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¿SuperPapa o Supermán?

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Ha habido protestas por el Editorial publicado en este diario hace dos semanas con el título “¿Por qué, Santo Padre, cui prodest?”, cuestionando la oportunidad de que el Papa aceptara ser entrevistado por un grupo de jóvenes con el periodista Jordi Évole, grabada a modo de reality en las periferias de Roma por la productora del propio Évole y transmitida por Disney+.

También yo –colaborador con como mínimo un artículo semanal los viernes desde 2015 en la sección Colaboraciones, y admirador del diario, del editor y del Papa–, protesto, todo lo desilusionado posible que como fiel católico mi debilidad me permite.

Dejamos el análisis de la entrevista para otro momento; ahora haremos a grandes pasadas –con mi conocido estilo desasido– un vuelo de pájaro sobre la relación que observo entre la situación en que nos encontramos en el mundo y el estilo comunicativo del Papa Francisco en general.

Contexto y sentido de mi aportación

No es solo cosa de chorro de tinta de un día, sino que ya llevamos a lo largo de estos años varios Editoriales y artículos en que se cuestiona el acierto del Papa Francisco, en contraste con otros Editoriales y artículos del propio diario en que es loado. Es una circunstancia que debe de doler mucho al Papa, más viniendo de un medio y una persona especialmente ejemplares. Además, aunque es sabido que un Editorial representa siempre la línea del diario y por tanto va sin firmar, pienso que dada la particularidad del tema, de quién es el editor y de cuestionar nada menos que la oportunidad del Papa en el conjunto de su pontificado, hubiera convenido firmarlo, aunque fuera “a cuatro manos”.

No es solo cosa de chorro de tinta de un día, sino que ya llevamos a lo largo de estos años varios Editoriales y artículos en que se cuestiona el acierto del Papa Francisco, en contraste con otros Editoriales y artículos del propio diario en que es loado

En esta línea, puestos a ser fórum (objetivo explícito y que honra al diario), me apunto como siempre, y voy a exponer, con todo mi respeto y reverencia a todos los implicados, mi punto de vista, seguro de ser escuchado y comprendido, como yo comprendo ciertos temores expresados en el artículo… si bien han sido expuestos de manera un tanto desafortunada, desproporcionada y fuera de lugar. Si tienen algo de todo ello que decir, les animo a dirigirse al Papa en persona. Me apunto al encuentro. Seguro que nos enriqueceríamos mutuamente.

El Papa –de momento– no es santo, como no lo soy yo, ni lo es el editor. Por eso deberíamos todos (juntos pero no revueltos) intentar caminar con la bandera de Cristo “a tiempo y a destiempo” (2 Tim 4,2), sabiendo que llevamos nuestra fe “con vasija de barro” (2 Cor 4,7).

Solo Dios sabe si dentro de poco el Papa y yo y muchos cristianos deberemos acoger en nuestras casas a otros cristianos o al mismo Papa Francisco huido de la justicia (“dichosos los perseguidos a causa de la justicia”: Mt 5,10), puesto que ya afirmó Jesucristo “rogad para que vuestra huida no sea en invierno ni en sábado” (Mt 24,20), anunciando “la abominación de la desolación […] erigida en el lugar santo” (Mt 24,15; Dn 9, 27; 11,31; 12,11; 1 M 1,54), tras nuestro rechazo a ser marcados con el chip de la bestia (“los que no recibieron la marca [de la bestia] ni en la frente ni en su mano”: Apc 20,4).

Oportunidad del Papa

El editorial en cuestión no valora en su justa medida y magnitud el trabajo que está llevando a cabo el Papa Francisco para actualizar la realidad de la Iglesia, “Una, Santa, Católica y Apostólica” (como rezamos en el Credo y afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: 1ª parte, Cap. 3, Párr. 3, I-IV); y pecadora, podríamos añadir aquí, porque lo somos todos sus miembros. El Editorial se limita a criticar con desgarro a la que a todas luces es la persona más bien informada del planeta, además de que como Papa tiene la asistencia especialísima del Espíritu Santo, por ser representante de Cristo (Dios y Hombre) en la Tierra, y es aquel a quien el Salvador aseguró: “Todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16,19).

Dicen que a finales de este año 2023 podremos subir nuestra conciencia a un ordenador. Seguro que irá conectado con el ordenador central (en Barcelona están creando sigilosamente uno que aseguran que será el más poderoso del mundo y que llaman “La Bestia”). Estoy convencido de que será el momento en que nos forzarán a injertarnos el chip del que ya van avisando gota a gota con la excusa de asistencia sanitaria, colectividad y compra-venta segura. Y observamos que la inteligencia artificial esa la tienen más que preparada, aguardando el momento de lanzárnosla a la cara.

En realidad, veo claro que con el chip sin duda nos controlarían hasta los pensamientos: “la conciencia”, afirmó un científico. (¡No es moco de pavo! El culmen de todo totalitarismo que se precie). Es de suponer que el Papa aconsejará a toda persona de bien y nos prohibirá a los cristianos, o como mínimo a los católicos, el ser marcados como parte del rebaño del Poder de la Tinieblas, “la marca [de la bestia] en la mano derecha o en la frente, para que nadie pueda comprar o vender sino el que tenga la marca, el nombre de la bestia o el número de su nombre” como advierte el Apocalipsis (Apc 13,17).

Llegado el momento, sin el chip, seríamos proscritos (“todos os odiarán a causa de mi nombre”: Mt 10,22). Ciertamente, sin chip, no tendremos qué llevarnos a la barriga, porque no podremos comprar ni vender. Eso sí, “cualquiera que os dé de beber un vaso de agua en mi nombre, por ser de Cristo, en verdad os digo que no perderá su recompensa” (Mc 9,41), eso es, será premiado de alguna manera por la mano siempre bondadosa del Creador y Salvador nuestro.

Es algo que por ahora se escapa a nuestro entendimiento porque nos falta información, y por eso ciertas expresiones de Jesús y del Apocalipsis (que narra la Historia de la Salvación con Cristo en el Cielo) son ciertamente veladas: nos habla con símbolos y metáforas, para dar a entender el significado sin disponer del significante. ¿Y si el Papa está anticipándose a lo que ha de venir, según la información y el carisma que tiene? El Papa puede estar abriéndonos camino en la espesura de la selva, así, bonachón y desgarbado, como quien no dice y no hace nada, aunque queden lagunas en que se chapotea, como en todo paseo y toda disertación quedan.

Autoridad del Papa como signo de nuestro tiempo

Debemos aceptar con todas las consecuencias que Dios nos manda que Le sigamos como Dios nuestro que es, aunque no le entendamos. Con el Papa (su representante) se da la misma circunstancia. ¡Solo faltaría que el Papa necesitara nuestra aquiescencia! Precisamente esa cercanía que destaca en su pontificado tiene el peligro de que el Pueblo de Dios se crea con el derecho de juzgarle. ¡Él sabrá lo que hace!

El talante del Papa Francisco es el del verdadero líder que avanza tomando de la mano a su rebaño, sin desfallecer. Ya lo hemos dicho: el Papa Francisco es pecador –como pecador es todo ser humano–, y por este motivo deberían ser más comprensivas aquellas voces críticas con su magisterio y su talante cuando tiene algún desliz en materia doctrinal. De hecho, ha habido Papas que han sido pecadores públicos e incólumes en la doctrina y los frutos espirituales, “porque sin mí, no podéis hacer nada” (Jn 15,5). No olvidemos que todos tenemos nuestros defectos, y toda exposición pública está expuesta a exagerarlos… más, en las actuales circunstancias en que se encuentra nuestro mundo. Y más, cuando la voz se distorsiona de camino. ¡Pero eso no obsta que debemos abrirnos a ello, aun a riesgo de mancharnos! El Espíritu Santo puede más, porque es el mismo Dios, y paliará nuestras deficiencias.

“¿Cui prodest?” (“¿A quién beneficia?” en latín), se pregunta el Editorial. Yo tengo la respuesta: Beneficia al Pueblo de Dios, que debe caminar a ciegas bien agarrado a la mano del Papa en la “modernidad líquida” (término de Zygmunt Bauman) de la sociedad actual. Así y solo así, seremos asistidos con toda seguridad por el Espíritu Santo (“[En aquella hora,] Yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro”: Lc 21,15).

No lo olvidemos: el Papa Francisco es el Papa de los pobres; quiere una Iglesia pobre; pone todo su empeño en llegar a evangelizar a las periferias materiales y existenciales, yendo a buscar a TODOS aquellos que están alejados, precisamente porque están embotados por su lejanía de la Iglesia. Lo mismo sucede en Twitter, que para conseguir seguidores debes ir a buscarlos, y cortejarlos. Eso significa mancharse las manos, sudor y lágrimas. Está claro que casi ninguno de los participantes en aquella entrevista hubiera sentido nunca la llamada a acercarse a escuchar al Papa, y mucho menos interpelarlo en persona: ¡el Papa fue a ellos! ¡Seguro que sabe lo que hace!

De esta manera, esos “periféricos” no solo han oído la doctrina (aunque sea a grandes trazos y en la medida en que en una sola charla y así informal se puede transmitir). Hasta han debatido perdiendo el miedo de tú a tú con ese hombre grueso vestido de blanco que ven de vez en cuando decir “mamarrachadas” en la tele, del que tienen poca información al margen de las críticas que sobre él vierten algunos medios de comunicación. El Papa ha roto el hielo, y ha plantado en su corazón la semilla (recordemos la parábola de la semilla: Mc 4,26-29). ¿Quién sabe quién anidará en sus ramas? (Mc 4,30-32).

Referencia al Opus Dei

Destaco una frase de don Álvaro del Portillo, que fue el sucesor directo de san Josemaría y primer prelado del Opus Dei (que el Editorial que nos ocupa afirma ser el Opus Dei, junto con Camino Neocatecumenal, una institución agraviada por algunas afirmaciones del Papa en la entrevista): “El sacerdote no daría a Dios el culto debido si se quedase encerrado en el templo, si su actividad se limitara a las solas funciones rituales, si  esperase que el pueblo de Dios viniera a buscarlo en la soledad progresiva de su aislamiento” (Escritos sobre el sacerdocio. Ediciones Palabra. Madrid, 1990, 6ª Ed. Pág. 61).

En la misma línea, conocida es la afirmación de san Josemaría (fundador del Opus Dei): “Debemos ser contemplativos en medio del mundo”. No está de más que recordemos, una vez más, la sentencia sin asomo de dudas de Jesucristo: “Yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro” (Lc 21,15). Así, seremos todos Supermán, pero solo si vamos de la mano de SuperPapa. Confiemos. ¡Habrá que hacerle caso! Y seguirle…

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