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Construyamos una Nueva Teoría Crítica basada en el cristianismo (y IV)

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La cultura de la sociedad actual, sucesora de la breve postmodernidad que ha destruido la razón ilustrada, es la de la desvinculación.

Vivimos en la sociedad desvinculada que se caracteriza por haber convertido en hegemónica y constituir en razón política el principio fundamental de que la realización humana radica en la satisfacción de las pulsiones del deseo, sin cauces ni límites previos que la objetiven y permitan la existencia de otras causas.

La satisfacción del deseo significa el absolutismo del principio de autodeterminación humana. No existe ningún valor, afirmación religiosa, tradición, razón cultural, costumbre, ley, deber, compromiso o consecuencia que pueda impedirla, y si existe ha de ser cancelado o modificado.

En el siglo XXI se ha transformado en razón política

Este principio emergió culturalmente en el “Mayo 68” como datación simbólica, en el ámbito de la antropología y de las relaciones humanas y se extendió en los ochenta al ámbito económico, con las desregulaciones. En el siglo XXI se ha transformado en razón política.

El aborto, no como mal menor como era considerado, sino como derecho de la mujer (atención, un derecho que se basa en la muerte del ser humano engendrado), y la ley trans española son dos ejemplos paradigmáticos de este imperativo del deseo transformado en principio político.

Las grandes rupturas. La policrisis rizomática

La desvinculación significa la ruptura o supeditación de todo vínculo y de sus fines, y esto, como es lógico, da lugar a unas grandes rupturas generadoras de una sucesión de crisis interminables, que se articulan unas con otras dando lugar a una fase de nuestra sociedad caracterizada por la policrisis rizomática por la forma cómo se entrelazan y refuerzan unas a otras.

Las principales rupturas que fundamentan la cultura de la desvinculación pueden conceptuarse así:

Ruptura con Dios y su cancelación pública

La ruptura con Dios y su cancelación pública, base de todas las demás y la reducción de la relación con él y como máximo, a una cuestión íntima basada en la más absoluta subjetividad. Es lógico, el Dios cristiano, la fe que proclama Jesucristo, es un marco de razón objetiva, incompatible con todos los principios de la desvinculación.

Ruptura moral

La ruptura moral, anunciada en 1984 por Alasdair MacIntyre en “Tras la Virtud”, significa la incapacidad social e institucional para identificar con claridad el bien y por consiguiente el bien común, discernir lo que es justo y diferenciar, y actuar en tal sentido, lo superfluo de lo necesario.

Ruptura con la naturaleza y concepción humana

La ruptura con la naturaleza y concepción humana, en el plano de las ideas y el de sus aplicaciones jurídicas y científicas. El tiempo desvinculado es el de la gran ruptura antropológica que también amenaza a la Iglesia, y que es tan fuerte y peligrosa como en su tiempo fue la herejía agnóstica, y todavía más la arriana. La perspectiva de género es una de las ideologías dominantes en este ámbito.

Ruptura cultural y la emergencia educativa

La ruptura cultural y la emergencia educativa. La tradición ha sido proscrita, las fuentes culturales cegadas. Solo se concibe la cultura como transgresión, como vanguardias sin canon, lo cual da una idea del desorden que impera y eso si el imperialismo del mercado es arte, todo aquello que el mercado reconoce como tal y paga por ello, de ahí una de las enésimas contradicciones de la desvinculación, en el reino del subjetivismo más desatado, lo que importa en el arte no es la belleza que podemos percibir, sino lo que dicta el prescriptor cultural.

En estas condiciones educar que significa “conducir” y, por tanto, disponer de un horizonte de sentido común, formar el carácter de acuerdo con las virtudes que la comunidad valora, resulta cada vez más imposible. Se confunde por parte de los propios legisladores la educación con dos extremos:

  • El adoctrinamiento ideológico en la ideología de género, que tiene en la incitación sexual uno de sus componentes básicos,
  • Y en el otro extremo, la especialización profesional de mercado.

Ruptura generacional

La ruptura generacional. Hiperprotegidos en su infancia son generacionalmente castigados depositando sobre sus espaldas pesadas losas que han creado las generaciones precedentes y recientes. Es la ruptura con la naturaleza, la explotación irracional de los recursos naturales, la contaminación del medio ambiente, la crisis del clima. Es la enorme deuda pública, la crisis en algunos países del sistema público de pensiones, la insuficiente natalidad fuente de graves problemas económicos, sociales, y culturales futuros. Es, incluso, el gasto público fuertemente decantado hacia las generaciones mayores.

Ruptura económica de la injusticia socialmente manifiesta

La ruptura económica de la injusticia socialmente manifiesta. Se combina la crítica a las elites, con los modelos de vida que hacen ostentación del lujo y la riqueza. El capitalismo financiero se desvincula, no ya de los trabajadores, sino de la propia empresa, las nuevas modalidades de trabajo basadas en una falsa idea de “libertad” reducen los derechos de los trabajadores convirtiéndolos en falsos autónomos. Todo esto se ve favorecido porque en el debate político, la cuestión del modo de producción y el cómo nos afecta, se ha visto substituido, enmascarado, por el debate sobre el modo de vida, basado en la politización de los comportamientos sexuales, que tiene como marco de referencia la perspectiva de género en sus vertientes del feminismo punitivo y las identidades LGBTIQ.

Ruptura política

La ruptura política: Se han deslegitimado las instituciones políticas por la partitocracia y la búsqueda de la polarización como fuente de poder. El liberalismo progresista y la izquierda de género, una vez alcanzado el poder, niegan todo derecho democrático a quienes se opone a ellas, descalificándolas políticamente. Todo ello genera desconfianza y un desinterés por la participación ciudadana, hasta darse una crisis de representación, una corrupción generalizada que no solo es política, sino de adulteración de los fines de las instituciones, y una ausencia de proyectos comunes. El mal del cortoplacismo, al haber convertido al ciudadano en simple consumidor de bienes que puede otorgar el estado, con el dinero de todos, sin derecho a sentirse en parte responsable del conjunto, da lugar a políticas cortoplacistas, que aun hacen más difícil resolver los problemas

Todo ello se traduce en el desencadenante de crisis que se suceden y ramifican en un conjunto interminable.

La última desplaza a la anterior en la atención pública, pero todas siguen bien vivas y activas, y están deteriorando de manera muy grave a Europa, de manera particular a España, y someten a un conflicto de alta intensidad a la sociedad de Estados Unidos.

La necesidad de reconstruir. Qué hay que salvar de nuestro tiempo

El desastre de la sociedad desvinculada requiere una respuesta pronta y grande, o su consecuencia será la progresiva destrucción de la cultura Occidental, que afectará también a la Iglesia, o al menos a un núcleo tan importante como el europeo. De hecho, ya lo está haciendo, como muestra el sínodo alemán, y las tensiones que existen en o con Roma.

Desarrollar esta respuesta es la gran tarea y lo que ahora exponemos es un pequeño e incompleto esbozo, un apunte sugeridor más que otra cosa.

Se trata de reconstruir y fortalecer nuestras comunidades, la familia, la propia Iglesia y sus comunidades eclesiales, organizaciones y movimientos. Comunidades de memoria, vida, acción, trabajo y proyecto, que asumen su tradición, sus acuerdos fundamentales, reconocer las virtudes necesarias y tener capacidad de trasmitirlas, que refuerzan la fuerza de los vínculos del amor, del compromiso y del deber, que recuperan el sentido moral y con la capacidad de discernir el bien común, la justicia y la prioridad de lo necesario sobre lo superfluo.

Que identifican las causas de las crisis en las rupturas y actúan para repararlas.

Que recuperan las fuentes culturales, asumen una ecología integral que tiene en su centro la ecología humana, que ejercita el diálogo entre fe y razón desde la igualdad de los planos en el debate colectivo, que no confunde el estado laico, aconfesional, con el laicismo y el ateísmo práctico de estado.

Y todo ello actuando en tres planos:

En el de la fe basado en la conversión permanente, el sentido de pertenencia a la Iglesia, la asunción real y práctica de la evangelización y la tarea ahora para extender el Reino de Dios.

En el de la cultura, construyendo en todos los ámbitos la alternativa cultural cristiana a la cultura de la desvinculación.

Y el siempre olvidado ámbito de la política, saliendo de la marginalidad, abandonado la acomodación, construyendo un movimiento cristiano que decida trabajar para la transformación social y la promoción de los valores cristianos en todos los ámbitos de la vida y en todos los sectores y grupos de la sociedad.

Un movimiento que llama a la unión y al compromiso de todos los cristianos de fe y de cultura.

Es también un llamamiento para unir los esfuerzos individuales y colectivos de todas las personas que, con independencia de sus creencias religiosas o carencia de estas, se identifican con sus objetivos y los valores que los inspiran y tiene como eje vertebrador las aplicaciones de la Doctrina Social de la Iglesia.

Promueve mediante actuaciones concretas la modificación de las estructuras sociales y políticas para hacer efectivos los principios sociales cristianos.

Un movimiento, interlocutor de los partidos, que trabaja para lograr presencia y apoyo social; dialoga a nivel personal con sus miembros; reclamando que se posicionen en temas importantes; proponiendo políticas e iniciativas transversales, formas de amistad cívica entre políticos de diferentes partidos hasta la formación de grupos de diálogo y acción política (sin excluir la intervención directa, colectiva y organizad en el ámbito electoral, cuando sea necesaria).

Construyamos una Nueva Teoría Crítica basada en el cristianismo (I)

Construyamos una Nueva Teoría Crítica basada en el cristianismo (II)

Construyamos una Nueva Teoría Crítica basada en el cristianismo (III)

Desarrollar esta respuesta es la gran tarea y lo que ahora exponemos es un pequeño e incompleto esbozo, un apunte sugeridor más que otra cosa Clic para tuitear

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