Tiene una amplia difusión, en libros, revistas y páginas de internet, una frase atribuida a Albert Einstein, más o menos expresada así: «es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio». En inglés aparece en redacciones como esta: «What a sad era when it is easier to smash an atom than a prejudice».
Quizá exista algún texto que cite exactamente cuándo, cómo y por quién fue dicha por vez primera esa frase, pero no parece fácil conocer con precisión cuándo tuvo su origen. Lo que sí resulta evidente es que en muchos lugares en los que se cita como frase de Einstein no se ofrece ninguna referencia para asegurar su autoría.
Incluso hay páginas de internet en las que se recogen listas de frases atribuidas a Einstein y se separan las verdaderas de las falsas. La frase sobre los átomos y los prejuicios a veces está en la lista de frases verdaderas, mientras que en otros lugares es señalada como entre las falsas…
Más allá de la autoría de la frase, la frecuencia y la libertad con la que se cita como si fuera de Einstein para hablar de los prejuicios sirve precisamente para demostrar cómo algo que gira y gira miles de veces, de boca en boca, de texto en texto, de pantalla en pantalla, es visto como si fuera del famoso científico cuando faltan elementos que lo garanticen.
En otras palabras, atribuir a alguien lo que no es seguro que haya dicho obedece a esa credulidad humana por la que se aceptan, con poco espíritu crítico, como verdaderas ciertas afirmaciones, para luego repetirlas una y otra vez, con lo que se promueven prejuicios que alejan de la verdad.
Respecto a la frase de los átomos, su desintegración y los prejuicios, resulta hasta simpático constatar verla atribuida, casi como una mantra incuestionable, a Einstein, por quienes desean promover el espíritu crítico, cuando una persona seria no la atribuiría al gran científico alemán sin un mínimo de garantías documentarias.
En el mundo de hoy, que presume de pensamiento autónomo y de competencia científica, esfuerzos serios por estudiar a fondo cada argumento conviven junto a prejuicios y leyendas que demuestran una credulidad sorprendente en miles de personas.
Si Einstein estuviera vivo, quizá asumiría el contenido de la frase, al mismo tiempo que, de no ser suya, añadiría: precisamente porque reconozco que los prejuicios pueden apartarnos de la verdad, pido que no se me atribuya una frase que nunca he dicho.
La famosa frase sobre los átomos y los prejuicios no se puede atribuir a Einstein mientras no se ofrezcan pruebas suficientes para ello. Al mismo tiempo, esa frase, sea de quien sea, nos invita a ser más cautos antes de aceptar por verdadero lo que no tiene garantías de serlo, a dejar a un lado prejuicios que impiden ver bien la realidad, y a promover estudios serenos y objetivos sobre tantos temas que nos interesan como seres humanos amantes de conocimientos adecuadamente fundamentados.