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En busca de la Verdad (II)

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Continuamos con nuestra búsqueda de la Verdad, indagando ahora en las profundidades del ser por dónde pueden ir los tiros a la hora de dilucidar por qué cuando te tomas en serio la búsqueda de la Verdad (como en todo en la vida), siempre hay gentecilla que se toma en serio el ir a hundir tu barca… incluso embarcándose en ella para conseguirlo. ¿Es realmente a causa de esa lucha interna tuya que te sonsacan tu hipocresía?

Profundicemos, pero descubrimos pronto que en verdad es muy simple la respuesta: se creen que la Verdad la tienen ellos: la vida “depende del color del cristal con que la miras”, dice la sentencia. Si en ellos hay podredumbre, eso será lo que verán en ti. Si requieren el éxito (y más, tu éxito), por ahí tirarán para tratar de impedírtelo. Si se te ve íntegro, intentarán desacreditar todas y cada una de tus acciones, aun buscándote con lupa defectos que quieren creer irrefutables, que incluso tratarán por todos los medios que sean detectivescos y probados documentalmente.

Punto por punto

La envidia −no sé si antes también, pero hoy está muy presente en la vida social− puede llegar a máximos alucinantes si va mezclada con la soberbia del prepotente en nombre de la Verdad, que le lleva hasta a provocar el escándalo de propios y extraños… incluso comunicando la falsedad de padres a hijitos imberbes. Solo te diré lo que dice Jesús, el Cristo que ha de venir: “¡Ay del mundo por los escándalos! Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay del hombre por quien viene el escándalo! Cuidado con despreciar a uno de estos pequeñuelos” (Mt 18,7-10).

“Pero ¿qué quiere realmente el envidioso?”, te preguntarás. En verdad, es un tipo de pretencioso espécimen que prolifera en las redes sociales, termómetro del pecado y de la virtud en nuestro tiempo desquiciado, abanderado el primero por aquellos que son capaces hasta de tratar de conseguir el éxito (su éxito) haciendo daño a otros, y la segunda, por el que avanza inocente en el mundo sin querer engañar ni dañar a nadie. Los primeros lo hacen porque no son capaces de conseguirlo por las buenas, con sus propios dones, y los segundos se limitan a vivir y dejar vivir.

La envidia. La soberbia. El escándalo. Esos son los motivos por los cuales, en cuanto detectes el mínimo de esos tres pecados, debes actuar de tres maneras que te describo a continuación. Antes, me gustaría que advirtieras que la envidia, la soberbia y más el escándalo son pecados, y no virtud −como muchos querrían creer−, y por tratar de taparlos pueden llegar a montar hasta verdaderas apoteosis públicas, como vemos cada vez más incluso en los medios de comunicación, en especial en los realities. Y, si son pecados, es que hay que confesárselos, pero además, repararlos y pedir perdón; si no, la confesión se queda en una pantomima que ante Dios causa vómito, y por la cual san pedro te prohibirá la entrada en el Cielo.

Santo y seña de nuestra búsqueda

Hablemos de ese pecado triple. A base de ver que te callas durante un tiempo indefinido ante sus mamarrachadas (en especial cuando no te es posible elegir su compañía), mucha de esa gentecilla de la que hablamos llega incluso a automedicarse con tutoriales que les hacen creer una realidad en ellos inexistente, viviendo una vida que no les corresponde por irreal, tratando de impedir tu éxito a toda costa.

¿Cómo se salen con la suya? ¡Fácil! Actúan de manera premeditada y hasta planificada para evitar que tu virtud haga mella en su alma desquiciada, de manera que su pecado enraíza cada vez más profunda y sólidamente en su alma pervertida, hasta el punto de que siempre se creen a pies juntillas que cuando les escuchas sin replicar es porque les admiras su simpleza, y por eso les estás dando la razón.

Y ¿qué hay si les replicas? ¡Ah, amigo, querida amiga del alma! ¡Entonces puedes olvidarte de su aquiescencia para siempre! Llegamos aquí al meollo de nuestra disertación de hoy. ¿Cómo debes actuar? De tres maneras: La primera, ser siempre fiel a la Verdad. La segunda, mostrar siempre la bonhomía de tu reciedumbre. La tercera, caminar confiado sabiendo con certeza que Dios asiste cada uno de tus pasos, siempre y cuando cumplas con sus mandamientos.

Cuando avances, te preguntarás si estás realmente en busca de la Verdad o adentrándote en la selva, salvaje donde las haya. Ciertamente, la Verdad está hoy muy enmarañada por malas hierbas que crecen por doquier. −Mírate la parábola del trigo y la cizaña (Mt 13,24-30.36-43): ¡parece escrita hoy!−. Pero eso es ya harina de otro costal. Por este motivo, solo te pregunto ahora: ¿Sabes cómo terminaban antes los capítulos de las series televisivas o de los tebeos? Así terminamos nosotros por hoy: “Continuará…”.

La envidia. La soberbia. El escándalo. Esos son los motivos por los cuales, en cuanto detectes el mínimo de esos tres pecados, debes actuar de tres maneras que te describo Clic para tuitear

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