierda acomplejada, les sigue el compás. Puro cinismo. Ahí va: quieren que se incluya el monumento del Sagrado Corazón de Urgull en el catálogo de elementos «contrarios a la memoria democrática».
Les incomoda la Cruz, pues les repugna el Cristo que, con los brazos abiertos, bendice a San Sebastián desde lo alto del monte Urgull.
Tal ocurrencia, nada ocurrente, no solo peca de grotesca en su fondo, sino que alcanza cotas de esperpento en su origen. Es el colmo de la hipocresía: los mismos que aún hoy dedican incienso al terrorismo y los que gobiernan con el aplauso de criminales sin arrepentimiento, se arrogan la potestad de decidir qué es «memoria» y qué es «democrática».
Si hay algo que pervierte la democracia, es que quienes nunca creyeron en ella, quienes pusieron bombas contra ella, ahora se dedican a reescribir la historia.
Lo que EH Bildu y Podemos-Elkarrekin están promoviendo es una forma de damnatio memoriae, esa condena del recuerdo que usaban los emperadores romanos para borrar de la historia a sus enemigos. Solo que ahora se borra a Cristo.
Porque, seamos sinceros. El monumento se empezó a gestar con impulso popular y religioso. La escultura que corona el monte fue el deseo espiritual del pueblo, no un capricho del Estado de ese momento. Pero les da igual.
El monumento fue concebido en la década de 1920. Las primeras propuestas datan de 1926, y la razón principal fue el fervor popular, el deseo de consagrar la ciudad al Sagrado Corazón de Jesús. Fue un proyecto de fe, no de propaganda. Las obras se interrumpieron por la guerra y se concluyeron en 1950, sí, durante el franquismo. Ahora resulta que el calendario también es delito.
Lo que les duele a EH Bildu y Podemos-Elkarrekin es que sobre Urgull permanezca, majestuosa, una figura que proclama la realeza de Cristo sobre la ciudad.
Desde esta izquierda radical, “vende humos” de progreso, se exige borrar cualquier vestigio que no se ajuste al nuevo dogma laico.
Pero ojo, que nadie se atreva a tocar sus homenajes a asesinos, ni sus arengas plagadas de odio. Ahí, la memoria se convierte en «expresión cultural». El Sagrado Corazón, en cambio, es delito. EH Bildu y Podemos-Elkarrekin no esconden su voluntad deliberada de erradicar el cristianismo de la esfera pública.
El principal problema es que el cristianismo, en el fondo, les recuerda una verdad insoportable para estos “apóstoles de la memoria selectiva”.
Les recuerda que la Verdad, no se funda en los caprichos del poder ni en las conveniencias ideológicas, que la libertad no es hacer lo que me da la gana, sino elegir el Bien.
San Sebastián no ha pedido a EH Bildu que viniera a adoctrinarla. Pero, sin embargo, quieren imponer una visión del pasado construida desde el odio. No hay clamor popular contra el Cristo de Urgull, no hay manifestaciones, ni firmas, ni campañas vecinales que pidan su retirada ¿Entonces? Lo que hay es una estrategia de odio, fría y calculada, de zorros de corral.
Su objetivo no es solo una estatua: es cargarse la identidad espiritual de España.
¿Qué sigue después? Si por el mero hecho de haber sido concluido bajo el franquismo convierte a un monumento en «antidemocrático», abrimos la puerta a una persecución sin freno. Es un principio totalitario, al estilo de los talibanes, se mire por donde se mire.
No hay memoria sin verdad, y la verdad histórica es que el Sagrado Corazón de Urgull es un símbolo de la fe de un pueblo que quiso, libremente, consagrar su ciudad a Dios. Derribarlo sería una profanación.
El Cristo de Urgull no se toca.
Porque San Sebastián, aunque algunos se empeñen en cambiarle el alma, sigue siendo tierra de corazón. Del Sagrado Corazón.