¿Por qué es necesaria esta mirada desde un juicio cultural cristiano? Porque Estados Unidos es, sin duda, el lugar donde más claramente se delinea la gran batalla de nuestro tiempo. Por una parte, el poder político, mediático, del entretenimiento cultural —tan decisivo—, y el económico, que está configurado por la Gran Alianza del liberalismo cosmopolita de la globalización y la postizquierda, representada por la ideología de género.
En el otro lado, un espectro heterogéneo, más que el de la progresión, pero que, debido al sistema electoral y a la tradición política de aquel país de formar grandes alianzas electorales, se reúne en el campo republicano. Este campo poco tiene que ver con la configuración y el programa de este partido en el pasado siglo XX. Es una alianza en torno a una figura sorprendente, pero que tiene posibilidades de ganar, como es Trump. Como todo candidato alternativo a la Gran Alianza, está debidamente demonizado, aunque en su caso su trayectoria y forma de actuar dan más de un motivo para el rechazo como actitud personal. No debe confundirse, sin embargo, lo personal con lo que propone y puede conseguir en política.
Trump no personifica la respuesta a la policrisis actual de colapsos y desvinculación de Occidente; solo ha poseído la habilidad de concentrar la reacción, a pesar de que él mismo encarne en su trayectoria personal una de las peores consecuencias de la cultura de la Gran Alianza adversaria: el narcisismo desmadrado.
“A menos de dos meses de las elecciones, la vicepresidenta Kamala Harris y el expresidente Donald Trump aportan puntos fuertes y débiles contrastados en la contienda presidencial. La ventaja clave de Trump es la economía, mientras que Harris tiene una ventaja similar en el aborto”. Esto lo escribe el boletín de noticias del Pew Research Center y señala una de las claves de lo que se defiende prioritariamente en cada caso. Harris confía en el voto a favor del aborto para ganar a Trump, y esta breve frase ya contiene todos los elementos del conflicto. Porque como se ha escrito en otras ocasiones en Forum Libertas, el aborto es el tótem o uno de los mayores de la Gran Alianza, y su significado es muy profundo porque señala un modo de vida -otro de los grandes factores en confrontación- y una forma de entenderla, brutalmente contraria a toda concepción cristiana, de fe y de cultura, incluso antropológica, porque rompe con el significado del ser humano.
Es necesario observar el alineamiento temático de los votantes:
Según las encuestas del “Pew Research Center”, 8 de cada 10 votantes registrados (81%) dicen que la economía será muy importante para su voto en las elecciones presidenciales de 2024, pero además una gran mayoría (69%) cita al menos 5 de los 10 temas sobre los que se preguntó en la encuesta como muy importantes para su voto.
Entre los partidarios de Trump, la economía (93%), la inmigración (82%) y los delitos violentos (76%) son los principales problemas. Solo el 18% de los partidarios de Trump dicen que la desigualdad racial y étnica es muy importante. Y aún menos dicen que el cambio climático es muy importante (11%).
Para los partidarios de Harris, temas como la atención médica (76%) y los nombramientos a la Corte Suprema (73%) son de suma importancia. Las grandes mayorías también citan la economía (68%) y el aborto (67%) como muy importantes para su voto en las elecciones.
Si bien la economía ha sido durante mucho tiempo un tema principal para los votantes, y sigue siéndolo hoy en día, otros temas se han vuelto cada vez más importantes para los votantes en los últimos cuatro años.
Aborto, inmigración y economía
La inmigración, el aborto y la economía son los tres temas estrella. La importancia del aborto tiene mucho que ver con la decisión de la Corte Suprema de anular Roe v. Wade y retornar la capacidad de legislar sobre esta cuestión a los estados. Para los demócratas, ahora esta cuestión centra el interés del 67 % de los votantes de este perfil cuando solo significaba el 35% en la campaña del 2020, que ganó Biden, mientras que para los republicanos el camino es a la inversa del 46% al 35%. El problema de la inmigración se ha convertido en un tema de máxima importancia para los republicanos (82%). También lo era en el 2020, pero bastante menos (61%), mientras que para los demócratas también lo es, pero en una medida inferior y ha decrecido un poco en estos cuatro años (del 46% al 39%). La economía siempre ocupa un puesto destacado, sobre todo para el votante republicano (93%) y tiene mucha significación en el demócrata (68%).
El perfil de puntos fuertes y débiles marca claramente las diferencias entre ambos:
Harris saca 11 puntos porcentuales (pp) de ventaja a Trump en el aborto, 9 en cuestiones relacionadas con las minorías raciales y 5 en unir al país, pero en proporciones de ordenes de magnitud semejantes y más bien bajas, como corresponde a un clima tan polarizado (41% por 36%). Está claro que sus bazas entran de pleno en las reivindicaciones de la izquierda demócrata y la cultura woke, aborto, racialización de las políticas.
Menos diferencia, en realidad un empate técnico, con solo 2 pp de ventaja de Harris sobre Trump por lo que se refiere a tomar buenas decisiones sobre la política de atención médica (51% a 49%), y registran un empate al 50% en elegir buenos candidatos para el Tribunal Supremo.
Los votantes tienen más confianza en Trump que en Harris en tres materias de gran envergadura: política económica (10 pp de ventaja), migratoria (7pp) y exterior (6 pp), y también supera a Harris con una cierta claridad en reducir la influencia del dinero en la política (5 pp) pero con porcentajes de respuestas afirmativas bajos (37% para Trump y 32% para Harris) y en el manejo de los asuntos de aplicación de la ley y justicia penal (4 pp) lo cual no deja de ser llamativo dada la carrera como fiscal de Harris.
En todo caso, Harris mejora en algunos puntos la valoración de Biden antes de su renuncia. ¿Puede ganar Harris con todo esto? Puede, pero no está nada claro, a pesar de partir desde el poder. Pasado el entusiasmo, inicial, las encuestas han vuelto a otorgar una cierta ventaja a Trump y el debate de este martes pasado, 10 de noviembre, no ha llevado a uno de los dos a una ventaja decisiva. Porque a la luz de las encuestas a corto plazo no ha aportado grandes diferencias. Veremos en las semanas siguientes, si Harris convence como presidenta.
En cualquier caso, algo sí se ha hecho evidente una vez más: en España vivimos bajo una burbuja mediática de la Gran Alianza, brutal, alienadora, que integra en sus filas a sanchistas “of course” y también a antisanchistas acérrimos unidos por la fobia rusa, antiTrump y pro NATO, el establishment Occidental. En cualquier caso, Harris todavía ha de demostrar que puede ser una candidata y una presidente solvente en estos menos de dos meses que restan de campaña. De Trump todo es conocido, lo bueno y lo malo.
Un triunfo de Harris significará un recrudecimiento de la oleada abortista, de feminismo de género y homosexualismo político en Europa. Un mayor riesgo de guerra nuclear táctica en Ucrania y se acentuará el conflicto de Israel contra su entorno y una peor política exterior para una Europa sumisa, como ya sucedió con Obama, que abandonó Siria, y de ahí el dominio ruso e iraní, y cómo Biden huyó literalmente de Afganistán, o la falta de voluntad para enfrentarse a los dictadores de lo que fue su patio trasero en Venezuela y Nicaragua. Los demócratas tienen mucha boquilla sobre los derechos humanos, pero el “no lugar” de la prisión extrema de Guantánamo sigue ahí después de dos presidencias demócratas, las de Obama, que prometió cerrarla, y la de Biden, que ha preferido imaginar que no existe.