Con la elección del cardenal Robert Francis Prevost como Papa León XIV el 8 de mayo de 2025, la Iglesia católica inicia un nuevo capítulo marcado por el equilibrio entre fidelidad al Evangelio y sensibilidad ante los desafíos del presente. Agustino, misionero en Perú y profundo conocedor del Derecho Canónico, León XIV encarna un pontificado de escucha, discernimiento y apertura prudente, inspirado en su gran referente: León XIII.
Un nombre con programa
León XIII (1878–1903) fue un papa intelectual, reformador y espiritual. Su pontificado marcó el paso de la Iglesia al mundo moderno: impulsó el tomismo, promovió la justicia social con la encíclica Rerum novarum, abrió los archivos vaticanos a los investigadores, y favoreció el ecumenismo. Sin salir del Vaticano, en protesta por la pérdida de los Estados Pontificios, supo ejercer una diplomacia activa y eficaz. Su nombramiento del cardenal John Henry Newman fue también profético: valoró la conciencia como el lugar íntimo del encuentro entre Dios y el alma, anticipando así intuiciones clave del Concilio Vaticano II.
León XIV recoge este legado no como una repetición del pasado, sino como inspiración viva para afrontar los nuevos tiempos. Su estilo recuerda que la tradición no es un ancla que inmoviliza, sino una raíz que permite crecer.
Un pastor con rostro americano
La experiencia pastoral de León XIV en Perú, como obispo de Chiclayo, le dio un conocimiento directo de las periferias, donde la Iglesia no es teoría, sino carne y vida concreta. Cercano a los más vulnerables, fue un obispo abierto al diálogo con la cultura local, integrando la piedad popular sin sincretismos, y tomando decisiones pastorales audaces —como la flexibilización del sacramento de la confesión durante la pandemia— para poner por delante la salvación de las almas.
Este bagaje lo convierte en un pontífice que conoce los desafíos reales de las comunidades y que no gobierna desde el escritorio, sino desde la vida.
Sinodalidad, mujeres y celibato: temas en evolución
Firme defensor de la sinodalidad, León XIV promueve una Iglesia que discierne y camina unida. Sin pretender una revolución doctrinal, se abre al estudio de temas sensibles: la posibilidad del diaconado femenino, nuevas formas de liderazgo para la mujer en la Iglesia, y un celibato sacerdotal más matizado en regiones con carencia de vocaciones, siempre en comunión con la tradición y en escucha del Espíritu.
Diplomacia de paz y rostro mariano
Hereda también la mirada diplomática de León XIII: en un mundo polarizado, León XIV apuesta por una Iglesia que sea puente, no trinchera. Su conocimiento del continente americano, su espíritu misionero y su visión católica (universal) lo preparan para un diálogo interreligioso real y fructífero.
En su primer mensaje, confió su pontificado a la Virgen de Pompeya —cuya fiesta coincidió con el día de su elección—, recordando al León XIII devoto del Rosario que dio a aquel santuario el título de Pontificio. María, como madre de la escucha, se convierte así en la clave espiritual que une a estos dos pontífices de nombre leonino.
Discernimiento, no ruptura
León XIV no es un papa de gestos teatrales ni de eslóganes fáciles. Es un hombre de oración, reflexión y apertura serena. Su liderazgo, fiel al Evangelio y atento al mundo, ofrece a la Iglesia una brújula en tiempos de cambio. Como su modelo, busca una renovación desde dentro, iluminada por la sabiduría de la tradición.
Bajo su guía, la Iglesia no mira hacia atrás con nostalgia ni hacia adelante con miedo, sino que camina en esperanza, como una tienda abierta en medio del mundo, donde todos pueden encontrar el fuego vivo del Evangelio.
Un pontífice que conoce los desafíos reales de las comunidades y que no gobierna desde el escritorio, sino desde la vida Compartir en X
