fbpx

Consideración sobre las necesidades de la Iglesia: ¿Adaptarse a la cultura o convertirla?

COMPARTIR EN REDES

¿La Iglesia debe dialogar y adaptarse a los valores de la cultura occidental contemporánea —pluralista, liberal, democrática, igualitaria, sexualmente autónoma— para seguir siendo relevante, o debe mantener su identidad misionera, profética y contracultural, ofreciendo una verdad revelada que interpela, incluso si entra en colisión con el espíritu de la época?

Este conflicto no es solo entre “progresistas” y “tradicionalistas”, sino entre dos modelos eclesiales y misioneros:

  • Modelo adaptativo (dialogante-contextual):
    Parte del principio de que la Iglesia, para ser fiel al Evangelio, debe leer los signos de los tiempos, y eso exige actualizarse, abrirse a nuevas formas de vida, ampliar la comprensión de la dignidad humana en clave moderna:

    • reconocimiento de las mujeres en todos los ministerios, incluso el orden sacerdotal;
    • bendición o inclusión de parejas del mismo sexo;
    • diálogo con la teoría de género como visión antropológica emergente;
    • reinterpretación de la moral sexual en clave relacional y de conciencia personal.
  • Modelo misional (propositivo-profético):
    Parte de que la Iglesia no está llamada a seguir la cultura, sino a proponer una visión transformadora del ser humano basada en la Revelación, que muchas veces contrasta con las ideologías modernas. Esta visión sostiene:

    • que el sacerdocio está vinculado sacramentalmente a Cristo varón;
    • que el matrimonio es entre varón y mujer por voluntad creadora de Dios;
    • que la antropología cristiana es binaria y no puede ser relativizada por construcciones culturales;
    • que la misión de la Iglesia es anunciar y convertir, no adaptarse y asimilar.
Ejemplos donde esta tensión se ha manifestado:
  • Sínodo Alemán (2020–2023): Propuestas de bendecir uniones homosexuales, ordenar mujeres y revisar moral sexual generaron alarma en Roma. Francisco reconoció el valor del discernimiento, pero advirtió del riesgo de “romper con la Iglesia universal”.
  • Sínodo de la Sinodalidad (2023–2024): Algunas voces reclamaban inclusión LGTBI+, otros temían una “protestantización” de la Iglesia. Francisco mantuvo una línea ambigua: apertura al diálogo, sin definiciones doctrinales claras.
  • Documentos del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (ex-Congregación):
    • Fiducia supplicans (2023), permitiendo la bendición de parejas en situación irregular, provocó un terremoto eclesial. Fue visto por unos como gesto pastoral, por otros como confusión doctrinal.
  • Declaraciones sobre mujeres y sacerdocio: Aunque Francisco ha reafirmado la doctrina de Juan Pablo II sobre la imposibilidad de ordenar mujeres, también ha abierto la puerta a nuevos ministerios laicales y diaconado femenino en estudio, generando tensiones entre continuidad y cambio.

¿Evangelizar al mundo o ser evangelizados por él?

Y en este terreno, el pontificado de Francisco ha querido navegar entre los dos polos —a veces con ambigüedad, a veces con firmeza—, provocando con ello tanto esperanzas como escándalos.

Este conflicto no es solo moral o disciplinar. Es eclesiológico, misionero, escatológico. Se pregunta:

¿Cuál es la misión de la Iglesia en el mundo moderno? ¿Ser “luz del mundo” y “sal de la tierra”, o “escuchar y acompañar” al mundo hasta mimetizarse con él?

Y más radicalmente:

¿Qué entendemos por Evangelio? ¿Una Buena Noticia que transforma la vida y el orden social desde Cristo, o una inspiración ética que acompaña el proceso de emancipación cultural?

Este conflicto es el que estructura muchas de las demás tensiones: detrás de la sinodalidad, de la pastoral sexual, del lenguaje moral, de la liturgia, de la política vaticana, está esta cuestión de fondo.

Seguramente ahora necesitamos claridad y fidelidad a la naturaleza de la Iglesia; esto es, a su Tradición y Doctrina; a sus acuerdos fundamentales. La que la hacen una, santa, católica, apostólica y romana. La que es enviada al mundo para seguir los mandatos de Jesucristo, y no para acomodarse a la mundanidad.

¿Cuál es la misión de la Iglesia en el mundo moderno? ¿Ser “luz del mundo” y “sal de la tierra”, o “escuchar y acompañar” al mundo hasta mimetizarse con él? Compartir en X

¿Te ha gustado el artículo?

Ayúdanos con 1€ para seguir haciendo noticias como esta

Donar 1€
NOTICIAS RELACIONADAS

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.