Esta tarde, desde la chimenea de la Capilla Sixtina, ese símbolo humilde y poderoso, ha salido el humo que todo el mundo esperaba: fumata blanca.
Tras horas de oración, discernimiento y votaciones a puerta cerrada, los cardenales han elegido a un nuevo Papa. Y con él, se renueva la esperanza, se escribe una nueva página en la historia de la Iglesia.
La multitud reunida en la Plaza de San Pedro estalló en aplausos y emoción. Peregrinos, curiosos, periodistas, creyentes y no creyentes… todos con los ojos puestos en el pequeño tubo negro del que, en siglos pasados y en pleno siglo XXI, sigue brotando una señal que conmueve a la humanidad entera.
El Espíritu Santo ha soplado.
No conocemos todavía su nombre, ni su rostro, ni la historia que lo trajo hasta aquí. Pero ya lo reconocemos como nuestro pastor
Una respuesta a nuestras oraciones. Una guía para este tiempo.
En unos minutos, se abrirá el balcón central de la Basílica de San Pedro.
Escucharemos las palabras que nos erizan la piel: Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam! Y veremos al elegido salir, no como un jefe de Estado, sino como el siervo de los siervos de Dios.
Hoy no es solo un día histórico. Es un día de fe, de comunión y de promesa.
Recemos por nuestro nuevo Papa, para que sea valiente, humilde, fiel. Y para que, como Pedro, nos confirme a todos en la fe.
¡Alabado sea Jesucristo! Ahora y siempre.
