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Modernismo progresista

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El modernismo progresista piensa que para controlar occidente solo le falta una única batalla: «acabar con lo católico».

Y es que los católicos seguimos sosteniendo los viejos cimientos de la humanidad: Dios, la familia y la conciencia.

El modernismo es una postura teológica herética que considera a la Iglesia y a sus dogmas como instituciones solamente humanas, portadoras de rasgos debidos a su contexto histórico, y por tanto necesitadas de ser constantemente revisadas y reformadas para adaptarse a los tiempos actuales. Bajo esta forma de pensar el dogma no es inmutable, ni una verdad revelada por Dios, sino que puede ir evolucionando a través del tiempo llegando incluso a contradecir lo que antes enseñaba.

La Iglesia Católica, en cambio, enseña que el dogma no puede cambiar en su naturaleza. Distinguimos así la evolución transformista del dogma, de la evolución homogénea o legítimo desarrollo de la doctrina cristiana, que consiste en el crecimiento en profundidad y claridad del entendimiento de las verdades de la divina revelación. Es importante entender que las verdades substanciales o esenciales en el núcleo de cada doctrina (como parte del único depósito, dado por Cristo a los apóstoles) permanece inmutable y la Iglesia Católica, como institución divina, preserva el depósito, y es su Guardián.

En círculos progresistas se ha puesto en duda el carácter infalible de la Biblia en cuanto a lo doctrinal y la veracidad histórica de los relatos evangélicos. El Concilio Vaticano II enseña precisamente lo contrario en su constitución dogmática Dei Verbum:

«Pues, como todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman, debe tenerse como afirmado por el Espíritu Santo, hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación. Así, pues, «toda la Escritura es divinamente inspirada y útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y equipado para toda obra buena»» (2 Tim., 3,16-17).

Respecto a la historicidad de los evangelios enseña:

«La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha creído y cree que los cuatro referidos Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día que fue levantado al cielo».

A pesar de esto, numerosos teólogos católicos heterodoxos, pretendiendo inspirarse en el «espíritu del Concilio Vaticano II» y no en su letra, se han apartado notablemente de la enseñanza católica.

 

 

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