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Usurpando altares

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Es un hecho. Es algo que nos está consumiendo las entrañas, sutilmente, sin que la mayoría advierta siquiera lo que nos están haciendo. En los altares profanados de los tugurios donde emulando sabiduría divina forman a sus súbditos e invocan a sus demonios disfrazados de poderosos dioses de postín, los fantoches adoctrinan con la mentira y con la sola media verdad que alcanzan a ver (que no a entender), a los sometidos a su mente pervertida y deformada.

Ya ves. Saben cuatro rasgos (si llega) de la figura central del cuadro, y ya dibujan el paisaje como si fuera la Verdad que desconocen y proclaman, asegurando que en ella creen, y no es más que una alucinación que les viene provocada por su pretensión de ser un quién en esta sociedad de seres anónimos en busca de protagonismo: quieren ser ellos la central real figura, y por defenderla son capaces de mandarte al carajo, cuando no “encajas”. Te sientan en “la presidencia”, y ellos, allá lejos, se pegan el festín con los que les bailan el son compartiendo tabarra. Y luego, encima, lo niegan: la mentira es su entraña.

Su estrategia: discurso multicanal

Siempre actúan igual, son muy poco originales, como el común de los mortales. Tratando de conseguir salir en la foto, ya están intentando resultar por diestro y siniestro más guapos de lo que son, a ver si por ahí saliera alguna musa que les prometiera fidelidad al cante que comparten, ese ditirambo que han aprendido desde que tomaron conciencia de su individualidad, solo con oír el batir de las olas en las rocas donde dice la leyenda que luce la pléyade de sirenas polifónicas a las que se dirigen de cabeza, embaucados por sus sugerentes melodías.

Su vida peligra. Su conciencia, también. Viven su mentira encapsulados en sí mismos, tratando de derruir a su paso cuanto les bloquee la salida que no encuentran en el real laberinto, conociendo de antemano la salida del que tienen por laberinto ideal, porque hacen trampa con sus verdades a medias y su formación del peón que se cree ser el rey por ser mensajero real en las provincias esparcidas por el planeta: aquella verdad a medias que arrastra a su pueblo (el que se imaginan, aunque no existe) a dudar hasta de la moralidad de su madre, que empieza por que no son tal mensajero real, sino mero advenedizo al clan de impostura planetaria… esparciendo saberes globalistas entre clanes raciales, para así someter con cédula real las razas más peregrinas que a la globalización incomodan.

Con su arbitrario discurso disfuncional y fragmentario procuran prevalecer hasta por encima de los reyes que lo son de verdad. Y ahora, además, salen en manada a la palestra a lanzar infamias a quien ejerce el gobierno con la licitud en la cabeza y en el trono. Más aún, con la autoridad del mismo Dios, pues por encima de reyes, ministros y gobiernos, razas y clanes, la Voz del Espíritu nos habla con el acento del Papa, aquel de quien, por lo mismo y por si posible fuera, pretenden usurpar dignidad y soberanía… con las mañas de la mano izquierda del mensajero y sus cabecillas escondida por detrás de la espalda.

Despotismo lustrado

Es sabido. El pueblo dirigido por pretendidos ilustrados se dirige de cabeza al río: aquel río helado bajo cuyo hielo malviven las pirañas al acecho de todo quien que se abalance sobre ellos pretendiendo prevalecer sobre el Bien y el Mal en unas aguas sulfurosas que prometen revolución a la primera tempestad que se tercie. Es el destino que toda la ilusa ignorancia “ilustrada” por los cómics de las revistas de amarillento contenido contagia en derredor, provocándole carcajadas a la plebe y náuseas a la gente de bien que obedece a quien debe obedecer. Por eso lustran lo que ilustran. Para que no pierda brillo…

Eso sí, al margen de si lo entienden o no lo entienden, sea quien sea el Papa cuyo poder pretenden, acechan por doquier y a cuatro flancos al Pontífice entre el Cielo y la Tierra, pues es Papa, como decimos, por encima de reyes y líderes y teorías, puesto que estas son solo defendidas en los altares en que se sacrifica (o se pretende sacrificar) la piel de quien trata de vivir en paz con el hermano, y que aquellos confunden exprofeso con sus delicuescentes teorías, como si fueran las Tablas de la Ley.

Una ley acomodaticia y arbitraria

¿Qué ley enseñan? Subcultura manga, trasmutada con las pieles de las ovejas que previamente han devorado, animadas por lobos desalmados que con subterfugios acechan el poder mundial para ofrecerlo como oblación (por medio de los embrujos esotéricos de sus sacerdotes al uso) al mismo diablo hecho hombre, el esperado Anticristo. Su orgullo, inspirados por Satanás como van, les hace desconocer que ese que proclaman como Salvador (con sus dotes y sus teorías) es el mismo Satanás disfrazado de líder carismático, que como asegura Juan en su Carta Primera, “¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el Anticristo” (1 Jn 2,22).

¡Es de cajón! Piensan, los muy tiernos, que nadie les podrá usurpar el poder de papel mojado que sus teorías les confieren, pero lo peor para ellos y lo más increíble para todos está por venir: el advenimiento de Jesús, el Cristo que ha de venir y que algún gurú de esos de la gran pantalla se atreve a predecir. Esperan un mesías de papel mojado, sí. Pero, lo que no creen aquellos a quienes ellos engañan (porque no lo quieren creer, los muy comodones) es que el Cristo de verdad está por imponer su Ley en su segunda venida, “con gran poder y gloria […] y enviará a sus ángeles que […] reunirán a sus elegidos” (Mt 24,31).

Lo insisto: ¡ojo al dato! Con su venida, Jesús (que no su Impostor) restaurará la Vida y la Verdad a una Humanidad devastada por sus líderes de postín, secundados por ciertos autodenominados “católicos” (¡sic!), pero al fin liberada con el rescate de la humildad de un Jesús que asciende a ella tras su descenso a los infiernos. “[Los malos] irán al suplicio eterno, y los justos, en cambio, a la vida eterna” (Mt 25,46). ¿Sabes cuál es el verdadero quid de la cuestión? Te lo diré: “Nunca más servir a señor que se me pueda morir”. ¡Lo sentencia san Francisco de Borja, un distinguido oficial del Señor de los señores, en su momento final!

Eso es, hermano, mi hermana del alma, la que nos ganamos porque no obedecemos a quien tiene la potestad. Ese será el castigo que Dios nos infligirá por no escuchar y seguir de medio a medio al Papa (con sus virtudes y sus defectos, es humano), y encantados escuchar y seguir a los demonios, por medio de sus teorías, sus pantomimas y sus secuaces. Lo afirma Jesús: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18); “Te daré las llaves. […] Lo que ates en la Tierra, quedará atado en el Cielo” (Mt 16,19); “El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene quien lo juzgue: la Palabra que yo he pronunciado, esa le juzgará en el último día” (Jn 12,48). Sí. Vamos a la deriva. Y lo dicho es la que nos espera. ¿Y tú? ¿Dónde querrás estar? (…¿Ahí?…). ¡Pues actúa!

Twitter: @jordimariada

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