Lo último que puede hacer la Iglesia es traicionar su propia doctrina. La amenaza permanente que se cierne sobre ella desde los poderes de este mundo es domeñarla, subordinarla. Y entre estos poderes, naturalmente, se encuentran los políticos; en particular, la militancia política.
La inmigración será cada vez más un tema de enfrentamiento político por dos razones básicas.
La primera es que el Gobierno de Sánchez la instrumentaliza en beneficio propio: es la única vía que ha encontrado para que crezca el PIB —aunque no lo haga la renta per cápita— y para paliar, de manera precaria, las consecuencias de sus políticas que destruyen a la familia y agravan la crisis de nacimientos. Este es el primer hecho objetivo.
El segundo, derivado del primero, es que hay partidos que consideran —con razón— que la inmigración desordenada y generadora de problemas objetivos constituye un caballo de batalla electoral, la cuestión es que a partir de ahí se den respuestas que ignoren la dignidad del inmigrante.
Estas son las coordenadas del escenario. Y ante ello, la Iglesia tiene una doctrina bien asentada y reiterada.
La doctrina de la Iglesia sobre migraciones
En el orden universal destacan:
- Exsul Familia de Pío XII (1952).
- Pastoralis migratorum curade de Pablo VI y su instrucción de 1969.
- Erga migrantes caritas Christi del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes (2004).
Se suman además el Código de Derecho Canónico, los textos del Concilio Vaticano II, y campañas y orientaciones de la Comisión Episcopal de Pastoral Social. Tres denominadores comunes aparecen siempre: el derecho a emigrar, la dignidad de la persona y la integración en las comunidades de acogida.
En España, la Conferencia Episcopal ha elaborado documentos clave:
- Comunidades acogedoras y misioneras (2024), que actualiza la pastoral con migrantes.
- La Iglesia en España y los inmigrantes (2007), una reflexión teológico-pastoral de gran calado.
La base bíblica de esta doctrina es amplia. Basta recordar:
- Éxodo 22:2 y Levítico 19:33–3: prohibición de oprimir al extranjero y mandato de tratarlo como al nacido en la tierra.
- Deuteronomio 10:18–19: Dios ama al extranjero; Israel debe imitar ese amor.
- Números 15:15–16: “una misma ley para nativo y extranjero”.
- Mateo 25:3: acoger al forastero es acoger a Cristo.
- Efesios 2:19: ya no extranjeros, sino conciudadanos de los santos.
El derecho a no emigrar
Junto al derecho a emigrar, la Iglesia subraya otro principio inseparable: el derecho a no emigra. Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Francisco y el Compendio de Doctrina Social lo reiteran: el desarrollo integral de los pueblos es la verdadera solución. Sin desarrollo, las migraciones son forzadas, no libres.
Como escribió Pablo VI en Populorum Progressio (1967): la obligación moral es promover el desarrollo integral para superar desigualdades que obligan a emigrar. O como recuerda Francisco: “Debería existir el derecho a no emigrar para permanecer en la propia tierra” (Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2023).
España: un límite real
Los principios no son abstractos. En España el problema es concreto: la imposibilidad de integrar adecuadamente a la inmigración masiva. La capacidad de atención de las administraciones públicas está desbordada; la sanidad y la educación se deterioran; la vivienda es inasequible; la seguridad ciudadana se resiente. En Cataluña, la lengua y la cultura propia retroceden hasta niveles de sustitución poblacional: solo un tercio de Barcelona tiene el catalán como lengua materna.
Hay además una raíz interna: la falta de nacimientos y la destrucción de estructuras familiares. Y otro problema estructural: la inmigración masiva sostiene sectores de baja productividad —hostelería, turismo, cuidados personales—, consolidando salarios bajos y alejándonos de la renta media europea. Desde 2006 hemos perdido 13,5 puntos porcentuales, pasando de estar por encima de la media (105) a situarnos por debajo (93,5).
Mientras tanto, España y la UE han renunciado a una verdadera política de desarrollo para los países emisores de emigración.
Una propuesta integral
La única política razonable pasa por cuatro ejes y un principio:
- Moratoria migratoria temporal, que reduzca al mínimo las llegadas mientras se recupera la capacidad de integración.
- Política de integración social, mejorando las condiciones de vida de los más vulnerables, de todos, de manera que no existe la posibilidad del agravio comparativo.
- Ayuda internacional al desarrollo, coordinada a escala española y europea, que actúe sobre las causas de la emigración.
- La capacidad de aplicar el ordo amoris en todos los criterios anteriores.
Y el principio es sencillo de entender: el derecho a emigrar debe integrarse; supeditarse al bien común de la sociedad receptora.
A esto deben añadirse dos condiciones imprescindibles: políticas familiares y de natalidad que reviertan la tendencia regresiva, y la recuperación cultural de nuestra identidad cristiana, entendida como cultura común y fundamento racional de convivencia.
El verdadero peligro
España no tiene un problema de islamización —eso es una “parida cósmica”—. El verdadero peligro es la descristianización y la deriva que impulsa una sociedad desvinculada.
Y una última observación: a quienes atacan a la Iglesia por su postura equilibrada y humana, conviene recordarles algo: guarden sus críticas para los sectores económicos que promueven activamente la inmigración como lobby organizado, porque sobre ellos, curiosamente, guardan un silencio atronador.
El derecho a emigrar exige también el derecho a no emigrar: desarrollo integral de los pueblos. #DoctrinaSocial #Iglesia Compartir en X










1 Comentario. Dejar nuevo
la iglesia está fomentando la inmigración islámica. es un hecho