El domingo 29 de junio de 2025, Escocia fue testigo de un acto profundamente ofensivo y blasfemo que ha sacudido a la comunidad católica.
Un hombre de 39 años, identificado como Grzegorz Strzelecki, fue acusado de destruir al menos 40 lápidas y prender fuego a un gran crucifijo de madera en el cementerio católico de St. Conval, ubicado en Barrhead, dentro de la Diócesis de Paisley.
Este brutal ataque se suma a una alarmante serie de incidentes de odio religioso que, en los últimos años, han puesto en evidencia una creciente ola de persecución anticatólica en Escocia.
Este no es un incidente aislado. En 2019, aparecieron grafitis anticatólicos con frases contra el Papa en las afueras de la Iglesia Holy Family en Mossend. En 2021, un sacerdote fue atacado con una botella mientras oraba dentro de la Catedral de Santa María en Edimburgo, y apenas dos días después, un incendio provocado destruyó la parroquia de San Simón en Glasgow, uno de los templos más antiguos de la ciudad.
Estos hechos apuntan a un patrón creciente de hostilidad religiosa contra la Iglesia católica en Escocia.
Persecución
El obispo John Keenan, líder espiritual de la diócesis, expresó con claridad el dolor que siente la Iglesia ante este ultraje: “Estoy entristecido y consternado por este acto de vandalismo sin sentido y por la violencia destructiva que lo impulsa”.
Estas palabras, llenas de dolor pastoral, reflejan la indignación ante el acto y también la profunda compasión hacia las familias afectadas.
Este cementerio es un lugar sagrado donde la memoria de sus seres queridos permanece viva a través de la oración y el recuerdo.
La violencia contra los símbolos católicos no puede ser reducida a simples actos de vandalismo.
Se trata de una ofensiva dirigida específicamente contra los signos visibles de nuestra fe: la cruz, los ángeles, las lápidas con imágenes sagradas y las tumbas de inocentes, incluidos niños.
La quema de un crucifijo, símbolo central del cristianismo, es una ofensa directa a Jesucristo y a todos los creyentes.
El carácter sacrílego del ataque quedó patente en los testimonios de los propios ciudadanos. Una mujer, con familiares enterrados en el lugar, escribió en redes sociales: “¿Qué clase de escoria malvada e ignorante camina por esta tierra para profanar tumbas, destruir lápidas de bebés, romper cabezas de ángeles y quemar cruces y símbolos católicos?”.
Este dolor visceral que se expresa en las palabras de los afectados revela cuánto duele este tipo de violencia cuando se dirige no solo a los vivos, sino también a la memoria de los muertos.
Dolor y esperanza
Ante el horror, también han surgido gestos de esperanza. Un ciudadano de Glasgow inició una campaña de recaudación de fondos en GoFundMe para ayudar a las familias a reparar las lápidas destruidas.
Además, un escultor de la empresa Forget Me Not Memorials ofreció su ayuda para restaurar gratuitamente los monumentos dañados y, en los casos más graves, reemplazarlos a mitad de precio.
Estos actos de caridad, solidaridad y fraternidad cristiana contrastan con la barbarie del atentado y nos recuerdan que la luz de la fe no se extingue ante la oscuridad del odio.
Recemos por Escocia, por sus fieles y por quienes perpetran el mal, para que el amor de Dios toque sus corazones.
1 Comentario. Dejar nuevo
Otro de los numerosos hechos lamentables contra la Iglesia Católica.
Como el de Ane Miren Hernández Unda, colaboradora de Canal Red de Pablo Iglesias, que profanó sacrílegamente el altar de una iglesia católica en Arbérats (en la zona vasca francesa) el pasado fin de semana en el festival EHZ.
Pero, lamentables como son todos los ataques, nos confirman y afianzan en que estamos en la verdadera Iglesia fundada por Dios mismo:
«Si a Mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros» (Juan 15,20)