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Sánchez y Cerdán. Virtudes y política: una exigencia moral para nuestro tiempo

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En la antigua Grecia, particularmente en la Atenas democrática, la virtud —la areté— era piedra angular del recto ejercicio del poder. Platón y Aristóteles sostenían que el gobernante debía encarnar las virtudes de la valentía, la justicia, la sabiduría y la templanza. Su ausencia convertía al ciudadano en un idiōtēs: alguien ajeno a los asuntos públicos, indiferente, encerrado en su mundo privado. Esta figura, lejos de ser neutral, simbolizaba la decadencia de la polis y el ocaso de la democracia.

la honestidad en la vida pública no es un lujo, sino una necesidad ineludible

Inspirado por el pensamiento aristotélico, Santo Tomás de Aquino enseña que la política, para ser justa, ha de orientarse al bien común mediante el ejercicio de las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. En De Regno, proclama que la honestidad en la vida pública no es un lujo, sino una necesidad ineludible para formar ciudadanos virtuosos y edificar una sociedad auténticamente moral.

Los sucesores de Pedro han insistido con vigor en la intrínseca relación entre política y moral:
  • San Juan Pablo II advirtió que la corrupción traiciona el pacto social y exige una vida pública marcada por la transparencia y la integridad.
  • Benedicto XVI proclamó que la responsabilidad moral del gobernante no es opcional, defendiendo que la verdad y la transparencia son cimientos de toda democracia genuina.
  • Francisco, con lenguaje profético, ha denunciado la corrupción como “destructora de la fraternidad” y ha reivindicado una política “con olor a pueblo”: cercana, sencilla y ética.

La Doctrina Social de la Iglesia insiste en ordenar los bienes comunes, fomentar la participación ciudadana y anteponer el desarrollo integral de la persona humana como criterio supremo.

El filósofo Alasdair MacIntyre, en After Virtue (1981) y su traducción Tras la virtud, denunció con agudeza el colapso moral de la cultura moderna, caracterizada por discursos éticamente fragmentados y relativistas. En su visión, sin una comprensión teleológica —sin un horizonte de sentido y propósito— la ética se reduce a meras preferencias subjetivas, carentes de coherencia y firmeza  La modernidad secular ha sustituido la práctica de las virtudes por una lógica utilitarista y materialista, incapaz de sustentar una comunidad moral.

más del 25 % de los votantes según las encuestas y uno de cada cinco electores continúan respaldando al PSOE

El rostro más reciente de esta crisis moral se ha hecho visible con la entrada en prisión de Santos Cerdán, ex-secretario de Organización del PSOE, imputado por organización criminal, cohecho y tráfico de influencias en adjudicaciones públicas. Sin embargo, más del 25 % de los votantes según las encuestas y uno de cada cinco electores continúan respaldando al PSOE, que mantiene el apoyo de Sumar y otras fuerzas, sin convocar elecciones.

Esta realidad provoca una honda disonancia ética: ¿cómo justificar la legitimidad moral de una fuerza política gravemente afectada por la corrupción? Las reacciones son dispares: el PP reclama elecciones anticipadas y la dimisión del presidente Sánchez, mientras el Gobierno defiende la vía judicial y descarta la disolución de las Cortes

Para Santo Tomás y la tradición cristiana, el cumplimiento formal de la ley es insuficiente: el corazón del gobernante debe estar modelado por la virtud. La prudencia guía con sabiduría; la justicia garantiza la equidad; la fortaleza resiste la presión del poder y la tentación; la templanza modera la ambición. Ausentes estas virtudes, la política se vacía de contenido moral y se convierte en mera técnica de dominación, desprovista de horizonte ético.

una cultura que prescinde de las virtudes está destinada a su autodestrucción moral.

La Doctrina Social de la Iglesia no se limita a denunciar la corrupción: llama a educar y a exigir virtud en quienes ejercen el gobierno, porque solo así puede construirse una comunidad justa. MacIntyre lo ratifica con claridad: una cultura que prescinde de las virtudes está destinada a su autodestrucción moral.

La Corriente Social Cristiana (CSC), en su reciente declaración, alerta de una crisis institucional profunda, sistémica y sin precedentes en España. No se trata de una crisis aislada, sino de una acumulación que afecta los pilares fundamentales del sistema democrático: el Parlamento, el Gobierno y los partidos políticos.

el presidente debe someterse al juicio de las urnas. No puede seguir gobernando sin legitimidad moral.

La CSC sostiene que el PSOE, junto con las formaciones que respaldaron la investidura del presidente Sánchez, ha entrado en una fase de pérdida de legitimidad que obstaculiza la alternancia democrática. Denuncia que se ha impuesto una lógica del poder a cualquier precio. Su juicio es contundente: la actitud del presidente ante esta crisis —incluida la caricaturesca declaración de Cerdán y su retórica sobre el “fango”— debilita su capacidad para ejercer el poder con lucidez y responsabilidad. Por todo ello, la CSC afirma con claridad: el presidente debe someterse al juicio de las urnas. No puede seguir gobernando sin legitimidad moral.

En consonancia con esta postura, las recientes declaraciones de monseñor Luis Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal, así como las del secretario general de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Francisco César García Magán, reclamando elecciones anticipadas, no son simples opiniones políticas, sino aplicación directa de la Doctrina Social de la Iglesia al contexto español.

No obstante, la CSC va más allá: convoca a todos los cristianos y a las personas de buena voluntad a organizarse. Más allá de exigir elecciones inmediatas, propone una verdadera regeneración institucional y una reforma profunda del sistema político, que ha dejado de servir al bien común.

Esta es, en última instancia, la gran tarea que nos espera cuando se convoquen las elecciones: no solo cambiar de gobierno, sino redignificar la política.

Una política sin virtud es un cascarón vacío, incapaz de inspirar confianza, carente de legitimidad moral y vulnerable a la corrupción. Desde Platón y Aristóteles, pasando por Santo Tomás, los Papas y la Doctrina Social de la Iglesia, la tradición cristiana ha recordado con firmeza que el poder auténtico solo es posible a través de la integridad del gobernante.

El caso de la corrupción en el PSOE  exige, más allá del escándalo, un rediseño ético profundo

El caso de la corrupción en el PSOE  exige, más allá del escándalo, un rediseño ético profundo. Solo una auténtica cultura de la virtud podrá reconstruir la confianza ciudadana y devolver a la política su dimensión más alta: la de ser servicio al bien común bajo la guía de la verdad y la justicia.

Sin virtud no hay política verdadera. La corrupción de hoy es el precio de haber olvidado a Platón, Santo Tomás y el bien común. #Corrupción #VirtudPolítica #DoctrinaSocial #EleccionesYa Compartir en X

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • Son gente injusta, malvada y codiciosa.
    Son envidiosos, asesinos, peleadores, tramposos, calumniadores.
    Hablan mal de los demás, odian a Dios, son insolentes y orgullosos, y se creen más que todo el mundo.
    Siempre están inventando nuevas maneras de hacer el mal.
    No quieren entender la verdad, ni se puede confiar en ellos.
    No se interesan por nadie ni se compadecen de nadie.
    Y saben que, por todo esto, merecen que les pase lo peor.
    Y sin embargo, hay quienes apoyan gustosos todo esto.
    (Romanos 1,29)

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